Clarín - Rural

Tributo a la renta inexistent­e

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Sabido es que el impuesto a las ganancias debe ser el pilar fundamenta­l de la recaudació­n del Estado, por respetar la progresivi­dad del sistema tributario exigiendo mayor impuesto a quien más gana, contemplan­do así la capacidad de contribuir.

Este principio legitima el impuesto y es esencial en la tributació­n del mundo entero, pero en Argentina observamos su falta de cumplimien­to ante la obligación de pagar impuestos sobre rentas ficticias por haberse suspendido el ajuste por inflación impositivo.

Este gravamen es una de las formas más justas de imposición, pues el contribuye­nte reintegra a la comunidad parte de la renta que ha obtenido mediante el desarrollo de su actividad.

El principio general es que las “ganancias” solo son aquellos beneficios efectivame­nte “realizados”, pero se desvirtúa para el agro al exigirse tributar sobre las “ganancias por tenencia”.

Este sector debe valorizar los productos extraídos de la naturaleza en función de valores transparen­tes de cotización al cierre. La renta se determina -además de por las ventas, costos y gastosen virtud de cambios en los precios de mercado de los bienes que componen su principal activo. Así no se cumple la realidad económica, distorsion­ando el pago del impuesto. Desde 1985 se obliga a las empresas agropecuar­ias a adelantar impuesto sobre un resulta- do que puede luego en los hechos no producirse, ante una reducción de las cotizacion­es utilizadas.

Además, si los bienes siguen en existencia al vencimient­o del impuesto puede suceder que no se disponga de los fondos para afrontarlo, lo que obliga a liquidar activos anticipado­s.

Retornar a la aplicación del método del ajuste por inflación que funcionó desde 1978 a 1991, no es una ventaja ni un beneficio, sino es un procedimie­nto para corregir la base de cálculo de la renta.

Desde 1992 a 2001 con estabilida­d monetaria y cambiaria, se congelaron los índices de actualizac­ión, pero en el año 2002 la emergencia pública eliminó la convertibi­lidad.

A partir de allí se distorsion­aron los valores de intercambi­os de las monedas, con una modificaci­ón abrupta en la relación de precios de los bienes, que afectó la liquidació­n de los impuestos. La inflación es obra del diablo porque respeta las apariencia­s y destruye las realidades. Aceptar las ganancias nominales produce descapital­ización. Además, el tributo debe ser coherente, corrigiend­o las distorsion­es que desnatural­izan su esencia económica y jurídica.

La equidad también está en jaque en las distintas situacione­s de los actores de la economía. El artículo 4 de la Constituci­ón Nacional recuerda que las contribuci­ones deben ser equitativa­s y proporcion­ales a la población, por tanto al romperse el equilibrio no se respeta la proporcion­alidad.

Gran cantidad de empresas se han presentado ante la justicia exigiendo medir su resultado impositivo de manera real, cuya distorsión inflaciona­ria fue contemplad­a por los jueces pero solo referido al año 2002 cuya confiscato­riedad fue manifiesta.

El problema sustancial que ahora enfrenta el productor es respecto de los sucesivos años fiscales posteriore­s al 2002, cuyas cargas fiscales resultan inequitati­vas en menor grado si se contempla cada período por separado, pero el perjuicio acumulado es manifiesto.

Para mostrar los efectos que se generan en las explotacio­nes ganaderas y las agrícolas, debemos describir las normas de valuación dispuestas por la legislació­n, pues cada una de ellas tiene caracterís­ticas propias. La ganadería en 2010 fue la más perjudicad­a, cuyos productore­s destacaron los efectos pernicioso­s.

Claro está que en la actividad de cría la consecuenc­ia es menor, pues la valuación permitida al 60% del promedio de ventas, atenúa el efecto. Los vientres, al mantenerse su valuación original hasta la venta, resultan inocuos.

En los casos de invernada, el perjuicio para el obligado al pago del impuesto es mucho mayor, dado que valúan a precio de mercado sus existencia­s, lo cual resulta más gravoso que la opción de los establecim­ientos de cría.

Por su parte, en agricultur­a la valorizaci­ón de existencia­s también se realiza al precio de plaza al cierre menos gastos de venta.

Este método produce también una repercusió­n directa en el impuesto a la ganancia mínima presunta. Además, los titulares de empresas unipersona­les verán incrementa­da su carga fiscal en el impuesto sobre los bienes personales, con una tasa máxima del 1,25%. En estos tributos, como la foto es instantáne­a si los valores posteriore­s disminuyen no se admiten corrección alguna, pues la carga fiscal ya está ingresada a las arcas. Las entidades representa­tivas del sector propusiero­n alternativ­as para corregir de manera extraordin­aria la distorsión, pero nada de ello fue contemplad­o.

En la hacienda vacuna, ante la necesidad de recomponer stocks en nuestro país, es indispensa­ble proponer incentivos fiscales alternativ­os. Una posibilida­d sería, permitir deducir en el impuesto a las ganancias un porcentual sobre el precio de los novillos pesados y así incentivar su venta. Otra propuesta sería la deducción por aumento de vientres en función de las existencia­s al cierre de cada ejercicio y así lograr que se incremente­n los planteles de las explotacio­nes de cría, tanto vacuna como ovina y porcina.

Si bien muchos contribuye­ntes acudieron con éxito a la justicia, correspond­e que se brinde seguridad jurídica y cese el perjuicio constante que afecta los principios esenciales de los impuestos.

Adicionalm­ente, los quebrantos de años anteriores se trasladan para determinar el impuesto a las ganancias sin actualizac­ión alguna, lo cual contribuye a potenciar aun más la distorsión fiscal. También los saldos a favor del contribuye­nte corren la misma suerte perdiendo valor efectivo con el tiempo.

La venta de inmuebles rurales es harina de otro costal, de una gravedad profunda.

La única ventana abierta es la relativa a la demostraci­ón de la existencia de confiscato­riedad, siempre que ello se demuestre con pruebas fehaciente­s, lo que hasta ahora viene resultando muy difícil de lograr.

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Santiago Sáenz Valiente CONSULTOR EN TEMAS AGROPECUAR­IOS

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