Una pasión de familia
El Chino Volpato, de los Midachi, tiene un tambo chico en Sunchales, Santa Fe, en la cuenca lechera más importante del país. Lo inició con su padre, pero ahora, con su esposa e hijos, se sumó a La Ruta de la Leche y apuesta a crecer también con turismo ru
El constante canto de los pájaros, el mugido de alguna que otra vaca o los terneros que balan ante la presencia de algún curioso, constituyen el entorno excluyente para visitar el tambo-posada que Darío “El Chino” Volpato posee junto a su familia en pleno corazón de la cuenca lechera de Santa Fe y Córdoba, la más importante del mundo.
Enclavado en las afueras de Sunchales y muy cerca de Rafaela, a pocos metros de la ruta nacional 34, el establecimiento es un convite para descansar, observar y aprender como es un día a puro campo. Es -ni más ni menos- uno de los tantos emprendimientos de turismo rural que ya se convirtieron en una opción importante de negocios para muchos productores agropecuarios, entre ellos esta familia de tamberos.
Sunchales es una de las ciudades más importantes de la cuenca lechera santafesina, junto a Rafaela y las localidades cordobesas de San Francisco y Villa María. Tanto Santa Fe como Córdoba comparten un rol protagónico para la lechería argentina: entre ambas se concentra el 60% de la producción de leche de nuestro país.
Al abrir los enormes ventanales y correr las cortinas del viejo casco de “Don Elder”, se pueden ver las guacheras en primer plano, que se complementan en el horizonte con el pastoreo de las vacas Holando, en plena producción, así como también aparece el rodeo de vacas prontas a parir.
“Este campo lo compramos en 1991 junto a Dady Brieva y mis padres Elder y Gloria Volpato, quienes participaron de manera protagónica en su reacondicionamiento. Tiene 60 hectáreas. Actualmente mi hermano Hugo es el administrador y encargado de la explotación integral de la producción láctea. Con el asesoramiento de los ingenieros agrónomos y veterinarios, dirige las actividades”, le cuenta a Clarín Rural el integrante del famoso trío Los Midachi.
Este establecimiento representa un tambo típico de la Región Centro. En Santa Fe hay 4.487 tambos que generan 3.000 millones de litros por año, un 32% de la producción nacional de leche.
Más allá de los números, Volpa-
to sigue desagregando la historia de “Don Elder” y recuerda que a los cuatro meses de haberlo comprado, Brieva le vendió su parte. “Las vacas para mí no van…sigo con los tacos altos”, asegura Volpato, en tono jocoso, que le dijo su compañero. Para el artista y empresario agropecuario “cada uno le pone pasión a lo que realmente quiere. Yo nací aquí, en Sunchales, y ésto tenía que ver más mi historia”, recuerda.
La zona casi respira leche. Allí funciona una de las usinas de SanCor más grande de la región, además de otras tantas empresas que están vinculadas al negocio.
Para Volpato es vital la oportunidad de tener tierra, aunque sea una pequeña porción, como la de él, en una zona en la que es habitual que las explotaciones tengan esa dimensión.
“Aquí a la primera producción a la que te dedicas es la lechería, más que nada por el tamaño de unidad de producción, aunque hoy también la gente se vuelca a la agricultura. Los viejos emprendedores italianos que todavía poseen tierras de sus abuelos y tatarabuelos siguen marcados por la lechería directamente”, señala.
Para él también es muy importante el legado de su padre. Por eso el campo lleva su nombre. Según Volpato, hace honor a su temple y sacrificio. Aunque don Elder fue comerciante, le dedicó muchas horas al campo, donde se sentía pleno y disfrutaba de cada momento.
“Es un homenaje porque él tuvo mucho que ver con la idea de empezar esto. Vivió las épocas más duras del campo y en el 2003, cuando las cosas empezaron a reflotar, justo él fallece”, recuerda. Sin embargo esta pasión que se pasa de padre a hijos, tal como lo viene contando el productor, ahora la tomó Gabina, la hija mayor de Volpato.
La historia más reciente de Don Elder la tiene a ella como protagonista. Volpato cuenta con orgullo que todo empezó con un proyecto presentado por cinco alumnas de la licenciatura en Turismo y Hotelería de la Universidad de El Salvador, entre las cuales estaba Gabina. La idea era restaurar el viejo casco del campo, redecorarlo con un estilo bien campestre y que funcione para hospedar visitantes.
La restauración comenzó a hacerse en octubre de 2009 y la ca- sona fue ampliada para contar con sus actuales habitaciones, hasta los muebles antiguos se acondicionaron para brindar mayor confort y calidez a la posada.
A través de estos proyectos de agroturismo, los visitantes tienen la posibilidad de compartir las tareas cotidianas que desarrollan su hermano Hugo, los ingenieros agrónomos y los veterinarios.
“Abrir una ventana en esta casa te permite ver los terneros en una guachera y si te levantás más temprano te podés correr hacia el tambo, donde podés observar el trabajo más intensivo de la explotación láctea”, comenta.
Y remata, entre risas: “Es más, resulta inútil que pase el camión a buscar la leche, ya que la fábrica queda tan cerca que le apuntás con la teta y ya está”.
El Chino dice que su hija Gabina gerencia el negocio de manera muy profesional. “Como a cualquier empresa, siempre nos faltan cosas; queremos mejorar y seguir invirtiendo en todas las alternativas que pueda tener esta iniciativa”, indica.
El plantel de trabajo se completa con la esposa de Volpato, Mirta, y los demás hijos: Bianca y Julián. También uno de sus yernos tienen participación en el negocio familiar. Y en la gestión diaria
El agroturismo es muy interesante para explotaciones pequeñas como ésta
del campo también están Jorge y Laura, que son los caseros, de quienes no quiere olvidarse.
El agroturismo es otra alternativa más para agregar valor a las explotaciones, muy útil, además, para los productores más pequeños, como sucede en este caso. Andando por esta senda, el Chino demuestra en Santa Fe que el tambo no se quiere quedar afuera de la oportunidad.