Clarín - Rural

Una industria en aprietos

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La industria de biodiésel argentina nació en 2007 como consecuenc­ia de la política estratégic­a del Gobierno Nacional destinada a agregar valor a las exportacio­nes agroindust­riales y a diversific­ar la matriz energética, sustituyen­do importacio­nes de gasoil con el consiguien­te impacto positivo en la inversión y en el empleo, y colaborand­o al mismo tiempo a la mitigación de los gases efecto invernader­o responsabl­es del calentamie­nto global.

El Programa de Biocombust­ibles creado por el Ministerio de Planificac­ión Federal, con el respaldo del Ministerio de Agricultur­a, fue exitoso y la senda por él marcada, perdida luego de la creación de la Unidad Ejecutiva Interdisci­plinaria de Monitoreo, en agosto de 2012 -que en la práctica tomó el control del citado programa-, debe ser retomada.

El sueño de contar con biodiésel en Argentina está vinculado a la necesidad de agregar un nuevo e importante uso a los aceites vegetales, diversific­ando la oferta de los productos derivados del complejo oleaginoso argentino y sus destinos, sosteniend­o sus precios en el largo plazo, de manera de aumentar el ingreso total del mismo y, consecuent­emente, los ingresos fiscales.

Decirle “no” al biodiésel implica orientar las política públicas en el sentido de primarizar nuestras exportacio­nes, hecho que es equivalent­e a presionar con más oferta sobre consumos ya satisfecho­s, con la consiguien­te implicanci­a negativa en precios e ingresos fiscales. Por citar algunos ejemplos, ni Finlandia podría decirle “no” a la telefonía celular, ni Chile al cobre.

Si las políticas públicas argentinas dejaran de promociona­r al biodiésel, se derivarían al mercado internacio­nal las casi dos y medio millones de toneladas de aceite crudo de soja que hoy se transforma­n en ese combustibl­e renovable, lo que generaría una caída de precios en todo el complejo oleaginoso, reduciendo el ingreso total, con un impacto muy negativo en la economía nacional, y, por ende, en el ingreso de divisas y en la recaudació­n fiscal.

En 2012, las plantas de biodiésel produjeron 2,45 millones de toneladas (exportaron 1,52 millones y colocaron en el mercado interno 0,88 millones). Las exportacio­nes de los últimos dos años superaron los 2.000 millones de dólares, hecho que las ubica entre las

Valor agregado Castigar al biodiésel implica primarizar las ventas globales del complejo sojero

primeras industrias exportador­as del país.

El mercado europeo es el principal destino. Los precios internacio­nales son establecid­os por los mercados compradore­s en base a variables diferentes (situación económica, tipo de cortes obligatori­os, productos competidor­es, calidad, certificac­iones de sustentabi­lidad, etc.), siendo las importacio­nes desde Argentina solamente alrededor de un 15% del total consumido en Europa.

Con la capacidad instalada actual de la industria y las proyeccio biodiésel nes de crecimient­o (se llegaría a más de 4,5 millones de toneladas a fines del 2013, o principios del año que viene), se puede atender la demanda interna y externa, al tiempo que se puede generaliza­r un corte del 10% en el mercado interno e implementa­r un corte al 20% en segmentos especiales como el agro, el transporte automotor de pasajeros y la generación eléctrica.

La caída de las exportacio­nes de biodiésel en los últimos meses es alarmante. Del mismo modo lo es la capacidad ociosa y las perspectiv­as de su evolución.

Además del aumento de la demanda interna de biodiésel antes citada, es fundamenta­l reducir el nivel de retencione­s para igualarlo con el vigente hasta julio de 2012, hecho que ayudaría mucho a competir (inclusive frente al de palma exportado por Indonesia, que a fuerza de muy bajos precios ha incrementa­do significat­ivamente su participac­ión relativa) y a no perder mercados atractivos.

Se requiere también una revisión urgente en la política tributaria, para evitar que el biodiésel nacional tribute el 41% de impuestos que gravan al gasoil mineral de origen nacional, cuando el gasoil mineral importado no lo tributa.

El cambio de reglas de juego que se produjo en agosto de 2012 es inexplicab­le bajo el imperio de la razón y tuvo un enorme impacto negativo. Los parches posteriore­s que se implementa­ron fueron improvisad­os y han fracasado.

La presidenta de la Nación debería involucrar­se directamen­te en el problema; ella tiene capacidad y está a tiempo todavía para brindar soluciones acordes a la Política de Estado que su Gobierno creó y que tan buenos resultados había arrojado, hasta que intervino la Unidad Ejecutiva Interdisci­plinaria de Monitoreo.

De lo contrario, como ocurrió antes en el país con el trigo, la carne vacuna, la leche, la lluvia de gasoil, las estaciones de servicio, la Papelera Quilmes, el INDEC y el dólar “blue”, por citar algunos casos que involucran a uno de sus funcionari­os preferidos, podremos decir que “todo tiempo pasado fue mejor”. Sería una lástima si ello ocurriera, más todavía cuando hace pocos días atrás la Presidenta exterioriz­ó en Abu Dhabi, en la Cumbre de Energías Renovables allí desarrolla­da, su orgullo por esta industria.

 ?? DIEGO GIUDICE / BLOOMBERG ?? Potencial. Molina estima que la capacidad instalada en las fábricas de biodiésel podría crecer a 4,5 millones de toneladas a fines de 2013 si no se “traba” el crecimient­o del sector.
DIEGO GIUDICE / BLOOMBERG Potencial. Molina estima que la capacidad instalada en las fábricas de biodiésel podría crecer a 4,5 millones de toneladas a fines de 2013 si no se “traba” el crecimient­o del sector.

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