La brecha se va ampliando
La brecha entre el potencial agrícola y la realidad concrelable. ta se sigue ampliando. Las metas de aquél Plan Estratégico Agroalimentario, ambiciosas pero viables, se hacen inalcanzables.
En esta campaña la cosecha tenía que haber alcanzado las 114 millones de toneladas. Habrá solo 97. Una brecha de 17 millones de toneladas. Más allá del impacto en las grandes cuentas nacionales (aunque no proporcional, porque los precios internacionales hubieran bajado), el faltante significa miles de puestos de trabajo perdidos. Siembra, fertilizantes, cosecha, transporte, procesamiento. Recordemos: 17 millones de toneladas era el saldo exportable argentino en los 80, de que estallara la Segunda Revolución de las Pampas. En el 2000 se habían triplicado, y siguieron creciendo a menor tasa hasta el 2008. Desde entonces, el agro está estancado. Ni siquiera se consolidó la meta tan meneada de las 100 millones de toneladas. Experimento K, que le dicen…
El lunes pasado, en una conferencia de prensa convocada por la Asociación de Semilleros Argentinos, se repasaron los hitos de la revolución tecnológica desencadenada hace dos décadas. Genética, siembra directa, fertilización y cambios organizacionales dieron lugar al crecimiento de la superficie sembrada y la productividad. Allí se puso sobre el tapete todo lo que hay en el pipeline en materia de nuevos eventos biotecnológicos. Este hecho, sin duda aleccionador, genera sin embargo una amarga frustración: frente a tamaña oferta tecnológica, la respuesta productiva es casi nula.
El gobierno tiene una excusa: el clima. No le quitemos protagonismo a la meteorología, pero ya no alcanza para justificar el estancamiento. Sobre todo cuando la campaña pasará a la historia por los picos de rendimiento que muchos productores alcanzaron en maíz y soja.
Y también pasará a la historia por el default triguero. El absurantes
La cosecha debería haber sido de 114 millones de tns, pero será solo de 97
do sistema comercial, destinado a asegurar el abastecimiento interno apelando al cierre estructural de las exportaciones (abriendo solo para saldos y retazos), terminó en un achique fenomenal de la siembra. Los chacareros huyeron hacia la cebada, como alternativa de invierno. Una decisión inape- Pero hay mucho más camino recorrido en la tecnología del cultivo de trigo, desde la genética hasta el control de enfermedades. Muchas semillas, fertilizantes y funguicidas quedaron en el galpón. Muchos contratistas de cosecha se quedaron en Córdoba. Muchos camioneros tuvieron que esperar “la gruesa”. Menos trabajo para las gomerías, las parrillas de camioneros, las estaciones de servicio.
Y Brasil, principal comprador de trigo del mundo, tuvo que ir a buscarlo a Kazajstán. Con toda lógica, bajó los derechos de importación extra Mercosur, haciendo perder una ventaja comercial que favorecía a la Argentina. Dejamos de producir 8 millones de toneladas, pero además pagaremos por años las consecuencias de una mala decisión. No es chiste.
Por suerte, el año pasado alguien del gobierno se dio cuenta que esta política iba a provocar un desastre en la macro.
Después de muchos cabildeos, experimentaron un cambio. Así, llegó la apertura temprana de permisos de exportación generosos (15 millones de toneladas) para la cosecha de maíz que ahora se está levantando.
Fue muy difícil remontar la decisión de no sembrar. Pero entre la apertura y la mejora de los precios internacionales provocada por la sequía en el corn belt norteamericano, muchos revirtieron su actitud.
Por eso se alcanza ahora una producción de 25 millones de toneladas. Pero tendrían que haber sido más de 30. Brasil, en cinco años, duplicó su producción (80 millones de toneladas), desalojando a la Argentina como segundo exportador mundial.
Y en plata, la brecha entre las metas y la realidad “se llama” 5.000 millones de dólares. Unas cuantas bolsas de un kilo cien. t