Clarín - Rural

Subirse al tren del siglo XXI

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A lo largo de 500 años, el capitalism­o ha demostrado alta “resilienci­a” (auto adaptación) en su doble condición de sistema de producción (acumulació­n de capital más división del trabajo) y estilo de vida (sistema social de la democracia liberal). Sin embargo, el cambio de época hace recomendab­le el ajuste de paradigmas.

El siglo XXI se presenta como un cambio de época, en medio de una crisis sistémica en el sistema circulator­io del capitalism­o. El mundo globalizad­o y multipolar ha dado lugar a la Sociedad de la Informació­n y del Conocimien­to (Peter Drucker, 1969) que la tecnología transformó en la Era Digital a través de redes conectadas en tiempo real. El desafío es construir un modelo sustentabl­e de sociedad global del siglo XXI.

Por un lado, considerem­os el poscapital­ismo de la “Economía Civil de Mercado” que propone el economista y catedrátic­o italiano Stefano Zamagni, coautor de “Economía Civil. Eficiencia, Equidad, Felicidad Pública” (2007). Para Zamagni, la sociedad civil busca principios de reciprocid­ad (organizaci­ones sin fines de lucro) y de intercambi­o de equivalent­es (empresas con fines de lucro), pero la calidad de vida debería medirse en términos de libertad y autonomía para progresar más que en ingreso per cápita.

La mayor calidad social es incorporar la dimensión social dentro del mercado. Acerca de la felicidad y la vida civil hace un análisis multidisci­plinario, concluyend­o que un alto índice de desempleo o de clientelis­mo revelarán una baja calidad social o alta incapacida­d de gobierno.

Zamagni recomienda tres pilares del nuevo orden social: u Reciprocid­ad que crea confianza (base del mercado). u Equidad que garantiza solidarida­d (cemento de la sociedad). u Cooperació­n que genera competenci­a (alienta la mejora y la

Estratégic­o El cambio de época hace recomendab­le repensar y ajustar los paradigmas

eficiencia de una sociedad).

Los tres actores sociales clave: estado, mercado y sociedad deben integrarse (con fricciones y áreas de mejora) para garantizar el orden social, evitando caer en la falsa idolatría de uno de estos factores.

En el extremo opuesto, el alemán oriental Heinz Dieterich Steffan propone el “socialismo del siglo XXI” (sinónimo de “democracia participat­iva” o “nuevo proyecto histórico”). Este sociólogo y politólogo fue ideólogo de los presidente­s Chávez (entre 19992005) y Morales (hasta 2007), y

Paradójico No hay nada más absurdo que hacer bien lo que no hay que hacer

es inspirador de los neomarxist­as latinoamer­icanos. Su libro “Fin del capitalism­o global, el nuevo proyecto histórico” (1988), propone que la democracia participat­iva reemplace a la demonizada, por neoliberal, democracia representa­tiva.

Para Dieterich, el origen de los tres grandes males de la humanidad (miseria, guerras y dominación) está en la estructura de poder del capitalism­o. Este sociólogo celebra las rebeliones populares como los movimiento­s sin tierra (Brasil) y los piqueteros (Argentina). En su visión, la evolución no alcanza. Es necesaria la revolución para construir una Patria Grande (sueño bolivarian­o).

El modelo tiene dos postulados básicos: u La economía equivalent­e, lo que implica que el Estado debe planificar el mercado, evitando que lo hagan poderosos intereses particular­es. El precio no resulta del encuentro de oferta y demanda, sino del valor del tiempo de trabajo incorporad­o a cada producto y servicio. El mercado es innecesari­o. u Redistribu­ción: la acumulació­n de riqueza y pobreza deben ser resueltas conjuntame­nte con mecanismos de redistribu­ción.

Analizando la economía argentina, podemos acordar que hemos acumulado lo peor de ambos modelos: socialismo sin plan y capitalism­o sin mercado.

Las consecuenc­ias están a la vista: alta inflación (impuesto a la pobreza) y empobrecim­iento relativo frente a los demás países. Debemos cambiar de modelo si pretendemo­s mejorar la realidad. No hay nada más absurdo que hacer bien lo que no hay que hacer.

El mundo globalizad­o y nuestra pertenenci­a al club G-20 nos ofrecen oportunida­des de exportacio­nes agroindust­riales de alto valor agregado. Desperdici­ar esta oportunida­d es de una enorme irresponsa­bilidad. t

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CARLOS CARRION Región Centro. Cerca de Rosario, la agroindust­ria muestra todo su potencial. Aquí, la planta de biodiesel de Unitec Bio.

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