Las víctimas del modelo
El autor de este artículo plantea que los impuestos, las restricciones comerciales, los cepos y las persecuciones fiscales que enfrenta el sector agropecuario son parte de un cóctel muy difícil para la supervivencia de los productores. Además, dice que es
No es fácil tener que escribir una realidad que es difícil de aceptar para todos, y que supone la degradación persistente de nuestros valores e instituciones: república, trabajo, familia, justicia, etc., instigada por parte del Gobierno nacional en forma de un goteo incesante.
En primer lugar, la palabrita que el Gobierno no quiere mencionar y está dentro de todos los hogares del país: la inflación, ya que descompone la familia, la célula fundamental de la vida, porque una gran mayoría de los argentinos no llega a fin de mes, lo que genera roces familiares, necesidades insatisfechas y empuja a muchos menores a salir a trabajar de lo que pueden para contribuir a la subsistencia de la familia.
Por otro lado está la corrupción, que nos demostró que aquí en Argentina mata, como se probó con la tragedia de Once. Una corrupción a la que la Justicia no puede atacar porque no se le permite actuar con independencia. Y a la que el Gobierno está buscando en este momento atar completamente de manos.
Luego tenemos la educación, que poco a poco viene degradándose, un hecho que nos hace envidiar la formación que tuvieron nuestros padres. Hoy lo obligado es aprobar sí o sí a los alumnos para evitar que siga creciendo la repitencia, no importa cuánto hayan efectivamente aprendido.
La República, por otro lado, está siendo atacada por la manía del Estado nacional de reducir los ingresos a las provincias y de esa forma tenerlas cautivas, para que
Rubros “El de las economías regionales está siendo asesinado por esta política”
todo dependa del estado de ánimo del poder central, dejándole solamente a los estados provinciales algunas migajas para el pago de sueldos.
Así, la obra pública en las provincias se ve visiblemente mer- mada, especialmente en aquellas provincias que no son cercanas al Ejecutivo y los ciudadanos de estas jurisdicciones se pierden de tener mejores rutas, caminos y escuelas.
La lista puede seguir hasta ocupar todas las páginas de este diario. La competitividad de la empresa es otro de los bienes que nuestro Gobierno ha lacerado, destruyendo nuestra economía y ahuyentando inversiones extranjeras, como la de la brasilera Vale, que hace algún tiempo anunció
Empresas La competitividad se ha lacerado y se ahuyentan inversiones clave
su retiro del país.
Y dentro de la economía, tenemos, como una de las grandes víctimas del equivocado rumbo oficial, al sector agropecuario, objeto de crecientes impuestos, restricciones comerciales, cepos y persecuciones por parte de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), un cóctel mortal para la supervivencia de los productores.
Un rubro especialmente afectado en este grupo es el de las economías regionales, que están siendo asesinadas por la política económica de este Gobierno.
Pero no todo el panorama es negativo. Si miramos alrededor (Uruguay, Brasil, Paraguay, Chile y Perú), podemos y debemos recordar que estos países tenían problemas similares a los nuestros e inferiores condiciones para producir. Y hoy, gracias a la determinación y la sabiduría de sus políticos y empresarios, cuentan con reglas claras, seguridad jurídica y muchas inversiones.
Entonces me pregunto en qué fallamos los argentinos. Es una pregunta que los que deciden el rumbo del país deberían hacerse, ya que ya llevamos diez años de gobierno del mismo signo político, y ya no hay forma de echarle la culpa a otras gestiones o partidos políticos de nuestras varias desventuras.
Este 2013 tenemos la posibilidad de tapar o cortar este goteo incesante de nuestros valores e instituciones, pero depende de nosotros hacerlo en el momento del voto.
Allí es donde debemos decidir si tapamos la gotera que nos está degradando como país, por el bien de nuestros hijos, nuestras familias y nuestras instituciones, o seguimos adelante en esta senda política irracional.
Nuestro destino está en manos de nuestro voto. t