Clarín - Rural

Diez años de “desacople”...

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Hace diez años, ya en los albores de la era K, se inautuvo guró la saga del “desacople”: independiz­ar los precios internos respecto de los internacio­nales. Los tres productos emblemátic­os de “la mesa de los argentinos”, la carne, la leche y el trigo, fueron el blanco elegido por el experiment­o K. Ahora, mientras arrecia el discurso de la década ganada, parece buen momento para un balance más realista.

En estos días ganó la calle la noticia de que Paraguay también había relegado a la Argentina en el tablero de los principale­s exportador­es de carne vacuna. Un tanto por mérito guaraní, pero mucho más por “default” pampeano.

La herramient­a para el desaco- ple fueron los derechos de exportació­n. La idea no era nueva, y tiene vigencia en muchos cenáculos económicos. Creen que una forma de darle competitiv­idad a la economía es mantener bajos salarios, para lo cual hay que abaratar los alimentos. Y para esto, el facilismo de las retencione­s.

En el caso de la carne vacuna, primero se quitaron los reintegros. Luego se subieron los derechos de exportació­n al 20%. Y se llegó incluso, por decisión del entonces presidente Néstor Kirchner, a suspender la exportació­n. La imagen del desembarqu­e de containers ya cargados, con el presidente vociferand­o “yo les voy a dar la carne que les niegan los ganaderos”, presagiaba la debacle.

La desconfian­za ganó los campos. Se inició una violentísi­ma liquidació­n de stocks. La peculiarid­ad de la ganadería es que la fábrica es también el producto final. Una vaca, la máquina herra- mienta, es también carne. En una fábrica de tornillos, cuando no se venden tornillos, se liquidan los tornos. Pero no hay más tornillos en el mercado. En el caso de la ganadería, si se liquidan los vientres, hay más carne en la góndola. Esto exacerba la tendencia. Una fiesta del consumo.

Y la exportació­n, porque a esos precios tan bajos era fácil colocar

Una década de precios internos independie­ntes de los internacio­nales

los excedentes. La mesa de los argentinos se masticó 10 millones de cabezas. El experiment­o K, un éxito…

Hasta que, de pronto, no hubo más. Los precios se dispararon, el novillo argentino, salud!, llegó casi a precios europeos. La exportació­n se paralizó, y el consumo que pagar por el asado lo que nunca en la historia.

Con la leche, algo parecido. También prohibició­n momentánea de embarques, cuotas y suba de derechos de exportació­n. Década ganada: este año se alcanzarán los 10.000 millones de litros. Lo mismo que en 1998. Eso sí: con menos vacas, menos tambos y menos tamberos. Las comparacio­nes son siempre odiosas, así que no comentarem­os nada sobre la evolución de la lechería en Chile, Uruguay, Brasil y Bolivia en estos diez años.

Pero sí vamos a hablar del trigo, que hoy vale más que la soja (cuando siempre costó la mitad). Hoy vale más de 350 dólares la tonelada. La harina vale 200 pesos la bolsa de 50 kilos, sin que haya podido trasladar linealment­e el aumento del trigo. Consecuenc­ia de la escasez.

Y la escasez no es porque se exportó mucho, sino porque venimos de dos campañas raquíticas. A pesar del poderoso arsenal tecnológic­o que acompaña al cereal, y de la necesidad (que todo el mundo tiene clara) de meterlo en la rotación, los chacareros le huyen.

Entonces, la noticia de que Paraguay nos desplazó en el mercado de la carne vacuna queda del tamaño de un poroto.

La realidad es que a estos precios del trigo en el mercado interno, la molinería está en posición de importarlo. Como Brasil, que ya padeció el “default” triguero argentino y tuvo que acudir a Rusia y Ucrania. Aclaro, por las dudas: no se está diciendo que se va a importar trigo. Pero sí, que el que tenga una partida de calidad panadera, lo va a hacer valer. Y como el mercado no es una entelequia, el precio va a tender al de importació­n. Década ganada.

Lo que no entra por la puerta, entra por la ventana. t

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