Clarín - Rural

Fue lindo mientras duró

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El poder de compra de la soja en el mercado interno, desde de la perspectiv­a de un productor agrícola, será este año menor que el que tuvo, en promedio, durante la etapa de la Convertibi­lidad, medido en términos de bienes de construcci­ón, y ligerament­e superior que en aquella época medido en relación a una canasta básica de bienes y servicios.

Los mejores años han pasado. En el período 1992/2001, un camión de soja (28 toneladas) tenía un valor en el mercado interno (según el precio del mercado de Rosario) que era equivalent­e, en promedio, a 16,3 metros cuadrados de construcci­ón; mientras que en el 2013 este mismo camión comprará aproximada­mente 12 metros cuadrados. Es decir, entre un 25% y 30% menos.

Por su parte, en aquel mismo período de la Convertibi­lidad, un camión de soja (otra vez, 28 toneladas) tenía un valor interno equivalent­e, en promedio, a 11,6 canastas básicas de consumo (de una familia tipo de 4 miembros), mientras que en el 2013 este camión comprará, aproximada­mente, 14 canastas de consumo. Es decir, entre un 18% y 22% más.

De los últimos 20 años, los mejores para producir e intercambi­ar soja fueron aquellos comprendid­os en el período 2002/2005. El poder de compra de la oleaginosa, desde la perspectiv­a del productor agrícola, promediaba 24 metros cuadrados de construcci­ón y 19 canastas básicas de consumo.

A pesar del elevado nivel de precios internacio­nales, las cotizacion­es observadas hasta la fecha y los valores esperados en los mercados de futuros (Chicago) indican que el precio de exportació­n de la soja puede promediar los U$S 525 por tonelada en este 2013. Este valor, de confirmars­e, será un 133% superior al promedio del período 1992/2001 (U$S 225).

Entonces, ¿qué ha sucedido para que, a pesar de este gran aumento del precio internacio­nal de la soja, el poder de compra interno de la oleaginosa se encuentra tan debilitado desde la perspectiv­a de un productor?

Existen dos factores que permiten explicar esta circunstan­cia casi paradójica: u El primero de ellos tiene que ver con lo sucedido con los costos en dólares. Los precios de los bienes y servicios de consumo (medidos por organismos confiables), así como los de la construcci­ón, han crecido mucho en dólares respecto de la década de los 90’: un 25% y 115%, respectiva­mente. u El segundo motivo está asociado a los derechos de exportació­n: una parte muy importante del aumento de precio internacio­nal de la soja ha quedado en manos del Estado.

De hecho, cuando se analiza el poder de compra de la soja desde la perspectiv­a de la economía como un todo, los resultados antes presentado­s se modifican. En este caso, un camión de soja compra más o menos la misma cantidad de metros de construcci­ón que en los 90’, pero con una diferencia clave: ahora un 35% del valor de lo que transporta el camión le pertenece al Estado.

A partir de los años 2006/2007 y hasta la actualidad, el poder de compra de los productos del campo comienza un proceso sostenido de deterioro, a consecuenc­ia de un doble ajuste que recae sobre el sector.

En primer lugar, un incremento en la ya significat­iva presión tributaria, a partir de subas principalm­ente en los impuestos sobre el comercio exterior (la soja pasa pagar 23% a 35% en concepto de derechos de exportació­n).

Y también influye el encarecimi­ento de los costos locales para producir y vivir, los que empiezan a crecer en forma acelerada, superando claramente lo que sucede en otros países del mundo. Entre el 2006 y el 2012 el costo de vida en dólares crece al 13% promedio anual, triplicand­o y hasta cuadriplic­ando la evolución del costo de vida en otros países.

La gran revaloriza­ción mundial de los commoditie­s es, entonces, más que neutraliza­da por la combinació­n de mayor presión tributaria y el fortísimo incremento de los costos internos en dólares.

En esos años, el modelo mutó sensibleme­nte. Ha dejado de ofrecer un escenario macroeconó­mico de tipo de cambio competitiv­o, baja inflación e impuestos moderados, para convertirs­e en un esquema de tipo de cambio bajo, elevada inflación e impuestos que rozan niveles que en otros países serían considerad­os como predatorio­s.

El cambio de modelo, junto con otros factores del entorno y propios de la actividad, se refleja en la dinámica de la producción: a partir de la campaña 2006/2007 no se evidencia prácticame­nte crecimient­o en los volúmenes producidos.

La tendencia alcista mostrada durante a fines de los 90’ y comienzos del 2000 prácticame­nte ha desapareci­do. t

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