Clarín - Rural

El trigo pone velocidad crucero y ahora mira cómo rendir más.

Gustavo Ferrari, experto del INTA A Pergamino, brinda consejos clave.

- PERGAMINO. ENVIADO ESPECIAL Juan I. Martínez Dodda clarinrura­l@clarin.com

“Con echarle gasoil no alcanza”. No son las palabras que se espera escuchar de Gustavo Ferrari, investigad­or en nutrición de cultivos y fertilidad de suelos del INTA Pergamino, pero sí el concepto claro y sencillo que intenta transmitir.

En diálogo con Clarín Rural, analizó a fondo las respuestas que están obteniendo a la fertilizac­ión en cultivos de invierno, una tarea que debe ser acompañada con rotaciones para no perder estructura de suelo.

Para continuar con la metáfora automovilí­stica, el “combustibl­e” hídrico para comenzar la campaña 2013/14 está dado. En el norte bonaerense los lotes han recibido una buena recarga durante el otoño y el pronóstico marca niveles estables y no excesivos como sí sucedió en la campaña pasada.

En lo que respecta a la estructura de los suelos, la caída de la superficie de maíz y cereales de invierno en los últimos años generó procesos físicos de degradació­n y balance negativo de materia orgánica (MO) que, en algunos casos, redunda en problemas de compactaci­ón.

“Sería importante revertir esta situación, que no se puede mejorar mediante fertilizac­ión”, apuntó Ferraris. Y agregó: “Las prácticas conservaci­onistas tienen tres pilares: siembra directa, adecuada fertilizac­ión y rotación de cultivos, y sin dudas, esta última es la que tenemos más descuidada”.

Tanto en trigo como en cebada, nitrógeno, fósforo y azufre determinan el 90% de la respuesta nutriciona­l posible. Pero para conocer las cantidades que se necesitan aplicar, el análisis de suelo para determinar las condicione­s presiembra es clave.

“En lo que respecta al fósforo, hemos visto que cuando los suelos están con una disponibil­idad por debajo de 16 partes por millón (ppm) se pueden lograr respuestas que son superiores al 10%”, explicó Ferraris.

El especialis­ta recordó que la cebada expresa un poco más de respuesta que el trigo a la fertilizac­ión fosfatada. “Tiene que ver con que define su rendimient­o más temprano y el fósforo es de gran ayuda en eso”, explicó.

El nitrógeno, fósforo y azufre son el 90% de la respuesta nutriciona­l

En cuanto al nitrógeno, para trigo y en el norte de Buenos Aires, se ha documentad­o que con una disponibil­idad, sumando lo disponible en el suelo más la cantidad de nutriente del fertilizan­te, de 135 unidades, es suficiente para alcanzar rendimient­os medios de 4 toneladas por hectárea. En niveles de alta producción (más de 5 toneladas) se necesitan 150 unidades.

Según el aporte de Ferraris, la cebada “es más rústica y puede sostener rendimient­os elevados con disponibil­idades de nitrógeno más bajas”. Pero esto lleva a que muchas veces tengan fuertes diluciones de nitrógeno en planta y queden con proteínas excesivame­nte bajas.

“En este sentido, si la cebada tiene destino cervecero requerirá una refertiliz­ación”, recomendó.

En lo que respecta a azufre se han obtenido respuestas de entre 5% y 10% en los cultivos de invierno y alrededor de 10% en cultivos de verano siguientes.

“Como el azufre es un elemento requerido en cantidades pequeñas y el costo es bajo, las respuestas son altas”, indicó.

Más allá de nitrógeno, fósforo y azufre, hay otros elementos que en planteos intensivos y de alto rendimient­o empiezan a mostrar incipiente­s respuestas nutriciona­les. Tal es el caso del zinc: “Cuando la disponibil­idad en la capa superior del suelo está por debajo de una parte por millón, la chance de encontrar respuestas positivas aumenta significat­ivamente”, explicó.

Tradiciona­lmente, en la región norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe se recomendó la fertilizac­ión a la siembra, porque es el momento en que los suelos tienen más humedad y la absorción de los cultivos es más rápida. “Esto aún es válido para niveles de rendimient­o medios, de hasta 4 toneladas por hectárea; sin embargo, el crecimient­o del potencial de rendimient­o hizo que en los últimos tiempos, en esos planteos de alta productivi­dad, la fertilizac­ión dividida haya empezado a tener mejores resultados que la fertilizac­ión a la siembra”, indicó Ferraris.

Se apunta a aplicacion­es tardías. “No en macollaje, que es el momento clásico de la refertiliz­ación, sino en hoja bandera”, especificó, aunque Ferraris advierte que esta práctica “se paga” en cultivos que premian la calidad, como la cebada o los trigos candeales.

Y finalizó con un reclamo y una esperanza: “La tecnología está. Ahora es necesario desarrolla­r incentivos y que esa proteína se pague también en el resto de los trigos, para que sea implementa­da masivament­e por los productore­s”.

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ROBERTO PERA
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A campo. Ferraris haciendo mediciones en ensayos de fertilizac­ión en parcelas de trigo en el INTA Pergamino.
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HERNAN ROJAS A duo. Arriba, la siembra, etapa en la que antes se recomendab­a aplicar toda la fuente de nutrientes, por la mayor humedad de los suelos. Actualment­e, se aconseja dividir la dosis en dos momentos, de acuerdo al destino final de la producción. A la...

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