Cuestión de familia
En Charata, la familia Rodríguez arrancó como contratista y, luego de años, compró su primera chacra. Hoy, hace punta en manejo y tecnología.
Rubén Rodríguez empezó como contratista, dando servicios con sus máquinas. Tras dos décadas, pudo adquirir su primera y pequeña chacra. Ahora, con 700 hectáreas (mitad alquiladas) y el equipo familiar, tiene una empresa mediana con agricultura de punta.
Ante los riesgos productivos y los propios del negocio agrícola, todos los productores, ya sean chicos, medianos o grandes, son iguales. Lo que diferencia a unos de otros, a veces, es la “espalda” para aguantar los malos momentos. Por esto, tener estrategias competitivas es clave para seguir siendo parte de la rueda y seguir girando.
De esta manera lo entendió la familia Rodríguez, en Charata, al sudoeste de Chaco. Allí, conforman una firma mediana que produce en una zona difícil, a pesar de lo cual encontraron las claves productivas y empresarias para desarrollarse a pleno.
Dentro de la familia Rodríguez, todos tienen una tarea asignada. Leandro Rodríguez es ingeniero agrónomo y el segundo de los cuatro hermanos. En diálogo con Clarín Rural, toma la palabra mientras despunta el amanecer chaqueño, ante la mirada de su padre y su madre, Rubén e Irene, y de sus hermanos menores, Ema-
La empresa es de chica a mediana: siembra 700 hectáreas (350 propias)
nuel y Cecilia, que es contadora. Rubén y Emanuel se encargan de actividades cotidianas de la producción, mientras Irene y Cecilia están en la parte administrativa. Cristian, el mayor de los hermanos, está dedicado a la medicina.
Leandro cuenta que la empresa surgió por el esfuerzo de su padre y de su abuelo hace unos 35 años. Ellos trabajaron juntos hasta que su padre, por diferencias con su abuelo, como en tantas familias, se abrió por su cuenta. Así, Rubén, entre mediados de los ‘80 y el 2000, brindó servicios de cosecha, primero como peón y luego como propietario de fierros, en la zona de Charata. Durante esas dos décadas creció prestando servicios y en cantidad de hectáreas trabajadas, hasta que en el año 2004 tuvo la posibilidad de comprar la primera chacra. A casi diez años de este hecho, hoy producen en 350 hectáreas propias y 350 hectáreas alquiladas, mientras que, paralelamente, la firma siguió creciendo como contratistas de maquinaria.
Para la empresa, la sinergia entre la prestación de servicios y la producción agrícola fue fundamental para expandirse.
Rubén comenta que es importantísimo, para ser competitivos, “conocer la zona, sobre todo cuando sos contratista, ya que es una región que no permite errores, además de que debemos adoptar toda la tecnología disponible”.
El hombre hace mucho hincapié en tener una mirada de mediano plazo. “Siempre hay que hacer un manejo pensando en el mañana, pero teniendo en cuenta la realidad de hoy”, adiverte. Por ejemplo, dice que si no hay agua disponible en el perfil para sembrar, en esta zona mejor no hacerlo, porque crecen mucho las chances de que el cultivo fracase.
Rubén trasladó a sus hijos estos aspectos clave para tomar decisiones. Leandro, que está a cargo de la asesoría técnica de la empresa familiar y trabaja también como técnico afuera, dice que en la región están viviendo a pleno algunas cuestiones que marcan los desafíos de la producción agrícola, como el de las malezas duras.
El joven detalla que hay cuatro especies de muy difícil control en la zona, entre las que está el pasto blanco, la rama negra, una especie de malva y verdolaga, pero aclara que son especies que, haciendo un tratamiento a tiempo, se pueden manejar. Los problemas de malezas difíciles son severos en la región. Cuenta Leandro que, en los casos extremos, los productores llegan a hacer una labranza primaria para solucionar la gran infestación. Y esto se puede ver recorriendo los lotes: muchos muestran síntomas claros de la roturación, como suelos completamente desprovistos de rastrojo y terrones de tierra que se mezclan con tierra fina en superficie.
Una de las estrategias que encontraron los Rodríguez para morigerar la infestación con malezas
es la siembra de cultivos invernales. Para ellos, el trigo o el girasol de invierno son estratégicos, ya que de esta manera limitan los escapes de malezas que se dan en primavera y que, por las condiciones climáticas, son de difícil control químico.
El técnico explica que hacen trigo en rotación con soja, pero también están evaluando la posibilidad de hacer trigo/maíz o sorgo, ya que la soja está teniendo una serie de costos adicionales importantes en lo que hace a la sanidad. En este sentido, se ilusiona con los nuevos materiales BtRR2 que llegarán esta campaña para la región, aunque mantiene algunos recaudos. “Haremos de 10% a 20% de la superficie de soja BtRR2, ya que igualmente debemos entrar a los lotes para monitorear y hacer aplicaciones”, sostiene.
Respecto al trigo, en esta campaña en particular sus buenos precios permiten esperazarse. Leandro dice que con buenos valores, costos bajos, la rentabilidad es alta, si hay buenos rindes.
Cuenta que el girasol de invierno se hace en rotación con maíz o sorgo, aunque dice que, con la oleaginosa, a veces se retrasan los tiempos óptimos para la siembra del cultivo posterior, y eso aumenta los riesgos de fracasos.
Así, los Rodríguez tienen tres sistemas de rotación: soja de primera - girasol de invierno/sorgo de segunda - maíz; o trigo/soja de segunda - girasol de invierno/ sorgo de segunda - maíz y, finalmente, trigo/soja de segunda o trigo/sorgo o maíz de segunda.
Entre tantas cosas, otra de las apuestas de los Rodríguez es la alfalfa. Leandro detalla que es la primera vez que la hacen, y que apuntan a poder hacer fardos todo el año. Además, piensan obtener semilla para vender en la cuenca lechera santafesina.
Esta familia de Charata demuestra que, en las zonas difíciles y más allá del tamaño, también se puede ser competitivo. Hay que tener objetivos claros y no perder el rumbo.