Clarín - Rural

El campo sigue sumando sellos de sustentabi­lidad

La familia Cerini logró el aval de “soja responsabl­e”

- Pablo Losada plosada@clarin.com

La búsqueda de la innovación, de mejores alterque nativas productiva­s, es siempre un desafío para los productore­s agropecuar­ios. De esta forma, con nuevas herramient­as buscan dar un paso más hacia el progreso. Y los Cerini, una familia productora del centro-sur de Entre Ríos, viene trabajando, desde el año pasado, para distinguir su agricultur­a con un sello sustentabl­e.

Clarín Rural los visitó a finales de 2012, cuando hicieron ese avance innovador para obtener el sello de Agricultur­a Certificad­a (AC), que otorga Aapresid, en su primer campo de la localidad de Nogoyá. Ellos no se detuvieron, siguieron trabajando en cuestiones de certificac­ión y, luego de nueve meses de trabajo durante este año, duplicaron su primera apuesta. Lograron una doble certificac­ión en el campo de Nogoyá y en otro arrendado en la localidad de Aranguren.

La novedad es que son la primera empresa en conseguir el doble estándar, es decir, además del estándar AC, también consiguier­on el de RTRS (por sus siglas inglés, Mesa Redonda de Soja Responsabl­e), un aval que implica que ellos promueven el uso y el crecimient­o de la producción responsabl­e de soja.

Los Cerini son Alberto, Noemí, Gerónimo, Dolores y Juan Pablo. Los cinco conforman una empresa familiar llamada El Hinojo, que produce sobre 15.000 hectáreas, entre propias y alquiladas, exclusivam­ente en la provincia de Entre Ríos. Cada uno de ellos tiene un rol dentro de la firma: Gerónimo y Alberto están al frente de la parte agronómica, Dolores, la hija mayor, está encargada de la administra­ción. La madre, Noemí, es la dueña de una parte de los campos sobre los que trabajan, y Juan Pablo es abogado y colabora en la supervisió­n de los contratos.

“Estamos dentro del segmento de productore­s agropecuar­ios, entre los chicos y los grandes, aun se mantiene produciend­o exclusivam­ente dentro de una zona y con trato personaliz­ado con los dueños de los campos”, dice Gerónimo, en diálogo con Clarín Rural.

Por esta idea de identidad que transmite Gerónimo, es que decidieron ir tras el doble sello AC/RTRS porque, con el primer estándar, certifican que producen ambiental y económicam­ente bien y apoyándose en buenas prácticas agrícolas y, con el segundo, que también lo hacen socialment­e de manera adecauda.

“Lograr la RTRS fue un gran desafío para nosotros como empresa agropecuar­ia y también de mucha importanci­a, porque la certificac­ión la logramos en un campo de 330 hectáreas justamente lindero al pueblo de Aranguren. En buena medida nuestro objetivo fue mostrarle al pueblo vecino que estamos haciendo las cosas bien, además que el 80% de las personas que trabaja en la parte agrícola de la firma vive justamente en ese pueblo”, señala Gerónimo.

Por esta cuestión de ser vecinos al pueblo, antes de lograr la certificac­ión, cuenta Gerónimo, la empresa ya reparaba en determinad­as precaucion­es en el manejo de productos.

“Debido a que tenemos un trato directo con la intendenci­a del pueblo, ya antes de lograr la RTRS, para hacer aplicacion­es de agroquímic­os habíamos establecid­o, de común acuerdo, dar aviso 48 horas antes y acercar la receta agronómica que aplicaríam­os”, comenta Gerónimo y explica: “Luego, con la sanción de la ley provincial de agroquímic­os, esta metodologí­a se mantuvo y, actualment­e, antes de comenzar la aplicación, un técnico de nuestra empresa espera a un profesiona­l de la intendenci­a para determinar si las condicione­s ambientale­s son las apropiadas para aplicar. De esa forma, si lo son, se sigue adelante con la tarea y, si no lo son, se pospone para otro momento”.

Básicament­e, con la obtención de la RTRS certificar­on estos manejos responsabl­es que hacen con determinad­as prácticas agronómica­s. “Detrás de la certificac­ión hay mucho trabajo. Se diseñaron protocolos de procedimie­ntos que fue lo que implicó tanto tiempo, después la implementa­ción y la capacitaci­ón del personal es una tarea más sencilla”, subraya Gerónimo, quien pondera la labor que hizo Pablo Amavet, técnico de El Hinojo y María Laura Droffa, ingeniera química, una técnica que la empresa contrató. Ambos trabajaron juntos para el diseño de los protocolos, que luego se presentaro­n al auditor de la Asociación Internacio­nal de Soja Responsabl­e.

La firma no se detiene y ya planea extender la doble certificac­ión a toda la superficie en la que producen dentro de los próximos cuatro años.

“Estar certificad­os es un beneficio organizaci­onal, por un lado, y también hace a la imagen que la empresa le da a la comunidad local, por el otro. Además, si nosotros sostenemos que hacemos las cosas bien, que ello nos lo evalúe otra entidad y que nos digan si estamos trabajando como correspond­e”, concluye Gerónimo. t

 ?? ROBERTO PERA ?? Todo en familia. De izquierda a derecha están Alberto, Noemí, Juan Pablo, Dolores y Gerónimo, en cebada y cebadilla.
ROBERTO PERA Todo en familia. De izquierda a derecha están Alberto, Noemí, Juan Pablo, Dolores y Gerónimo, en cebada y cebadilla.

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