Buscando respuestas nuevas en el suelo
El proyecto Biospas estudia a fondo su biología, para intentar encontrar estrategias renovadas para tener mayor productividad y sustentabilidad.
No es lo mismo atravesar a tientas un bosque en una noche cerrada que contar con lentes infrarrojas. Identificar lo que está en las sombras, lo oculto a simple vista, es lo que se propusieron hace cinco años doce grupos de investigadores que aunaron esfuerzos a través del proyecto Biospas. Se trata de buscar la historia y futuro del suelo desde una óptica diferente: la vida que hay en él, lo que “dice” la presencia o ausencia de microorganismos y bacterias.
“Biología del Suelo y Producción Agraria Sustentable (eso significa Biospas) busca determinar nuevos indicadores de la calidad del suelo y del trabajo que sobre él se viene haciendo”, explicó, desde Pergamino, en diálogo con Clarín Rural, Luis Wall, investigador principal del Conicet y coordinador del proyecto. Y resumió: “Estudiamos los microorganismos del suelo e intentamos ponerle luz a la caja negra del suelo, lo que no se ve pero que permite y potencia el crecimiento de las plantas”.
Del proyecto participan Aapresid, Rizobacter y el Grupo Romagnoli, entre otros, y cuenta con el financiamiento de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de la Nación. El objetivo es generar indicadores para detectar buenos y malos manejos, inferir rendimientos futuros y certificar prácticas agrícolas.
Para empezar a entender la relevancia del trabajo, Wall explicó que “todos los análisis de calidad de suelo que se usan en la Argentina y el mundo son sobre la base de química y física del suelo, pero no hay indicadores de base biológica para determinar la salud del suelo”. Para hacer los análisis se eligieron cuatro zonas con suelos de diferentes texturas en centro y sur de Córdoba, norte de Buenos Aires y centro de Entre Ríos.
A esto se sumó un ambiente natural con al menos 30 años sin cultivo agrícola. Se preguntaron si es posible encontrar rasgos biológicos que caractericen a las buenas prácticas independientemente de la textura del suelo y del ambiente.
Se buscó maso y mesofauna (invertebrados macroscópicos del suelo) y hongos micorrízicos. También se hizo un enfoque metagenómico; esto es, “mirar la biología del suelo desde el punto de vista genético, directamente el ADN del suelo, para analizar comunidades bacterianas. Finalmente, se hicieron estudios bioquímicos para estudiar lípidos, algunas proteínas, perfiles de respiración del suelo y las actividades enzimáticas.
“Estamos ante una nueva frontera del conocimiento”, se entusiasmó Wall. “En un gramo de suelo hay 10.000 millones de microorganismos, más habitantes que seres humanos en el planeta, y hoy sólo conocemos y manejamos en el laboratorio un 1%”, reconoció Wall.
Gustavo González Anta, director de Rizobacter y gerente de Desarrollo y Servicio Técnico, ponderó los estudios por su valor agronómico e industrial. “Los indicadores biológicos tienen más sensibilidad que los físicos y químicos tradicionales y permiten ver los cambios a nivel de lote de manera más concreta y tomar decisiones en el corto plazo”, indicó.
González Anta también puso en relevancia el avance en el desarrollo de insumos más amigables con el medioamente. “Hemos generado una colección de microorganismos que no se agotan solamente en saber qué bichos están, sino cómo, a través de su actividad, permiten una mejor nutrición de la plantas, reducen los estreses bióticos y abióticos y, en definitiva, generan un aumento de la producción”, indicó. Esta “colección” de microorganismos -como la llama González Anta- abre la puerta hacia la transformación industrial que permitirá desde solubilizar fósforo hasta biocontrolar enfermedades o mejorar la fijación biólogica de nitrógeno.
Basta con mirar lo que se está haciendo en el mundo para terminar de cuantificar el estudio realizado por este grupo de investigadores. En la Unión Europea se trabaja en grandes consorcios que buscan indicadores ecológicos de uso de suelos agrícolas a escalas regionales. “Los trabajos realizados hasta ahora han encontrado respuesta en sistemas de disturbio más marcados, como el cambio que se produce en el paso de suelos vírgenes de la selva amazónica a su uso agrícola, pero nosotros estamos encontrando respuestas similares en términos de variación de la diversidad biológica a una escala mucho más fina, porque las situaciones que nos pusimos en estudio no son tan contrastantes”, finalizó Wall.