Clarín - Rural

Africa mía

El argentino Emiliano Mroue, con otro joven compatriot­a, fue a Sierra Leona a producir arroz. En ese país, tras una cruenta guerra civil, ve una gran oportunida­d para el conocimien­to y la tecnología de Argentina. Ahora le sumará la soja. Una historia para

- Lucas Villamil lvillamil@clarin.com

Emiliano Mroue hizo de la producción de alimentos una aventura digna de Indiana Jones. Hace tres años, cuando tenía apenas veintiséis, alquiló 400 hectáreas en Sierra Leona, en el oeste africano, y comenzó a producir arroz. Ese país acababa de salir de una larguísima guerra civil, la infraestru­ctura era paupérrima y los rendimient­os eran mínimos, pero en lugar de dificultad­es, Mroue vio enormes oportunida­des.

Una gran cantidad de recursos naturales a muy bajo costo, sumados a la tecnología y el conocimien­to de los productore­s argentinos fueron los factores que lo impulsaron a tomar la decisión.

En octubre de 2011, tras cinco años de trabajar en Alemania para una empresa multinacio­nal de consumo masivo, Mroue - licenciado en Economía Empresaria­ldecidió que era el momento de emprender algo propio. “Estuve de vacaciones varias veces en Africa. Pasé por Kenia, Mozambique, Sierra Leona y otros países, y vi que aquí había un gran potencial para desarrolla­r un proyecto de este tipo”, dice desde Freetown, la capital de Sierra Leona, en diálogo con Clarín Rural.

Entonces convenció a su primo, Patricio Imerito, y juntos se asociaron con el africano Dayo Metzger para fundar West African Rice Company ( WARC).

El modelo de negocios en Sierra Leona es muy distinto al modelo de negocios agrícolas en la Argentina. “Acá los productore­s locales tienen superficie­s de una o dos hectáreas y no tienen ni tecnología ni capital. El 70% de la población depende de la agricultur­a de subsistenc­ia y si les va mal se pueden generar hambrunas generaliza­das. Nunca logran tener un excedente”, dice Mroue.

En Sierra Leona, como en muchos otros países de África, los extranjero­s no pueden comprar tierras, pero la empresa de Mroue tiene contratos de arrendamie­nto por un plazo de 75 años a un valor de doce dólares por hectárea. “Es prácticame­nte como comprarlo, pero el título sigue siendo de las comunidade­s locales”, explica.

Luego agrega: “Nosotros, además de producir en esas 400 hectáreas, buscamos integrar a todos los pequeños productore­s que hay alrededor de las tierras que alquilamos, les damos insumos y asesoramie­nto para que puedan mejorar su productivi­dad y logren tener algún excedente, y ellos nos pagan en especies con una parte de ese incremento de la productivi­dad”. En ese sentido, funcionan como un vínculo entre el capital y los pequeños productore­s.

Los productore­s de Sierra Leona producen entre 300 y 500 kilos de arroz por hectárea, mientras que los arroceros argentinos pueden llegar a superar los 10.000 kilos por hectárea. Pero el punto de equilibrio es muy diferente, ya que en Argentina se necesitan unos 7.500 kilos para no perder plata, mientras que en Sierra Leona, con 2.000 kilos por hectárea se genera cierta rentabilid­ad. Allí es donde Mroue encuentra el gran potencial del negocio.

“Ajustando algunas variables se podría generar un enorme salto en la productivi­dad, pasando de los 500 kilos actuales a cerca de 6.000 kilos por hectárea. Para esto apuntamos a apalancarn­os en el enorme caudal de conocimien­to que hay en la Argentina”, dice.

Desde la puesta en marcha del proyecto los emprendedo­res cuentan con un ingeniero local, pero además se asesoraron con el ingeniero hídrico argentino Juan Ramón Iturburu y con el especialis­ta en arroz Pablo Martí. En la combinació­n del conocimien­to de punta con los ricos suelos africa-

nos está la clave.

“Los suelos de Sierra Leona tienen entre un 8% y un 12% de materia orgánica, 115 ppm de nitrógeno y un alto contenido de fósforo - detalla Mroue-. El principal desafío es que tienden a ser un poco ácidos ( el ph está entre 5 y 6 mientras que el ideal para producir arroz es 6.5), pero estamos trabajando para modificarl­o”.

La empresa de Mroue e Imerito aun está en la fase inicial, por lo que la rentabilid­ad está lejos de su potencial. El presente los encuentra sistematiz­ando los campos para poder hacer un uso racional del agua, ya que las precipitac­iones anuales - que son de entre 2.500 y 3.500 milímetros- se concentran en solo tres o cuatro meses, que a su vez son los de menor radiación solar.

Aunque gran parte de la siembra, sobre todo la de las tierras que pertenecen a los pequeños productore­s, se seguirá haciendo manualment­e, la empresa está en el proceso de mecanizar las labores. Para eso cuentan con una

Con la certificac­ión de arroz orgánico exportarán a EE. UU. y Europa

sembradora de directa Semeato y piensan sumar la Gurisa, de Gimetal. Las cosechador­as, por su parte, por ahora son chinas.

Respecto a la comerciali­zación, la visión de la empresa a mediano plazo es generar un producto orgánico y socialment­e responsabl­e. Cuando lo puedan certificar, apuntarán a los mercados nicho que hay para eso en Europa y Norteaméri­ca. Mientras tanto, se concentran en el mercado interno para contribuir a una necesaria sustitució­n de importacio­nes. “Sierra Leona importa el 40% del arroz que consume, y eso representa el 10% de las importacio­nes totales. El país se gasta una fortuna de plata que no tiene en algo que evidenteme­nte se puede producir acá”, dice Mroue.

Además del enorme potencial de los suelos y del mercado, Sierra Leona tiene como ventaja una actitud estatal muy favorable a la inversión. “La atmósfera general para hacer negocios, sobre todo en agricultur­a, es muy conducente. Tenemos exenciones impositiva­s y otros beneficios fiscales que provee el Gobierno de Sierra Leona que son muy interesant­es, sobre todo al compararlo­s con la Argentina. Acá no pagamos ningún impuesto a la importació­n y no pagamos impuesto a las ganancias por diez años. Ni hablar de retencione­s a las exportacio­nes, y por ser uno de los países más pobres del mundo, tenemos acceso a la Unión Europea libre de impuestos”, describe Mroue. Luego agrega que hay mucho capital disponible de los organismos internacio­nales para desarrolla­r este tipo de proyectos.

“Una vez que se alcance una productivi­dad estable esto puede crecer muy rápidament­e. Hoy el objetivo es mantener este tamaño hasta que se alcancen rendimient­os de 5- 6 toneladas por hectárea, y después será muy factible conseguir capital para crecer a 10.000 o 15.000 hectáreas en el plazo de tres a cinco años. Donde estamos ubicados hay 50.000 hectáreas libres y un río caudaloso ideal para el riego”, remarca.

Mientras tanto, los aventurero­s estudian otras variantes para intensific­ar la producción, sumando el cultivo de soja al esquema. “Claramente, los productore­s argentinos están a la vanguardia en soja. Por eso en octubre haremos un ensayo de 20- 30 hectáreas con un grupo rosarino que se llama Albardónbi­o, cuyo negocio central es la producción de biodiesel a base de aceite de soja. Ellos traerán el conocimien­to técnico y el paquete tecnológic­o”, dice el joven.

“Con la soja podríamos fomentar el consumo de proteínas en esta parte del mundo, que es muy bajo, y agronómica­mente, la rotación soja/ arroz es muy buena porque la soja provee el nitrógeno que el arroz consume. Igualmente, los campos destinados al mercado europeo, que serán certificad­os como orgánicos, no podrán ser rotados con soja”, concluye.

Para los más intrépidos, y hay argentinos entre ellos, en África está todo por hacer.

 ??  ?? África mía. Un grupo de locales en la tarea de recolecció­n. Lo clásico es hacerlo manualment­e, pero está cambiando.
África mía. Un grupo de locales en la tarea de recolecció­n. Lo clásico es hacerlo manualment­e, pero está cambiando.
 ??  ?? Técnica local. Una parcela de plantines que serán transplant­ados siguiendo un sistema de intensific­ación. Con el transplant­e temprano, riego cada seis días y fertilizac­ión se aumentan entre 50% y 100% los rindes.
Técnica local. Una parcela de plantines que serán transplant­ados siguiendo un sistema de intensific­ación. Con el transplant­e temprano, riego cada seis días y fertilizac­ión se aumentan entre 50% y 100% los rindes.
 ??  ?? Intrépidos. Los argentinos Mroue ( izq.) e Imerito, tras ir al campo en moto.
Intrépidos. Los argentinos Mroue ( izq.) e Imerito, tras ir al campo en moto.
 ??  ?? Hay equipo. Mroue con dos socios africanos, en un campo a unos 300 kilómetros de la capital, Freetown.
Hay equipo. Mroue con dos socios africanos, en un campo a unos 300 kilómetros de la capital, Freetown.
 ??  ?? Cosecha. Una mujer africana en plena recolecció­n del arroz. Una parte de esa tarea se hace manualment­e y otra parte está mecanizada. Por ahora usan cosechador­as chinas de poco ancho de labor.
Cosecha. Una mujer africana en plena recolecció­n del arroz. Una parte de esa tarea se hace manualment­e y otra parte está mecanizada. Por ahora usan cosechador­as chinas de poco ancho de labor.
 ??  ?? Ingenieros. El africano Daniel Saidu ( izq.) y su colega argentino Pablo Marti.
Ingenieros. El africano Daniel Saidu ( izq.) y su colega argentino Pablo Marti.
 ??  ?? En equipo. Representa­ntes de la FAO en el campo junto a Mroue e Imerito.
En equipo. Representa­ntes de la FAO en el campo junto a Mroue e Imerito.

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