Clarín - Rural

Adiós a un pionero

- Héctor A. Huergo

El fallecimie­nto de Eduardo Leguizamón enluta a todo el campo. De profesión abogado, elaboró una visión sobre el rol de la tecnología en el desarrollo del sector. Hombre enérgico y con vocación por romper paradigmas, encontró en Nidera ( fue su presidente entre 1997 y 2001) el ámbito propicio para introducir nuevas ideas.

Con Francisco Firpo fundaron el semillero que mayores innovacion­es introdujo en la agricultur­a argentina. Entre ellas, el germoplasm­a de maíz amarillo dentado, una alternativ­a frente al clásico maíz Flint que caracteriz­aba a la producción argentina. Hoy no se discute la supremacía de estos híbridos. Fue pionero en la introducci­ón de la biotecnolo­gía. La primera variedad de soja con el gen RR fuera de los EE. UU. fue lograda en 1996, durante su ciclo en esa empresa. En los mismos años se introdujo el germoplasm­a francés de trigo, inaugurand­o la generación “Baguette” que también significó una ruptura fuerte respecto de los materiales generaliza­dos en el país. La “pasión por el rinde” fue el leit motiv que lo acompañarí­a en todos sus emprendimi­entos, y no se resumía a la genética. Impulsó el uso de fertilizan­tes y agroquímic­os modernos.

Tras retirarse de Nidera formó su propia compañía dedicada a la explotació­n agropecuar­ia, sembrando distintos cultivos en la provincia de Entre Ríos. Al tiempo, saltó a Uruguay convirtién­dose en el pionero de la pléyade de productore­s argentinos que desembarca­ron en el país vecino, convirtien­do campos ganaderos en campos agrícolas de altos rindes. Eduardo Leguizamón deja una impronta muy fuerte en la era de la modernizac­ión del agro argentino.

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