¡Aguanten los terneros!
En el campo salteño que conduce Carlos Saravia se especializan solo en la cría, para producir terneros con la mayor eficiencia. Con el respaldo de un fondo de inversión de EE.UU., apostaron a la genética Braford. Cómo se integra con el resto de la cadena.
Con el avance de la agricultura, la ganadería comenzó a encontrar espacios en sitios que hace algunos años eran impensados para la actividad. En el caso del norte argentino, los bovinos ganan un lugar cada vez más destacado, sin perder eficiencia a la hora de contar kilos de carne producidos.
Al recorrer esta región no sorprende encontrar esquemas bien aceitados de cría, recría y hasta productores que se animan al ciclo completo, con muy buenos resultados. Cada uno utiliza las herramientas disponibles para crecer en un escenario complejo, en donde las limitantes climáticas marcan la cancha y obligan a que los ganaderos agudicen al máximo el manejo de su rodeo.
En este marco, el norte también puede ser una gran usina generadora de animales livianos, como lo demuestra el caso del establecimiento San Simón, ubicado a unos 40 kilómetros de Salta. Desde hace ocho años, comenzaron a desarrollar un esquema de cría en un escenario que a primera vista luce complejo, con un régimen de lluvias anual de 400 milímetros, elevadas temperaturas y campos que eran casi totalmente improductivos.
En este rincón salteño, con poco logran mucho y el objetivo es claro, de acuerdo a Carlos Saravia, el administrador de San Simón. “El norte también puede ser una gran fábrica de terneros”, remarcó en diálogo con Clarín Rural.
El puntapié inicial de este proyecto vino de la mano de un grupo inversor norteamericano, de Aspen, Colorado, que en 2006 empezó a comprar campos en Salta. Sin vinculación con la ac-
tividad agropecuaria en Estados Unidos, apostaron a la ganadería en la provincia, y en conjunto con un grupo de profesionales y técnicos argentinos dieron los primeros pasos.
Si bien empezar completamente de cero un esquema de cría ganadera no es fácil, Saravia explicó que la ventaja de esta situación es poder elegir desde el comienzo el tipo de bovino que mejor se adapte, y no tener que unificar un rodeo de características dispares. Al momento de salir a comprar hembras, no escatimaron en gastos y apostaron por genética de primera línea. Así, el campo salteño incorporó vientres, reproductores y semen de prestigiosas cabañas como Las Lilas y La Pelada.
A la hora de definir cuál era la raza que mejor se adaptaba a los objetivos de producción, Braford ganó la pulseada por varias razones. A diferencia de otras razas sintéticas, Saravia explicó que al ser un animal manso, se adapta muy bien a un esquema de trabajo en el que predominan montes y cerros. Y en pocos años los resultados están bien a la vista. “Hoy, las vaquillonas ya superan a sus madres en cuanto a calidad”, reconoció el administrador.
En la actualidad, el rodeo de San Simón está compuesto por unos 2.000 vientres Braford, que se encuentran distribuidos en una superficie de 2.000 hectáreas. Para soportar esta alta carga por hectárea, la base forrajera está compuesta por pasturas tropicales y campo natural.
La inseminación artificial a tiempo fijo es una herramienta que suma puntos y permite sostener muy buenas cifras reproductivas. En San Simón, los servicios empiezan en diciembre y pueden extenderse hasta abril, de acuerdo a cómo se presente el régimen de lluvias, el estado de las pasturas y la condición corporal del rodeo.
Para el manejo del servicio, que se implementa con vaquillonas de 20 meses, el 70% del rodeo de vientres recibe inseminación artificial, y el resto se efectúa a campo. En este punto, Saravia marca una diferencia con la región pampeana. “En esa zona es más fácil, porque se trabaja a corral, mientras que en nuestro caso, los reproductores deben recorrer distancias mayores, tenemos un mayor desgaste en los toros; por eso es la única categoría que suplementamos con silo de maíz”, precisó. Y agregó que por el mayor desgaste, se calcula un toro cada 40/50 vacas.
Esta situación es contemplada a la hora de salir a buscar genética de reproductores en el mercado. En este sentido, apuntan a un ejemplar de buena conformación y pigmentación y con buen prepucio, para extender la vida útil de
Hay un toro cada 40/50 vacas y se los suplementa con silo de maíz
los machos en el rodeo.
El manejo de los terneros se realiza sin suplementación, y la base forrajera está compuesta por buffel grass y pasto natural. En el caso de las pasturas tropicales, el administrador explicó que ensayaron con varias, pero al final el buffel se impuso, gracias a su adaptación al escaso régimen de lluvias.
Con esta disponibilidad de alimentos, llevan a cabo un destete a los siete meses, con un animal que pesa entre 140 y 150 kilos. Como alternativa de manejo ante escenarios climáticos complicados, se emplea el destete precoz. “El año pasado veíamos que no iba a llover, la vaca no entraba en celo y tuvimos que entregar terneros más livianos”, recordó Saravia.
El agua para el rodeo proviene de vertientes canalizadas, con caños de tres pulgadas y bebederos automáticos, todo por gravedad.
Cuando los terneros alcanzan el peso deseado, son comercializados a un productor de la zona que se encarga de la recría hasta los 240 kilos, además de su posterior engorde, faena y venta. Y aunque la labor de San Simón finaliza con la entrega del animal liviano, realizan un seguimiento de su evolución para calibrar el manejo.
Así, en una zona en la que el clima y los suelos no regalan nada, la buena genética y el manejo ajustado de la base forrajera permiten incursionar con éxito en la cría, con un enorme potencial para extenderse en superficie y rentabilidad, a partir de una especialización muy clara.