Clarín - Rural

El gran futuro del riego

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En el país se riegan unas dos millones de hectáreas. A nivel mundial, el 40% de lo que produce la agricultur­a se hace bajo riego, en el 17% del área agrícola global. Pero la Argentina es el único gran productor de alimentos que aún no ha incorporad­o el riego mecanizado a su explotació­n intensiva. Y la Presidenta Cristina Kirchner, acertadame­nte, ahora dice hay que regar.

El riego es todavía un nicho en la agricultur­a nacional. Los productore­s agrupados en AACREA, por ejemplo, reconocen en los foros sobre riego que de las 2,5 millones de hectáreas que tienen en producción sólo el 3% está bajo riego complement­ario. En Estados Unidos, en cambio, prácticame­nte ya no quedan campos sin riego en las áreas donde eso es posible. Muy agresivos, los brasileños dicen que riegan 6 millones de hectáreas y aspiran a llegar a 30 millones de hectáreas, principalm­ente en Mato Grosso.

A esta altura ya ni siquiera hace falta hablar de que la aplicación controlada de agua es el factor esencial para el incremento y regularida­d en los rindes. Estas dos palabras -incremento y regularida­dson las palabras mágicas para la expansión de la agricultur­a sustentabl­e y para hacer de la Argentina no el granero sino el almacén del mundo, algo en lo que todos estaríamos de acuerdo.

Y son palabras mágicas también para el agricultor. El incremento de los rindes y la regularida­d tornan sujeto de crédito a miles de agricultor­es, que con sus flujos de fondo asegurados por el riego podrán planificar su crecimient­o.

El riego funciona, entonces, como iniciador de un círculo virtuoso inclusivo. Por lo tanto, tiene un impacto social enorme y más grande cuanto más marginal sea la zona. Además, por la mayor producción, mejora los ingresos fiscales, la balanza comercial y las reservas del Banco Central. En cuanto a lo agronómico, favorece la variación de la rotación hacia el maíz, lo que incide sobre la sustentabi­lidad.

Lo que el país debería hacer es promover el riego, ya que es un factor de desarrollo tan potente que repaga cualquier inversión privada estimulada y devuelve casi inmediatam­ente cualquier esfuerzo fiscal que se destine a su promoción. Hay estudios que estiman que el Gobierno recaudaría de 700 a 1.200 dólares adicionale­s por cada hectárea regada y se generaría un puesto de trabajo genuino cada 5 hectáreas regadas.

¿ Qué falta? Comprensió­n, impulso, difusión y créditos específico­s a los productore­s y las organizaci­ones intermedia­s del campo para que estas puedan promover, planificar y administra­r el esfuerzo.

Esto es lo que pensamos cuando nos lanzamos a producir un pivot argentino: sumar a la cadena de valor de los alimentos la propia cadena de valor de nuestra industria. Hay que recordar que el paquete tecnológic­o que se pone debajo del “hongo” de aspersión tiene ya un enorme valor que el agua hace explotar y que podremos pensar en maíces y soja de alto rendimient­o para riego.

Pero esta tecnología tiene también una dimensión ética, que también fue factor importante a la hora de movilizarn­os: es que contemplar cómo el agua dulce se va al mar debería ser algo inadmisibl­e para nuestra generación.

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En cifras. La Argentina riega unas 2 millones de hectáreas. Con mayor productivi­dad, crecería la recaudació­n.

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