La siembra directa todavía requiere ajustes
En la previa del reciente Congreso de Aapresid, expertos locales y extranjeros hablaron de los ajustes que necesita la siembra directa.
Para mejorar la estructura del suelo la rotación es vital.
“Hacer siembra directa no es lo mismo que sembrar directamente”. La frase pertenece a Jorge Romagnoli, pero muchos la repitieron la semana pasada durante el encuentro anual del sistema Chacras de Aapresid, que tuvo lugar en Rosario en la previa del XXII Congreso de la entidad. Allí, las falencias y las deudas del sistema productivo estuvieron bajo la lupa de varios expertos, y el marco de análisis fue el efecto que los errores cometidos tienen sobre el cambio climático.
Miguel Taboada, investigador del Instituto de Suelos del INTA, analizó los procesos de degradación físicos, químicos y biológicos que se dieron en las últimas décadas, y brindó su visión respecto de algunos límites que está encontrando la siembra directa. “Estamos reponiendo menos nutrientes que los que extraemos. Un productor que produce 3.500 kilos de soja por hectárea saca 20 kilos de fósforo por hectárea”, dijo, y agregó que según la FAO la Argentina tiene los suelos afectados por una degradación moderada a severa, lo que implica una pérdida de la capacidad productiva.
“Debemos ir hacia un cambio de paradigma en el concepto de la funcionalidad del suelo. No es solo producir, sino también cumplir funciones ecológicas como el filtrado, la regulación del agua y las actividades de transformación entre la atmósfera y el agua subterránea”, explicó el especialista. Luego mostró una serie de estudios realizados por su equipo de tesistas en diferentes regiones productivas del país, según los cuales la siembra directa puede ayudar a mejorar la estructura del suelo, pero no necesariamente ayuda a capturar más carbono en el suelo en comparación con la labranza tradicional.
“No es fácil aumentar la cantidad de materia orgánica, pero el manejo si puede llegar a mejorar la estructura del suelo, sobre todo con la rotación de cultivos. No solo es importante la presencia de nitrógeno, sino también la forma en la que éste se presenta. La mejor herramienta en este sentido es la rotación de gramíneas y leguminosas”, afirmó Taboada, y puso fuerte énfasis en que en el futuro se debe mejorar mucho el reciclado de agua y de nutrientes en la producción.
Al final, Taboada dijo que la agricultura industrial que hace la Argentina no es un problema en sí, pero que se debe distinguir entre los diferentes ambientes que existe en el país porque en algunos si puede haber efectos graves, como el cambio en el régimen de lluvias que se dio en el NEA a partir de los masivos desmontes. “El problema es exportar un sistema de agricultura pampeana a ambientes que no lo admiten. Hay que invertir en los lotes de primera calidad y no tocar los humedales, montes y otros ambientes frágiles importantes para preservar la biodiversidad”, aseguró.
A su turno, el investigador y productor australiano Tony Fischer habló del actual enfoque de la producción agrícola, al que describió como “reduccionista”, y abonó a algunos de los planteos de Taboada.
“La agricultura moderna generó una simplificación en muchas regiones productivas del mundo. No solo se expresó en la sojización argentina, sino también en el monocultivo de maíz en zonas de Iowa, en el exceso de trigo en Australia y en la proliferación de enormes feedlots”, indicó. Según Fischer, el modelo actual se caracteriza por una mayor escala de producción, una menor diversidad de variedades y una estandarización de