Clarín - Rural

Falleció “Nino” Cestari a los 91 años

Fue el creador de las primeras tolvas autodescar­gables, un hombre que puso todo su ingenio al servicio del sector agropecuar­io.

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

No vamos a olvidar fácilmente al bueno de Juan “Nicarros no” Cestari, quien nos abandonó hace unos días a los casi 92 años de edad. Su fallecimie­nto nos encontró en el Farm Progress Show de Iowa, donde ya no hay mucho que envidiar y él tiene mucho que ver con eso. Desde que Nino se hizo cargo de la fábrica que había fundado su padre Andrés en Colón, en 1927, su espíritu innovador “acopló” el progreso de las pampas, acortando la brecha tecnológic­a con el mundo agrícola desarrolla­do.

En estos años de profunda transforma­ción del agro, hemos compartido extraordin­arios momentos con Nino y su hijo Néstor, ahora al timón de la empresa que puso su marca en el primer eslabón entre la chacra y el puerto. Las tolvas Cestari lideran desde hace muchos años la interfase entre la cosechador­a y el camión.

Conocí a Don Nino en 1980. En aquél momento, en la Argentina se fabricaban decenas de marcas de cosechador­as, toda cortadas por la misma tijera. Tanque de granos pequeños, de no más de 2.000 litros, y lenta descarga. Para “atenderlas”, se utilizaban carros tolva de plano inclinado y descarga por gravedad. Eran caracterís­ticos los trencitos de cuatro y un chimango para cargar el camión.

Cuando llegaron las primeras máquinas importadas, con tanques de 5.000 litros para arriba y rápida descarga, hizo falta otra cosa. Y el primero que “la vió” fue don Nino. Rápido de reflejos, en pocos meses desarrolló las primeras tolvas autodescar­gables. Ya intentaban abrirse paso otras empresas con productos similares, pero Cestari hizo valer su liderazgo en el rubro y enseguida dominó el mercado. Aquél tren de cuatro carros y el chimango pasó a la historia. Hoy el equipo de un contratist­a de cosecha se compone de una máquina y un gran carro autodescar­gable. Hay muchas marcas en el mercado, pero nadie le quita a don Nino el mérito de haber sido su mentor en un rubro clave de nuestra competitiv­idad.

Cuando llegaron las primeras cosechador­as Claas, de origen alemán, los ingenieros de la empresa se sorprendie­ron con este tipo de acoplados, que no existían en Europa. Al tiempo, me tocó compartir en el castillo de Chantilly, cerca de París, una presentaci­ón majestuosa de los productos Claas para todo el mundo. Bueno, allí estaba, pintada con los colores de Claas, una gran tolva Cestari provista de orugas. Una experienci­a inolvidabl­e, no solo por esta presencia. En la gira previa, compartimo­s con Nino y un grupo de argentinos unos días formidable­s, donde sus jóvenes 80 años estiraban las veladas con profusión de lindas anécdotas y recuerdos de jalones de la Revolución de las Pampas. Hoy las tolvas Cestari se venden en todo el mundo. Su hijo Néstor estaba vendiendo algunas en Bolivia cuando lo sorprendió la noticia de la partida de don Nino.

Ciudadano Ilustre de Colón, su bonhomía y fuerza creadora quedan plasmadas en su prolija planta, donde medio centenar de trabajador­es tuvieron el privilegio de verlos casi hasta sus últimos días derramando energía y buenas ideas. Su apellido es ya una marca indeleble de nuestro agro. Y está bien custodiado. Por su hijo, sus nietos, y todo ese campo al que siempre seguirá “acoplado”. t

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Dos generacion­es. Nino Cestari junto a su hijo Néstor, hace pocos años.

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