Clarín - Rural

El agua... ese divino tesoro

Referentes globales en el tema del agua exigieron en Estocolmo su uso más eficiente al producir alimentos. Dicen que será clave para el futuro de la humanidad. Argentina, uno de los líderes mundiales en el tema, tiene mucho para aportar. Un informe a fond

- Sergio Persoglia spersoglia@clarin.com

La Semana Mundial del Agua, un gran evento que organizó hace pocos días en la capital de Suecia el prestigios­o Instituto Internacio­nal del Agua de Estocolmo (IIAE), tuvo un tema central de un vínculo muy estrecho con la Argentina: el desafío de usarla cada vez con mayor eficiencia para producir alimentos. ¿Por qué vínculo estrecho con nuestro país? Porque es, justamente, uno de los líderes en la transforma­ción de cada milímetro de agua de lluvia en kilos de granos.

En esta bella ciudad, repleta de canales y lagos, que hace que muchos la llamen la Venecia del norte de Europa, se reunieron una semana importante­s institucio­nes y referentes mundiales vinculados al agua, entre ellos del Fondo Internacio­nal para el Desarrollo Agrícola, el Banco Mundial, la UNESCO, la Corporació­n Financiera Internacio­nal (CFI), la Fundacion Rockefelle­r, las universida­des de Oxford, Nebraska y Río de Janeiro y los gobiernos de Alemania y Australia.

Al finalizar, hicieron un reclamo muy claro: dijeron que un “managment” más eficiente del agua de lluvia es un camino central para erradicar el hambre en

Hay que manejar el agua de forma más inteligent­e que hoy”, pidieron los líderes

el mundo. “Debemos manejarla en un modo mucho más inteligent­e que hoy; debemos ser tan concientes de la necesidad de ser tan eficientes en el uso del agua como lo somos hoy con los recuros energético­s”, resumió Tony Holmgren, director del Instituto de Estocolmo.

Los datos son claros. Como indicaron aquí los especialis­tas, para el año 2050 dos terceras partes de la población mundial va a estar en zonas que tendrán estrés hídrico (agua muy justa o insuficien­te). Pero, al mismo tiempo, habrá que producir 50% más de alimentos que en la actualidad. Este panorama, auguran algunos, puede generar enormes migracione­s y hasta conflictos bélicos.

Pero la Argentina hace tiempo que viene dando respuesta a estos desafíos. Según indicó el especialis­ta Rodolfo Gil, se pueden producir en nuestro país entre 20 y 24 kilos de grano de maíz y 9 de grano de soja por cada milímetro de lluvia caída, un dato que muestra una gran eficiencia.

De todas formas, la Argentina como país dejó pasar la oportunida­d de mostrar ante los referentes mundiales esta enorme ventaja. Pero quienes sí estuvieron aquí, exhibiendo sus logros en la gestión eficiente del agua para producir alimentos, fueron representa­ntes de la provincia de San Luis, encabezado­s por el ministro del Campo, Felipe Tomasevich.

El funcionari­o, que tiene a su cargo, también, la empresa de agua de la provincia, expuso cómo la fueron transforma­ndo, con un trabajo continuo en los últimos 30 años, de ser prácticame­nte un desierto a tener un red de diques y acueductos en todo el territorio.

El caso resultó interesant­e para muchos participan­tes de otros países del mundo, sobre todo africanos, azotados por desiertos, sequías, ineficienc­ia productiva y millones de personas sufriendo hambre. Desde Nigeria, por ejemplo, una de las grandes potencias africanas, se acercaron a los puntanos para pedirles viajar a la provincia para conocer sus desarrollo­s y ver qué pueden implementa­r en su país.

Tomasevich explicó que llegaron a Estocolomo “para mostrar un concepto de eficiencia en el manejo del agua y la producción de alimentos. Queremos producir la mayor cantidad de alimentos con la menor cantidad de agua posible. Por ahí va a pasar la competitiv­idad del futuro”.

En su presentaci­ón en el coqueto predio ferial de Estocolmo, en las afueras de la ciudad, el funcionari­o explicó que la provincia tiene 16 diques y 3.500 kilómetros de acueductos. De esa manera, se constituye -aseguró- en la provincia con más infraestru­ctura hídrica del país.

Esas acciones están en línea con lo que quieren desarrolla­r los nigerianos citados antes, que presentaro­n un plan para construir diques, utilizar equipos de riego para producir maíz y picadoras de marcas globales para transforma­rlo en alimento para los animales. En la Argentina, ese esquema es una realidad hace rato.

Más allá del liderazgo argentino en eficiencia del uso del agua en la producción, todos los esfuerzos son bienvenido­s, porque, como planteó aquí el Banco Mundial, para 2050 se necesitará 550% más energía que hoy y 330% más agua para producir esa energía.

En este camino, surge un concepto que se ha venido instalando en los últimos años en la agricultur­a argentina: el de huella hídrica, que refiere a la cantidad de agua que requiere un alimento para ser producido, a lo largo de toda la cadena.

En territorio puntano comenzaron a utilizar el concepto pero a un nivel más global, para saber cómo están con el consumo del agua disponible y hasta dónde pueden ir, con la idea de asegurar el abastecimi­ento para las futuras generacion­es. “La idea no es pensar en el futuro inmediato, sino en las futuras generacion­es, tratando de asegurar que tendrán agua para seguir produciend­o”, explicó Tomasevich.

Al concepto de la huella hídrica le agregaron la medición online de las variables clave que impactan en él, como velocidad del viento, radiación solar, evapotrans­piración y humedad disponible en el perfil a distintas profundida­des. Así, tienen la radiografí­a de cuál es la oferta hídrica y de qué manera se puede abastecer la demanda de agua, que no solo viene de la

producción, sino también de la evapotrans­piración, determinad­a por el clima y el ambiente.

“Lo que estamos estudiando y midiendo es el ciclo hidrológic­o del agua, que implica medir las lluvias en los valles, en las sierras, el nivel de las cuencas subterráne­as, el nivel los diques, la humedad disponible en el suelo y cómo interactúa­n estos factores entre sí y con la demanda”, indicó el ministro, rodeado de representa­ntes de distintos países del mundo, en la capital sueca.

Todo esto permite tener datos exactos para saber cuándo aplicar y qué cantidad, en función de los requerimie­ntos justos del cultivo en el momento de su desarrollo en que se encuentre. Así, no se gasta agua de más, que por supuesto tiene un costo, y además se mejora la eficiencia de crecimient­o del cultivo.

Antes de fin de año, todo el que tenga un pozo para riego agrícola en San Luis tendrá que tener obligatori­amente una estación meteorológ­ica para poder pedir lo que necesita para su producción. El Gobierno le brindará el resto de los datos, con lo cual tendrá todo el combo para determinar sus necesidade­s precisas.

El sistema ya se probó en campos que tienen equipos de riego a gasoil y en otros con equipos de riego eléctricos y en cultivos de maíz, soja, girasol, sorgo, algodón y garbanzos, además de vides y olivos, en la cuenca de Quines-Candelaria, en la llanura norte de la provincia, a unos 180 kilómetros al norte de la capital.

“El productor sabe que de esa manera ahorra, porque gastará menos, al usar el agua en el momento y la cantidad justa, y no con poca precisión como se hace ahora. Y, lo más importante, asegura que su campo seguirá teniendo agua para las próximas generacion­es”, dice Tomasevich.

En este punto aparece otro dato interesane. ¿Cuánto vale un campo que tiene la seguridad hídrica productiva de saber que podrá seguir regando su superficie, por ejemplo, en 2025? Este concepto podrá tener un gran valor económico en el futuro, aunque todavía se hable poco de eso.

El funcionari­o mencionó en Estocolomo este concepto de seguridad hídrica productiva, ante líderes y expertos de distintos países, que pidieron que se empiecen a medir seriamente estas cosas.

San Luis tiene un Plan Maestro del Agua, una ley de la provincia promulgada en 2012, que incluye todas las políticas hasta el 2025. Habla de lo que hay que hacer en obras de infraestru­ctura (como diques y acueductos) pero también de las obras dentro de los campos, e incentiva a los productore­s mediante diversos beneficios impositivo­s. Por ejemplo, extensión de los plazos de pago del impuesto inmobiliar­io e ingresos brutos, para crecer en almacenaje, o una reducción casi a cero el precio del agua para quienes pasan de riego por manto a riego por pivot.

“Hay que animarse a hablar de cuál es el nivel de extracción sustentabl­e del agua”, dijo el ministro en la capital sueca.

Está claro que ser eficientes en estas cuestiones es central. Como recordaron varios expertos aquí, el 80% del agua dulce del mundo se usa para la agricultur­a y más del 60% de la producción mundial de alimentos se sobrerrieg­a. Es decir, mucha agua podría usarse mucho mejor. Ese es uno de los grandes desafíos de la producción hacia el futuro.

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 ??  ?? Tierra y agua. Arriba, una soja sembrada en directa sobre un abundante rastrojo de maíz. Argentina puede producir 9 kilos de grano de soja por cada milímetro de agua de lluvia caída. A la izq., Felipe Tomasevich, ministro del Campo de San Luis, en el...
Tierra y agua. Arriba, una soja sembrada en directa sobre un abundante rastrojo de maíz. Argentina puede producir 9 kilos de grano de soja por cada milímetro de agua de lluvia caída. A la izq., Felipe Tomasevich, ministro del Campo de San Luis, en el...
 ??  ?? Bien productivo. El equipo de riego, en un lote de maíz. El 80% del agua dulce del mundo se usa en la agricultur­a.
Bien productivo. El equipo de riego, en un lote de maíz. El 80% del agua dulce del mundo se usa en la agricultur­a.
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Debate. Expertos de todo el mundo, en el cierre del evento en la capital sueca.
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Mediciones. Tomando datos del cultivo y del ambiente, en un lote puntano.

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