Relatos del futuro
Hugo Sigman es productor de la exitosa película Relatos Salvajes, pero también un importante empresario de la agroindustria y titular de la Cámara Argentina de Biotecnología. En un diálogo a fondo, analiza qué le puede aportar esta ciencia al campo y al p
“Yo no sé si todo lo que hacemos en nuestras empresas, en rubros tan diferentes como el agro o la cultura, tiene alguna relación; de lo que sí estoy seguro es que todo lo hacemos con la dignidad del trabajo y eso es lo que intentamos transmitirle a nuestros hijos junto a mi mujer”. Esta idea de Hugo Sigman sirve para entender cómo gestiona desde hace casi 40 años, junto a su esposa Silvia Gold, negocios que muchas veces comenzaron como un sueño y que se fueron consolidando con una fuerte apuesta por la innovación.
En diálogo con Clarín Rural, Sigman analizó el potencial de la Argentina en biotecnología, la necesidad de desarrollar una relación más estrecha entre el sector público y el privado, y contó cómo trabaja su grupo en áreas que van desde la ciencia a la salud o desde la agricultura hasta el diseño, el periodismo y el cine. Este último lo tiene por estos días como gran personaje, por el estrenduoso éxito de la película Relatos Salvajes, que él produjo junto a reconocidos socios. Pero el hombre también es presidente de la Cámara Argentina de Biotecnología (CAB) y tiene mucho para decir al respecto.
Es un reconocido cabañero. Además, siembra y está en la industria forestal
La CAB agrupa a empresas de primera línea de diversos rubros, como industria farmacéutica, alimenticia, sanidad animal y vegetal, diagnóstico, industria agropecuaria, forestal y biocombustibles. Algunos de los socios son Aceitera General Deheza, Amega Biotech, Arcor, Bioceres, Biogénesis-Bagó, BioSidus, DonMario Semillas, Elea, Molinos Río de la Plata, Ledesma, Rizobacter y Vicentín.
Pero más allá de presidir la CAB, en el mundo agropecuario Sigman quizás sea más conocido por los grandes campeones que su cabaña “Los Murmullos” logra en la Exposición Rural de Palermo, aunque también hace agricultura en el sur de Córdoba (lo impulsó el entusiasmo que le genera la empresa rosarina de biotecnología Bioceres, de la que es uno de los cerca de 200 socios) y tiene 32.000 hectáreas forestadas para producir madera en el norte de Argentina y Paraguay.
“La cabaña siempre me gustó, porque te da la posibilidad de avanzar mucho con un animal en un tiempo medianamente corto”, contó. “Además de satisfacer la vanidad de los cabañeros, tiene como objetivo generar animales superiores que permitan mejorar el rodeo de un país, lo cual es una gran motivación”, aseguró.
Su ingreso al negocio agropecuario se debe a dos influencias principales. Por un lado, la de su suegro (“un soñador que trajo los primeros animales de raza Charolais a la Argentina), y por otro la de su primo, Leo Werthein (“un apasionado por la ganadería”).
Hombre de perfil bajo, pero ahora acostumbrado a los flashes con el éxito de su productora cinematográfica Kramer & Sigman Films, se muestra distendido posando para las fotos de Clarín Rural delante de una obra de arte que sintetiza dos de sus pasiones: la naturaleza y la cultura (ver Tapa). Se trata de Horus, del artista Anselm Kiefer,
que muestra a los girasoles que nacen entre libros sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial.
En ese contexto, habló con este diario y contó que uno de los ejes con los que guía el desarrollo de sus empresas es la búsqueda de la excelencia. Por eso, quizás, es que ve a la biotecnología, en todas sus expresiones, como un aliado, y se entusiasma con su potencial. “Permite, de manera precisa, potenciar lo que puede dar cada individuo productivo”.
Y agregó: “La posibilidad de tener semillas resistentes a las agresiones del ambiente, a enfermedades y plagas o la capacidad de desarrollar vacunas para potenciar la producción animal permiten pensar en una producción de alimentos mucho más eficiente por unidad de superficie”.
Sigman es optimista respecto de lo que Argentina puede ofrecer al mundo en el desarrollo biotecnológico. “Sin hacer chauvinismo, el recurso humano que existe en el país es muy bueno”, consideró. El segundo aspecto que lo entusiasma es el perfil productivo del país. “Sus características, en cada una de las regiones, hacen que haya un volumen de negocio en muchas actividades que hace que valga la pena destinar recursos para investigar”, manfestó.
En esa línea, destacó el potencial en semillas, en el campo forestal (el desarrollo de clones resistentes a heladas, sequía, viento o la selección de una genética que evite que la madera se raje cuando va al aserradero), en biocombustibles y en ganadería, sobre todo en la producción de vacunas (es uno de los dueños de Biogénesis-Bagó).
Sin embargo, el empresario se mostró preocupado por la escasa colaboración público-privada para el desarrollo de proyectos. “Si bien se ha mejorado en este aspecto, aún hay una brecha que es preocupante”, opinó. Para Sigman, “es lamentable que desde el sector público algunos todavía piensen que el privado quiere apropiarse de su conocimiento y que a su vez éstos vean en lo público solo el sello de lo burocrático o ideológico”.
Acortar esta brecha es uno de los objetivos de la jornada BioArgentina, que organizan desde la CAB en pocos días más en La Rural de Palermo (ver Recuadro).
Con su tono pausado y claro, Sigman es contundente cuando habla de la biotecnología y los transgénicos. “La percepción negativa proviene de Europa, porque su política es evitar la migración interna del campo a la ciudad, para mantener una alta población rural, y la biotecnología, como facilita un trabajo mecánico que requiere menos gente en el campo, atenta contra ese objetivo”, analizó.
El empresario considera que “antes de la biotecnología, en toda la historia de la naturaleza hubo intervenciones del hombre buscando aumentar la productividad de las plantas. Sin embargo, ahora, cuando esto lo hace un científico, genera desconfianza”.
Sobre este punto, se sumó al análisis Graciela Ciccia, la directora de Innovación y Desarrollo Tecnológico del Grupo Insud, el paraguas que bajo el cual están todas las empresas de Sigman.
Ciccia apuntó que “en salud, la biotecnología está más aceptada. Por ejemplo, no se cuestiona si hay una vacuna obtenida por ingeniería genética”. La científica agregó que hoy también hay una revolución en la medicina con los productos biotecnológicos, como en la agricultura, y apunta a combatir el cáncer, la artritis reumatoidea, la anemia o a aportar hormonas de crecimiento, por ejemplo.
En este contexto, Sigmam dice que no hay dudas de que la biotecnología hará un aporte cada vez más importante también en el agro. Por ejemplo, “hará viables zonas hoy improductivas, además de permitir aumentar la producción por hectárea y el desarrollo de nuevos biocombustibles”.