Clarín - Rural

El remedio para los bajos precios

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Si es cierto que los precios de la energía, que tanto impacto tienen en las cotizacion­es agrícolas, están bajando como consecuenc­ia del aumento de la oferta del shale en los EE.UU., quedará palmariame­nte demostrado aquello de que “el remedio para los altos precios, son los altos precios”.

El siglo XXI despertó con el petróleo a 20 dólares el barril. En esos valores, la oferta fluía acorde con el ritmo de la demanda.

Encima, el debate ambiental impregnaba el ambiente con el reclamo de una reducción de las emisiones. Ni el ataque a las Torres Gemelas, el 11/9/2001, movió la aguja de los precios.

Nada presagiaba lo que sucedería a poco andar. De pronto, el crudo una persistent­e escalada. En 2003 subió a 25 dólares el barril, a 30 un año después, a 40 en el 2005, a 60 en el 2006. Y en el 2008 se disparaba por encima de los 100. Y allí se mantendría, con algunos vaivenes, hasta hace pocas semanas.

Este fenómeno tuvo varios puntos de apoyo. El fundamento más fuerte fue el desajuste entre oferta y demanda. Hubo, durante diez años, “más compradore­s que vendedores”.

Lo mismo sucedió con los granos, cuyos precios ya entonados por la transición dietética de los países emergentes (en particular China), se encontraro­n con un nuevo “driver”: los biocombust­ibles.

A partir de los 50 dólares el barril, el precio del maíz sigue los pasos del precio del crudo. Por eso la cotización del “forrajero”, convertido en energético por la vía del etanol, pasó de 120 a 250 dólares la tonelada.

Con esa tendencia de los precios, el estímulo a la producción de maíz fue fenomenal.

La soja tuvo que seguir sus pasos, para evitar un vuelco masivo al cereal en el corn belt. Pero además la soja tenía su propia dinámica, ante la fuerte demanda de harina para balanceado­s y aceite para destino alimentici­o y energético (biodiesel).

Mientras tanto, llegaba al merinició

Los biocombust­ibles y la alimentaci­ón animal absorben el excedente de granos

cado una nueva oleada de tecnología. Mayor potencial de rendimient­o, mejor respuesta a stress ambiental, agricultur­a de precisión (fundamenta­l para acomodarse al inexorable aumento del costo de producción, por otra regla básica del mercado: la demanda derivada). En 2012 el corn belt padeció la peor sequía en cien años. Las pérdidas fueron muy inferiores a las que se hubieran producido 20 años atrás ante el mismo fenómeno.

Y después vinieron dos cosechas récord sucesivas. La actual, en plena recolecció­n, alcanzará a 370 millones de toneladas. Los precios se derrumbaro­n: de aquellos 250, a menos de 140.

Las implicanci­as de esto son enormes. Lo primero que hay que preguntars­e es qué hubiera pasado si no hubiera existido la alternativ­a del etanol. Un tercio de la cosecha tiene este destino.

En la última década, se consumiero­n más de 1.000 millones de toneladas de maíz para producir el biocombust­ible. Ahora, cuando “sobran” 40 o 50 millones, los precios se desparrama­n.

Segunda consecuenc­ia: con estos precios se reactiva la demanda de granos para alimentaci­ón animal. Y, por supuesto, la demanda de terneros por parte de los feedlots, que pasaron penurias en los tiempos del maíz caro. Hoy un ternero para engordar (“feeder cattle”) vale cinco dólares el kilo vivo (el doble que en Sudamérica).

Ahora el petróleo bajó a menos de 80 dólares el barril. Pero el etanol funciona porque el maíz cayó mucho más, así que la demanda se mantiene.

El proceso es global. Los altos precios impulsaron también el desarrollo maicero de Brasil, devenido en segundo exportador mundial. China, segundo productor, también creció pero igual no le alcanza. Este año la falta de agua les jugó una mala pasada. En Brasil se atrasa la siembra de soja y eso va a complicar más la siembra de maíz “safrinha” (se siembra sobre rastrojo de soja), ya jaqueada por la caída de la cotización.

Aunque en la Argentina no tenemos remedio, en el mundo el remedio para los bajos precios será … los bajos precios. t

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