La hora de salir del laberinto
En los últimos años viene creciendo la conciencia de la imperiosa necesidad de mejorar la comunicación entre los productores de alimentos y los consumidores. Muy lejana parece ser hoy la distancia entre la semilla, el cultivo, las vacas, los pollos y el plato de comida en la mesa. La urbanización mundial lleva a que la brecha entre la ciudad y el campo se agrande.
La comida es un potente medio de comunicación que a través del tacto, el olfato, la vista y el gusto llega a los consumidores, por lo menos, tres veces al día. Lo frustrante es no poder vincular la mesa con la actividad del campo a pesar del poderoso vínculo de la comida.
La legítima preocupación de la población sobre qué es lo que estamos consumiendo es creciente. Pero la información clara, concreta y aceptada por todos es la gran ausente en este debate. Pareciera que estamos en el medio de un laberinto donde hay paredes construidas con una amalgama de materiales tales como desinformación, mitos, prejuicios, certeras verdades y, en algunos casos, medias verdades que a veces son las más complejas a la hora de comunicarnos.
Poca escucha y mucha posición tomada de antemano dificultan el diálogo en muchas ocasiones. Demás está decir que el miedo y la desconfianza “vende”, y no faltan quienes hacen una forma de vida de la actividad para generar confusión. Verdaderos “confusionistas” profesionales que sí saben del manejo de los prejuicios, pero que conocen de filosofía china de épocas precristianas.
Por otro lado, las explicaciones con rigurosos datos científicos en muchos casos no han llegado a comprenderse y menos aún a generar la confianza de los consumidores. Esta falta de conexión entre la producción del campo y la mesa de los consumidores, no es un problema de nuestro país solamente.
Como ejemplos, podemos citar el rechazo visceral hacia la biotecnología para su uso en la agricul- tura en el continente europeo. En nuestro país, los cuestionamientos se centran más en la aplicación de fitosanitarios (mal llamadas “fumigaciones”).
En Europa se la toma de otra manera. A simple vista quien recorre la campiña europea puede ver los cultivos agrícolas a escasos metros de las zonas pobladas. En ese caso, la buena información, sumada a la responsabilidad de la industria y de los productores, y las regulaciones adecuadas, lograron una armonía que aflora en los campos del viejo continente. Casas y poblados rodeados de cultivos donde se utilizan prácticamente los mismos productos fitosanitarios que en nuestro país.
Sabido es que para salir de un laberinto, hay que hacerlo por arriba, sugiriendo de ese modo que si el camino convencional no funciona es imperativo buscar una solución superadora.
En este caso, una llave para salir del laberinto sería la palabra “transpoco- parencia” a la hora de comunicarnos. ¿Qué pasaría si en lugar de las frustrantes paredes que no nos permiten encontrar salidas trabajamos en transparentar el laberinto?
Muchas maneras posibles hay para mejorar la transparencia. Las certificaciones pueden ser un camino, no excluyente por cierto. Algunos productores ya están generando visitas a sus campos invitando a autoridades e instituciones locales que a pesar de vivir a escasos kilómetros de los campos no conocen la realidad de la producción. Nadie es culpable de no conocer lo que no se muestra. Ojos que ven y manos que tocan superan a cualquier campaña publicitaria. Desde ya que esto es limitado, pero es un comienzo que ya está funcionando.
Si sumamos las redes sociales explicando qué hacemos, cómo trabajamos, si mostramos las caras de las personas que todos los días están en el tambo, los camioneros, los tractoristas, los mensuales de a caballo, el acercamiento y el efecto multiplicador será mayúsculo y a su vez de bajo costo.
Diálogo, puertas abiertas, redes sociales y transparencia pueden ser las recetas que acerquen a productores y consumidores achicando la brecha y, a su vez, potenciando ambas energías para una mejor alimentación de todos. El mundo lo reclama y es nuestra responsabilidad como agricultores. No sólo se trata de producir bien sino que llegó el momento de mejorar nuestra comunicación y los vínculos con la sociedad. t