Puro valor agregado
Como no podía ser de otra manera, la enorme producción de maíz de Iowa, en pleno cinturón maicero de Estados Unidos, está acompañada de grandes complejos transformadores de los granos. El río Mississippi, que delimita el Estado al este, alberga plantas de procesamiento de soja y maíz, frigoríficos de cerdos y plantas de biocombustibles. Desde allí, gran parte de la producción sale con destino a los países asiáticos. Los productores Daniel y Brent Friest no están al margen de esto y transforman su maíz en carne de cerdo: engordan 6.000 animales por año, consumiendo nada menos que 1.260 toneladas de maíz. Además, cada entre 10 y 14 días consumen 23 toneladas de DDGS, la sigla en inglés del subproducto seco de los granos que pasan por las destilerías de etanol, que constituyen un gran aporte energético para que los cerdos lleguen a los 130 kilos con los que son vendidos. A su vez, desde esta campaña los Friest aprovecharán también una parte de los rastrojos de maíz para la producción de etanol. Con la alta densidad de siembra, los buenos rindes que obtienen y la seguidilla de años bajo maíz, los lotes quedan cubiertos por un exceso de rastrojos. Ese es un problema que muchos en Iowa están aprovechando para impulsar la producción de bioetanol de segunda generación. Ya hay cuatro plantas que se están poniendo en funcionamiento y podrán procesar más de un millón de toneladas de biomasa. Una de ellas pertenece a la firma Dupont, y es la que pronto recibirá los fardos de rastrojo de la familia Friest.