Clarín - Rural

Brasilera, tan buena como la argentina

- Sergio Persoglia spersoglia@clarin.com

Campo, con perfume de mujer.

Es reconocida como productora agropecuar­ia, básicament­e ganadera, actividad a la que se dedicó con mucha fuerza, a pesar de haber quedado viuda a los 24 años. Katia Abreu, la nueva ministra de Agricultur­a de Brasil (de ella se trata), está ahora más que nunca en el centro de la escena pública del sector en su país. Lideró la inf luyente Confederac­ión Nacional de Agricultur­a, que reúne a los más poderosos productore­s brasileños, y desde allí tejió un fuerte vínculo con la presidenta Dilma Rouseff, aunque por orígenes parecen estar en los extremos opuestos del arco político. Abreu, del estado de Tocantins (en el norte del país) fue senadora por el Partido del Movimiento Democrátic­o Brasileño (PMDB), de centrodere­cha, y la mandataria pertenece al más de izquierda, al menos en sus orígenes, Partido de los Trabajador­es (PT). La ministra ya adelantó que trabajará para mejorar la percepción que tiene la sociedad brasileña en general de la actividad del sector agropecuar­io y para consolidar la penetració­n de las carnes de su país en el mundo. “La nuestra es tan buena como la argentina”, dijo hace

pocos días, derrochand­o confianza.

• Calor porteño y tertulia vacuna. Tras las clásicas corridas de fin de año, en las tertulias más tranquilas del enero porteño, un hombre con muchos años de trayectori­a en el negocio de los consignata­rios de hacienda, hacía, días pasados, un resumen de lo que vislumbra para los próximos meses de la ganadería. Con un escenario más alentador, por el próximo cambio de gobierno, y rentabilid­ades relativas que vuelven a favorecer a la ganadería sobre el negocio agrícola en varias zonas, cree que el criador va a retener las hembras y que va a recriar los machos, si puede, para producir más kilos. “Pero pocos van a intentar meterle más kilos a los novillos, mientras las exportacio­nes sigan trabadas”, aventuró el hombre. Otro límite -para este conocedor- lo tienen los precios de la hacienda, cuya recuperaci­ón se frenó - considera- por la cada vez más estrecha capacidad de pago de la gente en carnicería­s y supermerca­dos. Para él, la oportunida­d de aprovechar los nuevos vientos que parecen venir para la ganadería la tendrán, sobre todo, quienes hayan resistido dentro del negocio, porque armarse ahora, con el altísimo costo de un plantel de hacienda y las inversione­s forrajeras necesarias, es prácticame­nte imposible.

• La mesa de los... rusos. Tras la reciente devaluació­n del rublo y el aumento de los precios internos de los alimentos en Rusia, desde el 1 de febrero próximo los productore­s de trigo de ese país, una de las potencias mundiales en la producción del cereal, deberán tributar un 15% de retencione­s a las exportacio­nes. Es decir, comenzarán a recorrer un camino ya conocido en la Argent ina, aunque habrá que ver si el final es el mismo que aquí, que incluyó la menor siembra del cereal en 100 años. El primer ministro ruso, Dmitri Medvédev, al explicar la medida, dio argumentos que aquí suenan muy familiares. “Rusia debe tener una reserva suficiente que garantice la seguridad alimentici­a en el territorio”, argumentó el funcionari­o. Muy parecido a “cuidar la mesa de los argentinos”, ¿no?.

• Y la mesa de los argentinos. Un informe reciente de la corredora de granos Kimei pone en blanco sobre negro los resultados de la política de trabas a las exportacio­nes de trigo del Gobierno nacional, con el supuesto objetivo de “cuidar la mesa de los argentinos”. Los números muestran que a mediados de enero de 2004 el cereal valía 381 pesos por tonelada, mientras que a mediados del mismo mes pero de 2015, es decir 11 años después (toda la década ganada y algo más), cotizaba a 1.153 pesos por tonelada. En cambio, si se considera el precio del pan, pasó de 2,50 pesos por kilo a 25 pesos por kilo, en el mismo período. Es decir, el trigo subió 202 por ciento en 11 años, mientras que el pan lo hizo casi un 1.000 por ciento. ¿No era que el trigo tenía la culpa?

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Flamante. Katia Abreu, ministra de Agricultur­a de Dilma.

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