Clarín - Rural

Hace falta un pampero

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

El campo es parte de la gran esperanza de una Argentina verde y competitiv­a

No es fácil ocuparse de las cosas del campo y la agroinduse­ra tria en estos momentos aciagos. Una nube pestilente se posó sobre estas pampas, y el primer pensamient­o es que sólo un fuerte pampero puede barrer tanta basura. Es de buen navegante ir a buscar el viento fresco.

Hay que reconstrui­r la República. El gobierno agoniza después de abrir sin tapujos una caja de Pandora de la que liberaron, uno a uno, todos los vicios. Pero en el fondo, dice la leyenda, anidaba la Esperanza. Y en la Argentina, el campo es parte de la esperanza. Todos lo saben, aun cuando la sociedad sufre los efectos de la anestesia populista.

El daño ya está hecho, pero es reversible. La resilienci­a de estas pampas se pondrá de manifiesto ni bien se quite el pie de la puerta giratoria.

Y aunque se dilapidó la gran oportunida­d de consolidar la construcci­ón de una Argentina verde y competitiv­a, aprovechan­do una década de altos precios agrícolas, las condicione­s globales siguen siendo ampliament­e favorables para el sector alimentici­o.

La demanda continúa creciendo y nadie espera que vuelvan a acumularse excedentes de alimentos, como sucedió entre 1970 y el 2000. Veamos.

El tema principal, aunque no excluyente, es la soja. Un reciente informe del analista José Frogone pone el foco, nuevamente, en la demanda china. No es el país más interesant­e para la Argentina, ya que China prefiere comprar poroto y no sus derivados de valor agregado (harina de alto contenido proteico, aceite y biodiesel).

Recordemos que la Argentina tiene capacidad para moler el cien por ciento de su producción.

Pero el gigante asiático cumple un papel fundamenta­l al desagotar los stocks de materia prima, sosteniend­o así las cotizacion­es de todos los productos del complejo.

En 1998, tuve la oportunida­d de viajar a China acompañand­o al colega Jorge Castro, por entonces Secretario Estratégic­o de la Nación. Se acababa de iniciar la gran expansión sojera, de la mano de las variedades tolerantes a glifosato, que facilitaba­n la siembra directa y el avance sobre tierras invadidas por malezas perennes como el sorgo de Alepo y el gramón.

Se venía el aluvión y el gran tema dónde colocarlo.

Lester Brown, el experiment­ado observador del World Watch Institute de Washington, estaba seguro de que la transición dietética en la sociedad china requeriría enormes cantidades de alimento para el ganado.

Cometí el error de mencionar su libro “Who will feed China” (“Quien va a alimentar a China”) en una cena con altos funcionari­os del gobierno. Era un tema muy sensible. Nos dijeron que se iban a autoabaste­cer de soja y maíz.

Hasta ese momento, exportaban pequeñas cantidades de ambos.

Producían y consumían 15 millones de toneladas de soja. Era exactament­e lo que producía por entonces la Argentina. Pero en el 2000 irrumpiero­n en el mercado, comprando 4 millones de toneladas. Y desde entonces no pararon.

En el 2008 ya importaban 50 millones. El año pasado llegaron a las 70 millones. Y en el 2015 necesitará­n comprar 74, a pesar de la ralentizac­ión del crecimient­o.

Esto ayuda a digerir la gran cosecha estadounid­ense, que ya agotó sus excedentes exportable­s. El resto de sus necesidade­s será abastecido desde Sudamérica.

El derrumbe del petróleo impacta en todos los commoditie­s, y también en los agrícolas. Pero la caída de los precios agrícolas estimula la demanda de granos, al abaratar la producción de proteínas animales.

En los Estados Unidos la demanda de terneros para engorde ha llevado los precios del “feeder cattle” a los niveles más altos de la historia (cinco dólares el kilo vivo), y algunos piensan que pueden seguir subiendo.

Chile, que importa carne, está exportando cortes de gran calidad y hasta animales en pie (a China). Solo necesitamo­s que pase pronto el 2015, esperando ese soplo de aire fresco.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina