Expoagro: se acerca el futuro
Arranca la última cosecha de la era K. Celebrando el fin de ciclo, el campo se regala un récord fantástico, sobre todo considerando el escenario. Agredido por el gobierno desde todos los ángulos posibles, sin la menor consideración ante la caída de los precios internacionales y la suba de los costos internos, el agro apeló a la de siempre: huir hacia adelante.
Según la Bolsa de Comercio de Rosario, la campaña arrojará 110 millones de toneladas. Una cifra que está muy lejos del potencial y de los pronósticos de hace cinco o seis años.
Hasta el PEA, elaborado durante la gestión de Julián Domínguez en Agricultura, proyectaba por entonces 20 millones de toneladas para esta altura de la noche. Recuerdo a la presidenta agitar en aquél lanzamiento la bandera de las 150 millones de toneladas para el 2020. Pero en estos cinco años apenas se rozaron las 100 millones.
El experimento K, que consistió en poner el pie en la puerta giratoria de la historia, generó el resultado esperado. Pero la enorme energía interna del sector le permitió mantenerse en carrera, a pesar de todo.
Esta campaña será económicamente ruinosa. Muchos trabajaron a pérdida. Algunos cálculos indican que la campaña arrojará un saldo negativo del orden de los 2.000 millones de dólares.
El gobierno, con el expediente simple de las retenciones, seguirá mamando por debajo del alambrado: la Aduana, al amparo de un decreto inconstitucional, desvía uno de cada tres camiones a su propia bodega, y encima le hace pagar el flete al productor. Más el IVA, que no se lo devuelve. Más todas las demás gabelas.
Pero igual hay cosecha récord. Y hay que celebrarla. La ocasión es Expoagro, que arranca el martes próximo en Ramallo. Tendrá altísimo voltaje político, porque todos los presidenciables desfilarán por ahí. Pero esa no es la esencia, sino una simple y contundente expremás sión de que la dirigencia reconoce que la agroindustria es indispensable.
Lo único que ganó el campo en esta larga década de desatinos, es el alto grado de consideración social de que ahora goza. El campo es, al decir de Zitarrosa, como el témpano flotante: por debajo es un gigante sumergido que estremece. Ese gigante está compuesto por el entramado de empresas y organizaciones que amasaron la tecnología de producción y organización que ahora asombra al mundo.
Desfilarán una vez más numerosas delegaciones extranjeras, ávidas de conocer los instrumentos que permitieron a estas pampas desarrollar una extraordinaria competitividad, además de constituirse en el ejemplo mundial de agricultura sustentable.
Está hecho trizas el mercado de sembradoras. Pero ahí estarán los nuevos modelos de las líderes, que no aflojan en innovación a pesar de las vacas flacas. Estarán las pulverizadoras automotrices, donde la Argentina estrenó materiales de última generación como la fibra de carbono. Estará toda la parafernalia de la intensificación ganadera, con su abanderado el carro mixer. Estarán los drones.
Y estará la preocupación por la mejora de las prácticas agrícolas, con un espacio donde una docena de empresas y organizaciones mostrarán que todavía hay mucho hilo en el carretel.
Las entidades que coordinan las cadenas del maíz, la soja, el trigo y el girasol, se pusieron la mochila al hombro y saldrán al ruedo marcando la cancha. Sin competir con las gremiales del sector, a quien nadie les quitará el mérito de la lucha contra la mala praxis de la era K, es importante que den un paso al frente para la era que viene.
Los productores son los gerentes de una línea de montaje a la que concurren, just in time, los insumos, equipos y conocimientos de la nueva tecnología. Los generadores, al igual que los transformadores y los coordinadores logísticos (léase los exportadores) son igualmente indispensables. Todos juntos, en cadena, tienen mucho para celebrar. En Expoagro se acercó el futuro. t
Lo único que ganó el campo en la década K es el alto grado de consideración social