Clarín - Rural

La oportunida­d sigue viva

> China se ha convertido en la gran aspiradora de carne vacuna > Solo la Argentina puede producir terneros en gran escala y recriarlos

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Dos eventos simultáneo­s, en esta primera semana de mayo, remarcan la vigencia de la oportunida­d que ofrece el mundo a la Argentina agroalimen­taria, sobre todo desde los albores del siglo XXI. Sólo la tozudez de una conducción que oscila entre la ignorancia y la mala intención ha impedido aprovechar­la. Y sólo la extraordin­aria construcci­ón de competitiv­idad en esta Segunda Revolución de las Pampas ha permitido mantener en pie a su sistema agroalimen­tario.

Es un milagro de la tecnología haber logrado este año una cosecha de 60 millones de toneladas de soja, a pesar de la caída de los precios, el atraso cambiario y la insólita exacción del 35% vía derechos de exportació­n, gabela que castiga a los productos de mayor valor agregado, como la carne vacuna, que sigue tributando un insólito 15%. Recalemos aquí.

En Milán arrancó una gran feria internacio­nal, bajo el leit motiv de “alimentar el planeta”. El pabellón argentino incluía un espectácul­o cultural protagoniz­ado por “El Choque Urbano”, un mensaje que subraya con gruesos trazos de evidencias la confusión de las autoridade­s en este fin de ciclo. La realidad es que el stand fue virtualmen­te saqueado por los visitantes, en su mayoría italianos, que arrearon en un par de días con toda la carne disponible…

El otro evento está transcurri­endo en China, donde el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA) presentó nuevamente un stand en la cada vez más importante SIAL. China se ha convertido en la gran aspiradora de carne vacuna en los últimos dos años. Ya no les alcanza con comprar 70 millones de toneladas de soja, que sumada a su expansión maicera permiten alimentar la creciente avidez por proteínas animales. Avanzan en todos los frentes: más participac­ión en la logística y trading de granos, con la compra de Noble y la mitad de Nidera. El año pasado se quedaron con Smithfield, la mayor corporació­n de cerdos de los Estados Unidos. Kentucky Fried Chicken sigue abriendo un local por día en alguna ciudad del gigante asiático, en plena transición dietética.

Y ahora vienen por la carne vacuna, la etapa superior de la proteína animal.

Irrumpiero­n hace tres años, pero ya constituye­n el principal merca- do de Uruguay: ya explica el 30% de sus embarques, gastando más de 300 millones de dólares el año pasado. Acordaron con Australia la importació­n de ganado en pie por otros mil millones anuales. Con los neocelande­ses negocian carne y lácteos.

No todo se resume en estos productos terminados. También tienen hambre de tecnología. Quieren semen y, sobre todo, embriones. En el centro Eolia, en Marcos Paz, el Dr. Carlos Munar ya está listo para producir y embarcar material genético rumbo a China. Genética Holando, en particular, donde se ha generado un salto competitiv­o impresiona­nte. Pero el interés atraviesa todas las razas bovinas, reconocida­s a nivel mundial por su calidad y productivi­dad.

En los últimos veinte años se desarrolló la revolución agroindust­rial de la soja, generando el cluster más competitiv­o del planeta. La Argentina se convirtió en un gran proveedor de los dos insumos básicos de la era moderna: harina de soja para producir proteínas animales, y el aceite para cocinarlas. China es solo la punta de lanza de una demanda insaciable. Atrás hay algo que ninguno de ellos puede hacer: producir terneros en gran escala. Ese ternero se recría en pasturas y verdeos de las que el mundo carece. Los terneros recriados se terminan a corral, con los granos más baratos del mundo sin necesidad de retencione­s. Esos novillos gordos son la base de la industria frigorífic­a que supo hacer de la Argentina un país.

Hay nueva demanda, hay conocimien­to, y todavía hay vacas. Estamos a tiempo, y vale la pena. t

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