Otro enfoque para un grave problema
El autor analiza la evolución del problema de las malezas y aporta sus ideas para una solución sustentable.
En Argentina las especies reportadas como resistentes a tres modos de acción diferentes son ocho. La población de otros biotipos resistentes sigue incrementándose año a año y algo debe implementarse para detenerla.
A diferencia de los Estados Unidos, en donde hay 152 biotipos resistentes, algunos de ellos con resistencia múltiple, Argentina cuenta hoy con 25, siendo los más importantes en superficie e impacto el sorgo de Alepo y el Amaranthus palmeri.
El uso reiterado de una tecnología, como lo fue en los 90 las ALS y Sulfonilureas, forzaron el sistema, por presión de selección, a que individuos naturalmente resistentes se difundieran con generaciones que heredaron ese carácter. Esto obliga a pensar si aquellos casos (que fueron en parte solucionados por la introducción de soja RR), no sirvieron de experiencia para evitar lo que hoy está pasando con el glifosato.
Estudios diversos aseveran que al menos un 60% de las tierras son alquiladas a productores por períodos no mayores a un año. Los inquilinos siembran soja por ser lo más rentable en campos alquilados, y el glifosato, por razones de eficacia y costos, es el herbicida más utilizado para el manejo de barbecho y cultivo. La consecuencia de éste “combo práctico” es el monocultivo que conlleva a una extremada presión de selección hacia biotipos resistentes a glifosato. La descendencia es resistente al principio activo indicado, y desplaza de a poco a su par susceptible hasta gobernar los lotes.
El ojo humano recién detecta la resistencia cuando al tercer o cuarto año las malezas molestan a la vista. Antes normalmente los “fallos” se atribuyen a escapes involuntarios o malas aplicaciones en los primeros metros del pulverizador. Esa falta de detección temprana lleva a que sea difícil el control.
Hace dos décadas, ningún científico pudo prever que el glifosato ocasionaría resistencia en malezas, ya que al no ser residual y no utilizarse
Es necesario implementar prácticas culturales, mecánicas y químicas
en el cultivo difícilmente se forzara al sistema. Tampoco eso fue evaluado cuando ya estaba la soja RR y luego el maíz RR. Aquí, la trilogía de arrendamientos, impuestos y combos prácticos reiterados fue crucial para destapar las 3 millones de hectáreas con el problema, de Norte a Sur.
Para atenuar el crecimiento de casos es necesario implementar prácticas culturales, mecánicas y químicas en programas de manejo a mediano y largo plazo, y es clave contar con arrendamientos que contemplen el manejo de casos resistentes y eviten la ocurrencia en donde no los hay.
Un cambio en las leyes de contratación “accidental” de campos, sumado a políticas tributarias que permitan rotar cultivos y herbicidas retrasarán la expansión y la ocurrencia de nuevos casos. El uso de GPS será fundamental para delimitar áreas y tratarlas, como así también establecer diferentes costos de alquiler. Tanto inquilinos como contratistas deberán certificar que sus máquinas entren y salgan limpias de malezas a los lotes. Una hoja de ruta con seguimiento profesional será una herramienta útil, ya que no será lo mismo alquilar un lote cuya historia previa esté documentada del que no la tiene. Manejos, cultivos y rendimientos ayudarán al nuevo inquilino. Quizá la tecnología satelital y el uso de drones sean complementos estratégicos en éste aspecto.
Un comité activo deberá mancomunar acción desde el Estado, las empresas de agroquímicos, las universidades, entidades privadas, investigadores y productores. Un equipo de especialistas asesorarán zonalmente a productores. El manejo de información centralizada ayudará a llevar al éxito el plan. Hay muchas experiencias positivas de accionar estatal con privados; ésta es una oportunidad de hacerlo antes que el problema crezca. t