Del campo a la mesa
El Diclorvós (DDVP), como la mayoría de los insecticidas, es liposoluble. Esto quiere decir que luego del procesamiento que realizan las industrias, los residuos de plaguicida quedan en el aceite crudo y en una concentración aún mayor que la que tenía en los granos, lo que facilita su detección. Esto agrava las cosas, ya que con que llegue a la aceitera sólo un camión con girasol tratado se puede estropear un gran volumen de aceite. No obstante, cuando se pasa del aceite crudo -que es lo que exporta Argentina- al refinado (que es el que llega a la mesa de los consumidores), el DDVP, al igual que la mayoría de los insecticidas, se volatiliza.