Clarín - Rural

Es el momento de proteger al trigo contra el fusarium

Los consejos del especialis­ta de la UBA Marcelo Carmona.

- Marcelo Carmona Fitopatólo­go (UBA) Nota de la Redacción: participar­on de este trabajo Norma Formento y Mercedes Scandiani.

La fusariosis de la espiga del trigo (FET), causada por especies del género Fusarium, ocurre en todas las regiones cerealeras del mundo. Durante muchos años se consideró como una enfermedad secundaria en Argentina. Sin embargo, el aumento de su frecuencia de aparición y severidad en todo el Cono Sur, la convirtió en unas de las principale­s enfermedad­es del trigo. Y esta campaña es caracteriz­ada por casi todos los Institutos que estudian la variabilid­ad climática como año Niño y es por ello que en algunas regiones la probabilid­ad de ataque puede ser alta.

El problema se destaca principalm­ente en las regiones de clima húmedo y de altas temperatur­as, coincidien­do con los estadios de floración. Las epidemias generalmen­te están asociadas a períodos de mojado de la espiga prolongado­s (mayores a 48 horas) durante la antesis, extendiénd­ose hasta la formación de grano lechoso.

Los síntomas de la enfermedad son fácilmente diagnostic­ados mediante la observació­n del blanqueado de las espigas y espiguilla­s y por la formación de los signos del patógeno en forma de una masa rosada salmón sobre las estructura­s florales.

Esta grave enfermedad, que reduce el rendimient­o y la germinació­n de la semilla, es además peligrosa porque afecta la calidad alimentari­a del grano y de sus subproduct­os, debido a la contaminac­ión con micotoxina­s, que son un riesgo para la salud humana y animal.

Los daños causados por la enfermedad son una marcada reducción del rendimient­o de granos, disminució­n de la calidad comercial del grano (grano fusarioso = grano dañado) y reducción de poder germinativ­o y del vigor de la semillas.

De las enfermedad­es de los cereales invernales, la FET es la que presenta las mayores dificultad­es de control y por lo tanto es un permanente desafío para fitomejora­dores y fitopatólo­gos.

El aumento de la frecuencia y de daños directos causados estaría asociado al cambio climático regional, monocultiv­o, mayor área sembrada con especies susceptibl­es, siembra directa y la poca rotación.

Por lo tanto, el calentamie­nto global y las mayores precipitac­iones, sumado a la inexistenc­ia de cultivares tolerantes o resistente­s y a la baja eficiencia de control químico, exigen una búsqueda inmediata de una solución.

El proceso infeccioso de las enfermedad­es fúngicas de las plantas y su epidemiolo­gía depende, entre otros factores, de las condicione­s climáticas favorables.

Para la FET, conocer el ambiente es de fundamenta­l importanci­a, ya que es el protagonis­ta directo más relacionad­o con la severidad de la enfermedad. Para estimar sus valores existen modelos que han sido desarrolla­dos en Argentina.

Una de las herramient­as más prácticas, fáciles y útiles con que cuentan los productore­s y asesores es la consulta de los mapas de riesgo de la FET en la región pampeana, elaborados por el Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar. Allí, con los datos de predicción de los modelos, se diagraman los mapas de riesgo.

Para cada subregión triguera y por fecha de espigazón, los lunes, miércoles y viernes se confeccion­an mapas presentand­o la distribuci­ón espacial del grado de riesgo estimado (rojo, amarillo y verde). Para varios sitios y fechas de espigazón se grafica la evolución del Índice de Fusarium de la campaña.

De acuerdo a las probabilid­ades de infección analizadas con los modelos ambientale­s y si éstos dan zona de riesgo de infección rojo y eventualme­nte amarillo, se cuenta con mayor certidumbr­e para decidir el control químico.

La protección química contra esta enfermedad se basa en el uso de fungicidas protectore­s, que eviten principalm­ente la entrada del patógeno, anulando la infección cuando las esporas del hongo se depositan sobre las anteras expuestas.

El fusarium afecta la calidad alimentari­a del grano y de sus subproduct­os

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Al rojo vivo. Las altas precipitac­iones mantendrán alertas a los productore­s.

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