Clarín - Rural

El ruido de los metales

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

El campo, nuevamente, cumplirá el papel de sacar las papas del fuego.

Se asiste a un fin de ciclo político y lo que viene será diferente. Gane quien gane, y aun cuando el kirchneris­mo hará lo que pueda para conservar espacios de poder, en un par de meses arrancará otra historia. Una historia en la que el campo, nuevamente, cumplirá el papel de sacar las papas del fuego.

Nadie puede ser tan necio como para no entenderlo. Ni siquiera el “oficialism­o”, que si gana dejará de serlo. Porque no va a rifar la carrera en el primer codo. Hay suficiente­s síntomas de que así será.

El propio Julián Domínguez, que suena para cargos de alto rango si triunfa Scioli, dijo esta semana que hay que eliminar las retencione­s y los ROEs para trigo y maíz. Es más que un discurso de campaña.

Hasta Kicillof confesó a gente del sector que él era partidario de hacerlo, pero CFK no podía ceder en su pelea con el campo.

Necedad que le hizo sufrir una insensata pérdida de divisas, poniendo en riesgo la salud macroeconó­mica en el final de su mandato.

Hasta el año pasado, quitar los derechos de exportació­n y liberar el comercio permitía recuperar rentabilid­ad. Hoy es una necesidad imperiosa, para salir de la zona roja, donde no hay cultivo ni productor que se salve. El mundo ya no es lo que era.

Estos son tiempos duros en el negocio de los commoditie­s. El derrumbe del petróleo, que comenzó en junio de 2014, se trasladó a todas las materias primas.

Los inversores reaccionar­on frente al debilitami­ento de la demanda china. Sufrieron los minerales, en especial el cobre, en menor medida el oro. El índice de commoditie­s de Bloomberg, calculado sobre 22 productos, cayó un 50% desde 2011 regresando a los valores de 1999.

De las 10 compañías con peor performanc­e en el índice de Standard&Poor’s (sobre 500 títulos), 8 pertenecen a empresas de commoditie­s.

El lunes pasado fue particular-algo mente tumultuoso. En pocas horas, Alcoa, la empresa emblemátic­a del aluminio estadounid­ense, con 127 años de historia, anunció su partición en dos compañías más pequeñas.

La Royal Dutch Shell, una de las más grandes petroleras, anunció que abandonaba la exploració­n en el Artico, donde tiró al agua 7 mil millones de dólares sin retorno alguno.

Un viejo axioma dice que el remedio para el precio bajo es, precisamen­te, el precio bajo. Así como, a la inversa, el problema de los altos precios se resuelve con… los altos precios.

De alguna manera, hoy el sector de materias básicas está nadando en los stocks generados por la bonanza. De acuerdo a un informe del Citibank, la minería de cobre -motorizada por la demanda chinarecib­ió inversione­s globales por 33.000 millones de dólares en los últimos diez años.

“Cuando la economía china chupa frío, los metales agarran neumonia”, recoge la agencia Bloomberg de Tai Wong, experto de BMO Capital Markets.

Pero no sucede lo mismo, o al menos en la misma proporción, con los básicos alimentici­os y energético­s. Si la economía china se orienta más al consumidor, los alimentos sufrirán menos.

En un seminario realizado esta semana en conjunto entre el Consejo Profesiona­l de Ciencias Económicas y la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el experto Marcelo Regúnaga remarcó que se mantiene la tendencia del consumo de soja y granos forrajeros, traccionad­o por la transición dietética hacia las proteínas animales.

Pero enseguida Ramiro Costa, economista de la Bolsa, expuso crudamente los números de la producción local.

El estancamie­nto, que se consolidó este año con una caída de la superficie de trigo y un preocupant­e desinterés por la siembra de maíz (que no será compensada con mayor área sojera) es la peor noticia para el gobierno que entra.

¿Será, como dice Alfredo Zitarrosa en El Campo en Invierno, que “siempre da calostro la vaca recién parida”?.

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