La clave del desarrollo
Cuando pensamos en actitud emprendedora vemos que, en la región, Argentina tiene los mejores índices de emprendedurismo; incluso triplica a España en actividad emprendedora. Así, vemos como muchos emprendedores terminan trabajando en Silicon Valley o radicando sus empresas en la región. De esta forma, ¿cómo podemos como país generarles más condiciones para que esto no pase?
Si analizamos a la Argentina como tercer productor de cereales y oleaginosos a nivel mundial, podríamos pensar que, ante el desarrollo y crecimiento de la demanda de proteínas a nivel mundial de los últimos ocho años, junto al aumento de los términos de intercambio, que el sector estaría en sus mejores momentos. Sin embargo, lamentablemente, esto no es así; hemos perdido mercados y la producción se ha estancado cuando nuestros vecinos han crecido sustancialmente. Pero peor aún, hoy el productor se encuentra ante la disyuntiva de apostar a una siembra de trigo pensando que las variables deberían o van a cambiar de acá a su cosecha.
¿Tenemos como país que llegar a estos límites? Estos años el cluster productivo hubiera podido generar unas 30 millones de toneladas extras por año de exportación.
¿Qué nos pasa a los argentinos? El mundo hoy discute otras cosas: en California se habla de licencias para camiones sin chofer, impresión en 3D de órganos, detección temprana de cáncer con una inversión de 150 dólares de equipamiento y no más de 20 dólares el estudio en sí mismo, nanotecnología, biotecnología y robótica a su máxima expresión.
Una competencia feroz de instituciones, gobiernos y academia para captar los mejores talentos mundiales y generarles las condiciones para que emprendan ahí. La incertidumbre es lo único cierto.
La pregunta es, entonces: ¿Qué debemos hacer como argentinos para generar el ámbito para que los emprendedores emprendan en Argentina y regionalicen desde acá sus proyectos, las economías regionales puedan desarrollarse, y el agro pueda crecer?
En su libro “Por qué fracasan los países”, Daron Acemoglu, habla de instituciones inclusivas y básicamente las resume de la siguiente manera: estados democráticos que generan:
Incentivos para que su gente ahorre, invierta e innove.
Un Estado presente donde la capacidad y profesionalismo sean la fuente de pertenecer al mismo.
Un Estado que respete la división de poderes generando confianza y un círculo virtuoso.
Estos aspectos, a su vez, generan mercados inclusivos que:
Permiten igualdad de oportunidades para todos y no para unos pocos.
Dan lugar a la destrucción creativa que no es más que innovar y cambiar generando una mejora sostenible y creciente en el largo plazo.
¿Podemos pensar que este año lograremos entre todos los argentinos empezar a discutir otras cosas? Pues cada año que pasa equivale en desarrollo perdido a varios años de la década pasada y varias décadas del siglo pasado. Comenta Acemoglu en su libro que de tener que pronosticar no ve a la Argentina con posibilidades de sumarse a la lista de países con instituciones inclusivas. ¿Cómo explicarle que está equivocado? De nosotros depende. t
Nota de la Redacción: el autor es profesor del IAE y director de ADBlick Agro.