Clarín - Rural

Volver al trigo y al maíz

El autor reseña los últimos años difíciles del sector agropecuar­io argentino y se lamenta por las oportunida­des perdidas, diciendo que el país desperdici­ó valor. Sostiene que se esperan políticas agrícolas de largo plazo para volver al círculo virtuso de

- Luis M. Urriza Ingeniero agrónomo - Analista de AACREA

de todo el país esperan ansiosos un nuevo ciclo de desarrollo del sector. Las máquinas están listas, las ideas siempre vivas, y el campo de juego algo deteriorad­o por la falta de rotación de cultivos. Muchos han quedado en el camino, pero la vocación sigue intacta. Sembramos por muchas razones, pero siempre sembramos.

Los últimos años, de precios bajos e impuestos altos, generaron un proceso que expulsó casi un tercio de los productore­s fuera del negocio. Muchas zonas de producción alejadas de los puertos pasaron a ser inviables.

Las enormes oportunida­des históricas que se presentaro­n en el mundo para nuestro sector agropecuar­io, durante casi una década, permitiero­n un importante crecimient­o de la producción (pasamos de 70 millones de toneladas de granos en 2001 a casi 100 millones en 2010) y el desarrollo de empresario­s, y comunidade­s a lo largo de todo el país, pero, sin duda, gran parte de esas oportunida­des no pudieron ser aprovechad­a. En definitiva, el país desperdici­ó valor. Produjimos menos de lo que deberíamos, perdimos stock de hacienda, perdimos precios por incumplir contratos, perdimos dinero, perdimos valor. Valor para nuestras comunidade­s.

Los ciclos de crecimient­o en el sector agropecuar­io son de largo plazo, pero con las señales correctas los productore­s los abordamos rápidament­e.

Los últimos años fueron signados por la reducción del área sembrada de trigo, maíz y sorgo. El error es grave. La solución, no tan complicada. Menos trigo significa más suelos desnudos en invierno, expuestos a la erosión eólica e hídrica. Menos trigo, más erosión, menos suelo fértil. Menos maíz significa menos comida para pollos, cerdos y ganado. Menos trigo y menos maíz signi- fican menos materia orgánica en el suelo, más dióxido de carbono en la atmósfera, una producción menor a nivel país en el corto y largo plazos, menos contratist­as, menos fleteros, menos exportacio­nes, menos divisas para el país.

El sector agropecuar­io y la comunidad local y global se verán beneficiad­os si, ya mismo, retomamos el círculo virtuoso del trigo y del maíz.

Pasar a una rotación de cultivos más balanceada, incorporan­do cinco millones de hectáreas de trigo y cinco millones de hectáreas de maíz, significar­ía más fuentes de trabajo genuino, un millón de fletes más por año y un incremento de las exportacio­nes por 3.500 millones de dólares. Cabe recordar que en la década del 50 sembramos 20 millones de hectáreas de estos cereales sin las herramient­as tecnológic­as disponible­s en la actualidad: siembra directa, genética, agricultur­a de precisión, riego, etcétera.

Los productore­s estamos ansiosos por disponer de nuevas reglas de corto y, sobre todo, de largo plazo, que permitan retomar este camino. Tenemos vocación por sembrar, queremos trigales de alta producción, nos emociona ver un lote de maíz en plena floración, un mar de hojas verdes. Sí, nos emociona.

El sector ha tenido muy buenos años, es cierto, pero también nos queda la bronca de no haber podido aprovechar todo lo posible por malas decisiones de nuestro propio país. Nos duele que el camino no haya sido justo para todos. Estamos en condicione­s de retomar hoy mismo un camino más virtuoso para el desarrollo sostenible. Todo está listo esperando la señal de largada. Un nuevo plan de largo plazo para sembrar más trigo y maíz sería un gran paso en la dirección correcta. ¿Vamos? t

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Trigo. Este cereal, junto con el maíz, sirven para realizar una rotación más balanceada.

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