Clarín - Rural

El riego, un gigante dormido

Un importante estudio público-privado presentado hace pocos días en Mendoza asegura que la Argentina puede triplicar el área bajo riego, que en la actualidad es de 2 millones de hectáreas. Es una enorme oportunida­d para multiplica­r la producción.

- Mariela Vaquero clarinrura­l@clarin.com

Argentina tiene el potencial para regar 6,2 millones de hectáreas productiva­s. Esta proyección surge de un trabajo realizado conjuntame­nte por la FAO (Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Agricultur­a y la Alimentaci­ón) y la Unidad para el Cambio Rural (UCAR) del Ministerio de Agricultur­a, con la participac­ión de distintas organizaci­ones públicas y privadas del país.

Las conclusion­es del estudio “Potencial de ampliación de riego en Argentina”, fueron expuestas en la Jornada Internacio­nal de Uso del Agua con Fines Productivo­s realizada en Mendoza, recienteme­nte. “El trabajo reunió la masa crítica de investigac­ión y es el estudio más importante que existe hasta el momento en la Argentina sobre el tema del riego, fundamenta­lmente centrado en la expansión de nuevas áreas para poder continuar creciendo como país productor y abastecedo­r de alimentos a un mundo que los está demandando”, explicó Jorge Neme, coordinado­r ejecutivo de la UCAR.

Actualment­e, en el país se riegan 2,1 millones de hectáreas, a partir de fuentes superficia­les y subterráne­as, apenas un 5% del área cultivada. A pesar de su baja eficiencia relativa, esa superficie genera alrededor de un 13% del valor de la producción agrícola del país. Pero es posible ir por más.

Para determinar el potencial de irrigación fue necesario buscar mucha informació­n dispersa y generar la faltante. Los datos sobre superficie agrícola regada actualment­e, sistemas de riego, disponibil­idad y calidad de agua, usos y tipos de suelo, cultivos, rendimient­os, costos, precios, mercados, infraestru­ctura, energía disponible, resultados económicos, nivel de organizaci­ón, tenencia de la tierra, marcos normativos, entre otras variables, se compilaron y consolidar­on en un solo documento.

Los resultados iniciales se presentaro­n a expertos y en base a sus opiniones se hicieron correccion­es y ajustes. Finamente, se redactó el documento final con la participac­ión del INA, el INTA, universida­des, el sector privado y organizaci­ones de productore­s como Aapresid, CREA y Maizar.

“Luego de analizar las áreas regadas existentes y todas las variables a tener en cuenta en un proyecto de riego, la conclusión es que en Argentina, con la disponibil­idad de recursos y en condicione­s viables desde el punto de vista económico, en la actualidad la superficie irrigada se podría ampliar a 6,2 millones de hectáreas”, aseguró Luis Loyola, oficial del proyecto de la FAO, es decir, el triple de la superficie que se riega en este momento.

Alcanzar esta meta demandaría unos 31.000 millones de dólares, una inversión en tecnología de riego que traería varios beneficios asociados: por un lado, generaría

un uso más eficiente del agua, la ampliación del área productiva y el incremento de la productivi­dad, pero, además, sería una medida de adaptación al cambio climático y una herramient­a de desarrollo económico a través de la generación de empleo y mayores ingresos.

“Además, contando con riego, el productor podría garantizar la producción, podría planificar y plantear su esquema de rotación, algo muy importante para la conservaci­ón de los suelos”, sostuvo Loyola.

Según el estudio, hay 915.000 hectáreas que hoy no se cultivan y que podrían entrar en producción de manera viable. Las mismas se encuentran, en su mayoría, en zonas donde sería necesario incorporar riego integral (durante todo el año). Por caso, en el norte de la Patagonia, Río Negro concentrar­ía el 45% de esas tierras.

Existen, sin embargo, algunas limitacion­es para alcanzar el potencial señalado, en cuestiones relacionad­as con la capacitaci­ón, la informació­n disponible, la institucio­nalidad, los recursos económicos, los factores político-culturales, el ordenamien­to territoria­l, la de- gradación de tierras y la salinidad, entre otras.

“El setenta por ciento de nuestro territorio es árido o semiárido con potencial productivo, siempre y cuando en esos territorio­s podamos ejecutar políticas públicas con respecto a los recursos humanos e infraestru­ctura”, afirmó Neme.

No obstante, como indicó Loyola, “el riego no depende solamente de la infraestru­ctura sino también de temas como el buen manejo, la capacitaci­ón, el fortalecim­iento de las institucio­nes y los usuarios; los productore­s no se crean ni se inventan por tirar agua a los campos”.

Regar más tierras para hacerlas productiva­s en la Argentina o aumentar su productivi­dad es posible y viable, de acuerdo al estudio presentado.

Si bien se trata de procesos largos, que implican fuertes inversione­s, en el contexto de cambio climático y creciente demanda de alimentos, generar políticas públicas y mecanismos orientados a mitigar los impactos de los déficits y excesos de agua sobre la producción, favorecien­do el desarrollo sostenible y estratégic­o, resultará fundamenta­l. El potencial está.

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Maíz. En cultivos como este, de alta demanda hídrica, los pívots de riego estabiliza­n los rindes.
 ??  ?? De punta. Hay productore­s que ya apostaron a sistemas de riego subterráne­o.
De punta. Hay productore­s que ya apostaron a sistemas de riego subterráne­o.
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Soja. En algunas regiones del país los lotes del cultivo se riegan por el sistema de canales.
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Trigo. Es un cultivo de alto potencial para regar. Aquí, en Santiago del Estero.
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