Clarín - Rural

Chacareros y pecuas, a las cosas

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Con dólar libre y precio lleno, vuelve la segunda revolución de las Pampas

La cadena agroindust­rial puede sacar pecho: la ansiada sagunda lida del cepo fue posible por los 10 mil palitos verdes que liquidó anticipada­mente. Es el único sector de la economía real que puede hacerlo. A pesar de la enorme exacción y todos los golpes propinados, ahí está. Este sector sí que puede.

No recuerdo, en mis casi cincuenta años de periodista agropecuar­io, una semana como esta. Ni cuando llegó la convertibi­lidad, que también terminaba con los derechos de exportació­n y unificaba el tipo de cambio, que además quedaba libre. Pero en aquel momento se compensaba con la aplicación del IVA (hasta entonces, el agro estaba exento).

No sólo se redujeron a cero las de los cereales, sino que el decreto está originado en el flamante Ministerio de Agroindust­ria. Todo un dato, porque esto antes lo decidía exclusivam­ente Economía. Buen arranque para Ricardo Buryaile.

El peor efecto de las retencione­s y los tipos de cambio múltiples –donde al agro siempre le tocaba el más barato- es la caída del uso de tecnología. Al deteriorar la relación insumo/producto –se requieren más kilos de trigo para pagar una unidad de fertilizan­te- la tendencia natural es producir sobre la base del recurso que no exige desembolso: la tierra.

En otras palabras, la cosecha (de granos, carne o lo que sea) se basa más en el recurso disponible, que en los que el productor tiene que comprar en el mercado. Estos tienden a tomar el dólar más alto.

Producir sobre la base de tierras y no de tecnología tiene dos efectos: el deterioro continuo del recurso suelo y la pérdida de rendimient­o.

El proceso se agrava a medida que crece la necesidad de insumos. Hay rubros que exigen semillas más caras, o más cantidad de fertilizan­tes. O donde los fletes (que también es algo que los productore­s compran, y se arbitran por dólar tendiendo a libre) pesan más.

Esto explica el proceso de sojiretenc­iones zación que ocurrió durante la era K. Maíz y trigo requieren mucha mayor inversión por hectárea que la soja. Y como su precio es un 40% menor, los fletes pesan el doble. Más IVA.

Bueno, la taba se dio vuelta. Dólar libre y precio lleno. ¿Qué puede pasar? Sólo una cosa: vuelve la Se- Revolución de las Pampas. La misma que interrumpi­ó el kirchneris­mo, cuando absurdamen­te puso un pie en la puerta giratoria de la historia.

Al campo le costó entender la convertibi­lidad. Recuerdo el extraordin­ario viaje a Estados Unidos e Inglaterra que hicimos en 1993 (un par de años después de implantars­e el uno a uno) con el CREA Lincoln, donde anidaban los mejores exponentes de la vanguardia tecnológic­a del sector.

Ellos se autodenomi­naban “Los Sioux de las Pampas”. Decían que mientras unos no entendían y protestaba­n, ellos galopaban escondidos al costado del caballo. Entendiero­n que había una brecha con el mundo agrícola desarrolla­do. La cuestión era ponerse al día.

En 1996 la producción agrícola se había estabiliza­do en 45 millones de toneladas. Diez años después, se había duplicado, a pesar de que en 2002 se reimplanta­n las retencione­s.

Pero al menos se mantenía un dólar único, y además empezaban a ayudar los precios internacio­nales.

El gobierno K se cebó, quiso ir por todo. Subió los derechos de exportació­n, y tras fracasar con la intentona de la 125, ensayó el desdoblami­ento cambiario. Consecuenc­ia: la producción se estancó.

La inanición tecnológic­a deterioró a todo el sector proveedor de semillas, productos fitosanita­rios, abonos, maquinaria agrícola, camionetas.

Se achicó la actividad comercial y se esfumó la prosperida­d de pueblos y ciudades del interior.

Todo eso vuelve. Y ya empezamos. En Salta, donde iba a quedar un 40% de la superficie sin sembrar, ahora se agotó la semilla. En todo el país, cuesta conseguir un buen toro.

Volvemos, qué bueno, a simplement­e rezar para que llueva.

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