Clarín - Rural

Apuntes para la nueva etapa

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

El aumento del corte de etanol del 10 al 12% es mucho más que una medida correcta y necesaria. Primero, por la forma en que fue anunciada: quiso hacerlo el propio presidente Mauricio Macri, en su primera incursión en el NOA. Lo hizo en un ingenio tucumano, que como sus colegas depende sustancial­mente de un mayor mercado para el co-producto que se obtiene de la caña de azúcar.

Segundo, por el contenido del mensaje, subrayado con un resaltador color verde. El único argumento que esgrimió fue el compromiso asumido por la Argentina en la COP21, en la práctica su primer acto en la arena global, para combatir el cambio climático a través de la sustitució­n de energía fósil por renovable.

Hizo mención expresa de la necesidad de reducir las emisiones de CO2, indicando que los biocombust­ibles van en esa dirección.

Inmediatam­ente después, Macri anunciaba un parque solar en la Puna, consolidan­do la idea de que el eje ambiental no era un simple (y quizá teñido de obviedades) discurso de campaña, sino un programa de gobierno.

Música para los oídos del agro argentino, que hace punta por su compromiso con la reducción de emisiones a través de la siembra directa, la biotecnolo­gía, el silobolsa, la maquinaria liviana y de gran ancho de labor, etc.

Avancemos en esta dirección. A los fabricante­s de autos, reunidos en Adefa, la decisión del E12 no les cayó bien. Plantearon una serie de cuestiones técnicas, de mayor o menor validez. Pero plantearon que no tendrían inconvenie­ntes si el corte era como mínimo del 25%, porque a partir de este contenido se justificab­an los cambios en los ajustes de los motores. O ir directamen­te a la tecnología Flex, que permite usar cualquier proporción entre nafta y etanol. Es la que se utiliza masivament­e en Brasil y Paraguay.

La Argentina es importador­a de nafta y gasoil, y la tendencia es creciente. Con etanol y biodiesel se ahorrarían varios millones de dólares, y también se reduciría el costoso subsidio interno al petróleo, que también crece proporcion­almente a medida que baja el precio inter- nacional, como ha sucedido esta semana.

Por supuesto, la implementa­ción del flex obligará a un cambio logístico de proporcion­es, involucran­do a las estaciones de servicio. En Brasil se hizo y uno elige de qué surtidor carga y cuánto de cada uno.

El etanol de caña de azúcar es hoy más caro que el de maíz. Y es en el del cereal, cuyo cultivo se extiende en toda la pampa húmeda, donde están las oportunida­des más atractivas. Hoy hay cinco plantas de gran escala, que producen el 60% del etanol que se requiere para el corte del 10%. Conviene saber que los 2 puntos adicionale­s serían en principio provistos por los ingenios.

Pero si vamos a un 25% mínimo, o a la tecnología flex, no alcanzará con los ingenios y todo debería basarse en cereales. Se generaría una demanda adicional de 3 millones de toneladas, que de lo contrario se volcarían al mercado internacio­nal.

Recordemos que la Argentina tiene incidencia en la cotización del maíz, ya que pelea con Brasil el segundo puesto entre los mayores exportador­es, atrás de los Estados Unidos.

Quizá el modelo de crecimient­o ideal para atender esta nueva demanda consista en plantas de escala intermedia, vinculados a feedlots que aprovechar­ían el co-producto de la fermentaci­ón etílica del maíz: la burlanda húmeda, o WDGS, que puede entrar en las raciones hasta un 40% (base seca).

El modelo funciona en Canadá (fermentand­o trigo y cebada) y Estados Unidos (maíz). Estos feedlots en general son estabulado­s, minimizand­o el impacto ambiental y generando sinergias adicionale­s a través de la producción de biogás (que se utiliza para destilar el mosto) y fertilizan­te que vuelve al campo.

Son simplement­e apuntes para una nueva etapa. Continuará. t

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En Tucumán. El presidente Macri anunció allí, hace pocos días, el aumento del corte con etanol de las naftas, que pasará del 10% al 12%. Es un crecimient­o para los biocombust­ibles.
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