Clarín - Rural

Hablemos del agua, en serio

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

El martes se celebró el Día Mundial del Agua. Las redes sociales se inundaron de apelacione­s sobre la convenienc­ia de cuidar el recurso. La mayor parte, obvias e insustanci­ales. Hablemos del agua, pero en serio.

Tenemos mucho para decir. En primer lugar, pocos en el mundo moderno se han preocupado por un buen uso del recurso como los actores de esta Segunda Revolución de las Pampas.

En todo lo que tiene que ver con el medio ambiente, la regla básica es incrementa­r la eficiencia en el uso de los factores.

En criollo, lograr la mayor productivi­dad con el menor impacto posible, partiendo del hecho de que cualquier actividad humana impli- ca alterar lo que había.

La tecnología adoptada masivament­e en estas pampas en las últimas tres décadas arrojó resultados formidable­s en lo que hace a la eficiencia del uso del agua.

Nadie en el mundo obtiene tantas toneladas de granos por milímetro de agua de lluvia caída sobre el cultivo.

Es casi milagroso lo que ha logrado -por solo citar un ejemplo- Eugenio Battilana, en Bandera (Santiago del Estero), cosechando más de 30 quintales de trigo con apenas 35 mm. La clave era el agua acumulada en el perfil del suelo.

Algunos piensan que nos pasamos de largo. Puede que alguna razón tengan.

Las napas altas, en un ciclo de lluvias abundantes (que parece ser una tendencia secular) constituye­n una amenaza, pero también una oportunida­d.

El remedio es incrementa­r la evapotrans­piración, lo que implica cambios en las rotaciones. Ahora, la política ayuda a incorporar más gramíneas.

Y alfalfa, un cultivo de extraordin­ario potencial, que cuenta con nuevas herramient­as tecnológic­as, sigue reinando entre las forrajeras y afronta un creciente mercado de exportació­n. Cuando los árabes compran alfalfa, están comprando el agua que por acá sobra y a veces castiga.

También llegó el tiempo para recuperar el atraso en la industria forestal. La madera también es agua capturada y convertida en valor. La absurda batalla contra las pasteras nos condenó a un atraso considerab­le, perdimos el tren pero viene otro. A este no hay que dejarlo pasar.

Hay más noticias de agua para este boletín. Dice Eduardo Martellott­o, director regional del INTA en el centro de Córdoba, que en su provincia hay un millón y medio de hectáreas con agua disponible para riego complement­ario. Imaginemos 8 toneladas de trigo seguidas de 10 de maíz de segunda en un amplio arco 150 km al norte de la ciudad, pasando por Villa María y Rio Cuarto.

Ni hablar de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, recorridas por los ríos más caudalosos de la región. El Paraná y el Uruguay drenan alegrement­e hacia el océano Atlántico, donde se salinizan sin remedio. Hemos asistido al espectácul­o obsceno de miles de vacunos muertos, a diez kilómetros del Paraná, durante la sequía del 2009 que diezmó el stock ganadero.

Ni hablar de los recursos disponible­s a lo largo de toda la cordillera, de Jujuy a Santa Cruz.

Es mucho lo que se ha hecho, pero es mucho también lo que queda disponible. El mundo está con ganas de invertir en este aprovecham­iento, con fondos soberanos y privados, además de las fuentes tradiciona­les (Banco Mundial, BID, Corporació­n Andina de Fomento, etc.)

Pero también están los excesos. No es posible refugiarse en el concepto de “humedal” y resignarse a perder millones de hectáreas productiva­s. En las islas del Paraná, en la cuenca del Salado.

Holanda, o mejor dicho Países Bajos, han construido una potencia agrícola por debajo del nivel del mar.

Los barcos que circulan por la ría de Rotterdam se ven desde abajo, miles de hectáreas de invernácul­os con toda clase de hortalizas y flores. Praderas donde se hace la leche del queso Gouda. Retención y drenaje. Se puede.

Sí, se puede.

Pocos se han preocupado por un buen uso de este recurso

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