La transición viene muy rápida
“La edad de piedra no terminó por la falta de piedras y la edad del petróleo terminará mucho antes de que el mundo se quede sin petróleo”.
Marcelo Iezzi, socio y responsable del área ambiental de Price Waterhouse, nos recordó la visionaria frase que lanzara hace treinta años Ahmed Zaki Yamani, antiguo ministro de Petróleo y Recursos Minerales de Arabia Saudita.
Lo hizo durante el Congreso de Biodiesel celebrado el jueves pasado entre la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno y la firma Evonik, proveedora del catalizador que utilizan todas las elaboradoras de este sustituto del gasoil, nave insignia de la épica del Valor Agregado en Origen.
Fue un encuentro crucial, tanto por el contenido (se recorrió desde el estado del arte a nivel mundial hasta la situación en cada región del mundo) como por la presencia de altas autoridades de los ministerios de Agroindustria, Medio Ambiente y Energía.
Y nunca faltan las casualidades: mientras se desarrollaba el encuentro, en el Holiday Inn de Ezeiza, llegaba la noticia de que España había levantado la restricción de importaciones de biodiesel, suspendidas desde noviembre de 2013 como represalia por la expropiación de las acciones de Repsol en YPF.
Al mismo tiempo, la Comunidad de Madrid anunciaba la incorporación de 50 ómnibus híbridos a biodiesel, y Uruguay anunciaba que por primera vez había generado el 100% de su electricidad, durante 24 horas, con energía renovable.
La transición viene más rápido de lo que muchos piensan, temen o desean. Hace apenas dos semanas, la canciller Susana Malcorra ratificó con su firma el compromiso asumido en diciembre pasado por el flamante gobierno argentino en la COP21 de París.
El objetivo es poner un límite a las emisiones de gases de efecto invernadero que ocasionan el calentamiento global. Los esfuerzos deben ser enormes, y no alcanza con la vieja muletilla de que son los países desarrollados quienes deben afrontarlos en exclusiva. Si los países en vías de desarrollo, como la Argentina, siguen el mismo patrón que los desarrollados, el planeta no aguanta. Al menos, tal como lo conocemos.
Como siempre, surgen desafíos y oportunidades. Para la Argenti- na, es “la” oportunidad. Porque nos encuentra lanzados. Casi sin darnos cuenta, el país está ofreciendo muestras de su extraordinario potencial verde. En el Congreso de Biodiesel se pusieron de manifiesto. Y también se advirtió la buena disposición de las autoridades para avanzar con paso firme.
Se repite, como una letanía, que tendremos que convivir por muchos años con el petróleo y sus derivados. “Está barato y eso atrasa la llegada de las renovables”. Tenemos que meternos en la cabeza que las fuentes fósiles juegan en otra liga.
Hasta ahora no se ha incorporado en el precio sus externalidades negativas. La humanidad lo está entendiendo. Por eso Tesla vende en el aire 400.000 autos eléctricos de alta gama. Recién va a empezar a entregarlos a fines del 2017, pero su titular Elon Musk fue vitoreado como una estrella de rock cuando lo lanzó, hace poco más de un mes.
Es probable que dentro de 30 años todos andemos (por qué no, tengo apenas 70) en auto eléctrico. En la transición, si andamos con petróleo se acaba el aire. Ahí entran los biocombustibles. En esa larga transición está la oportunidad.
Conocí el biodiesel en 1986 en la Universidad de Braunschweig, en Alemania. Quise traer una planta piloto donada por Francia, cuando presidía el INTA en 1994. El Consejo Directivo me respondía que con el petróleo a 10 dólares, no sería competitivo. No pude convencerlos del nuevo paradigma.
Igual seguimos, y no solo con la idea. Con mis hijos armamos un velero y le pusimos un motor Yanmar. Nos juramentamos que sólo andaría con viento y con biodiesel, que no existía como tal pero logramos que alguien lo hiciera.
Anduvo. Hoy la Argentina es el campeón mundial del biodiesel de soja. Se puede. t
Es probable que dentro de 30 años todos andemos en autos eléctricos