Clarín - Rural

Redoblar la apuesta

En el sur cordobés, la familia Llorente convierte la totalidad de la soja y el maíz en carne vacuna, de cerdo y en leche. Una visión integrada que se forma con mucho trabajo.

- Juan I. Martínez Dodda clarinrura­l@clarin.com

La familia Llorente, con base en el sur cordobés, convierte la totalidad de su producción de soja y maíz en carne vacuna, de cerdo y también en leche. Una visión de largo plazo, integrada y diversific­ada que se formó con tres generacion­es de trabajo.

carne vacuna y de cerdo, leche y hasta la vid, que luego será vino. El “plato” que propone la familia Llorente desde el lote es vasto e implica un negocio formado por la sinergia de diversas actividade­s.

Llorente Hermanos es el modelo de cómo cada generación puede evoluciona­r redoblando la apuesta y superando nuevos desafíos sin perder de vista los pilares asimilados de la generación fundante.

“Mi abuelo nos transmitió el vaGranos, lor que tiene hacer las cosas bien y tener presente el rol social de la empresa”, explica a Clarín Rural el gerente de agricultur­a y ganadería, Bernardo Llorente (hijo).

De chico supo ver como su padre, Bernardo, hoy gerente general de la firma, y su tío, Gabriel, médico veterinari­o actualment­e responsabl­e del tambo y el criadero de cerdos, trabajaban junto a su abuelo, José “Pepe” Llorente con esta filosofía como punta de lanza. También forma parte de la empresa un tercer hermano, Andrés, que gerencia actividade­s en el sur bonaerense.

“La diversific­ación productiva, con actividade­s desligadas de los avatares climáticos, es clave en una zona marginal para ir retroalime­ntando los negocios”, resume Bernardo Llorente (padre), y agrega que es por este desafío que consumen con la producción animal todo el volumen de granos que producen.

La agricultur­a es el pilar productivo y se lleva a cabo en dos campos, que en total suman 7.100 hectáreas en el sur de Córdoba.

Por un lado, los Llorente tienen 4.600 hectáreas en Villa Huidobro, con la Estancia La Porteña (ahí se hace ganadería con el objetivo de llegar a 1.500 cabezas invernadas) y, por otro lado, poseen 2.500 hectáreas en Adelia María, en la Estancia El Recuerdo (donde está el tambo de 1.100 vacas en ordeñe y una granja de cerdos de 1.000 madres en parición).

La diversific­ación y el agregado de valor están asociado a que, “hace cuatro años que asumimos que nuestra zona es de alto riesgo para la agricultur­a, por eso los planteos están completame­nte pensados para lograr estabilida­d con pisos de rinde altos”, explica gerente de agricultur­a y ganadería, teniendo en cuenta que en la zona llueven 700-800 milímetros, concentrad­os en el verano.

A partir de su experienci­a, Llorente (h) aporta los conceptos técnicos detrás del planteo agroganade­ro. El, al terminar la universida­d, armó una empresa de servicios de agricultur­a de precisión, luego hizo experienci­a como asesor del CREA Los Cisnes-Pavín y, actualment­e, es el presidente de la regional de

Aapresid Adelia María.

Anticipánd­ose a la campaña de invierno, el técnico sostiene que los cultivos invernales (verdeos o trigo) son más erráticos que los de verano. Por eso, de trigo solo se siembra en el 10 por ciento de las 6.000 hectáreas anuales.

“Para que sea rentable debe superar los 30 qq/ha y para eso necesitamo­s un perfil lleno a la siembra, pero después tiene que llover en septiembre porque si se atrasa a octubre suben las probabilid­ades de fracaso con este cultivo”, explica Llorente (h).

En este contexto, la rotación básica es maíz-soja. “Históricam­ente, después del trigo se hacía soja, pero las últimas campañas apostamos al maíz de segunda si el agua lo permite”, dice el técnico. La cuenta es clara y resulta en que la soja de segunda rinde de 15 a 18 qq/ha, en cambio, con maíces de segunda se alcanzan los 60 quintales.

De esta manera, en la firma concluyen, claramente, que es mejor abastecers­e con maíz propio para las produccion­es animales que tener que comprarlo.

“Necesitamo­s 10.000 toneladas de maíz para nuestros negocios, ésto es un 50% de la superficie total sembrada”, reconoce Llorente. Usualmente, en el restante 50% de la superficie se hace soja, pero esta campaña se jugaron al cambio con un 70% de maíz y 30% de soja.

El cereal tardío también se ha convertido en un jugador relevante. Hace unos años, con híbridos más tolerantes a insectos y enfermedad­es, vienen implementa­ndo una siembra de maíz en diciembre (en vez del clásico septiembre) que cambia estratégic­amente el periodo crítico.

Mientras el temprano promedia 50 quintales, el tardío ronda los 90-100 quintales por hectárea. Pensando en “la comida para todo un año”, dice el asesor.

En lo que respecta al manejo de malezas, Llorente (h) define la zona como “picante, no tanto por rama negra sino más bien por yuyo colorado”. La estrategia es apostar a la rotación, gastar más en herbicidas residuales a los lotes de soja y mucho monitoreo. La batalla anti malezas tiene dos momentos importante­s: apenas se cosecha se aplica glifosato más un herbicida hormonal. La otra instancia es a principios de la primavera, cuando se aplica atrazina más otro residual que permita 60-90 días de cobertura con los lotes limpios hasta la siembra del cultivo de verano.

Al analizar los costos, hoy se invierten 50 a 70 dólares más por hectárea en herbicidas, aunque a eso habría que descontarl­e una aplicación de glifosato de 15 dólares. A futuro, en esta firma, no descartan el uso de drones para el manejo de las malezas duras.

En cuanto a la fertilizac­ión, en Villa Huidobro proponen una agricultur­a por ambientes con aplicacion­es variables.

“Cada dos años, antes de la siembra de maíz, hacemos el análisis de suelo para determinar los niveles de fósforo y si está por debajo de las 12 partes por millón se hace una estrategia de reposición”, explica el técnico.

Al igual que el planteo maicero, las variedades de soja que se buscan son de alta rusticidad sembradas en noviembre. “

En una campaña récord como la 2014/15 cosechamos 42 qq/ha y quizás hubiéramos podido llegar a los 48-50 qq/ha con sojas de octubre, pero seguimos prefiriend­o jugarnos a los 42 quintales con un riesgo de lograr 22 qq/ha que a la posibilida­d de los 50 con un riesgo de caer a 17 qq/ha”, resume.

Para Bernardo Llorente (padre) “van a venir años difíciles, con márgenes ajustados” aunque cree que la diversific­ación los encuentra “bien posicionad­os”. Y concluye: “Ahora tenemos que consolidar los negocios, ser más eficientes y administra­r bien los costos”.

Los Llorente tienen una clara visión de la integració­n conjugada en pasado, presente y futuro. t

 ??  ?? Los Llorente. Los Bernardo, padre e hijo, en un lote de soja en Villa Huidobro.
Los Llorente. Los Bernardo, padre e hijo, en un lote de soja en Villa Huidobro.
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Otro Llorente. Gabriel, hermano de Bernardo padre, a cargo del tambo y la granja de cerdos.
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Los Llorente. Los Bernardo, padre e hijo, en un lote ganadero bajo pastoreo. Detrás, el maíz.
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 ??  ?? Futuro. Bernardo, con su hijo, monitorea alfalfa. Primeras enseñanzas a la nueva generación.
Futuro. Bernardo, con su hijo, monitorea alfalfa. Primeras enseñanzas a la nueva generación.

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