Clarín - Rural

Ingeniería, Ambiente y Comunicaci­ón

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Mañana, 5 de junio, es el Día Mundial del Medio Ambiente. El lunes 6, el Día de la Ingeniería. Y el martes 7, el Día del Periodismo. Apilo las tres fechas; nobleza obliga, advierto al lector que las líneas que siguen contienen un sesgo auto referencia­l. Un raro truco de la biotecnolo­gía las insertó en mi ADN. Voy a evocarlas.

Hace justo un año, el Papa Francisco lanzaba su encíclica Laudato Si, plantando el árbol de la cuestión ambiental en el centro del debate. En diciembre, en la COP21 de París, los líderes del mundo se ponían de acuerdo en un ambicioso plan para reducir las emisiones de efecto invernader­o. Fue el primer acto de gobierno de la administra­ción Macri, el día de la asunción. Hace un mes, la canciller Susana Malcorra ratificaba el compromiso de la Argentina, en Nueva York. Y la semana pasada, el gobierno lanzó la primera licitación para plantas generadora­s eléctricas basadas en fuentes renovables. Medio ambiente, ingeniería, yo comunico.

Hace casi un siglo y medio (1870) mi bisabuelo, Luis A. Huergo, se convertía en el primer ingeniero argentino. Trascendió por su batalla por el proyecto del puerto de Buenos Aires, que perdió con Eduardo Madero. Ya sabemos: el lugar se hizo famoso por la Rosadita y restaurant­es, pero como puerto nunca funcionó. El que sí funciona es el que había diseñado el ing. Huergo, unas cuadras más arriba, en Dársena Norte. Se inauguró 20 años después de su fallecimie­nto.

Lo que no tantos conocen cobrará luz por un nuevo libro de primo Hernán Huergo: “Luis A. Huergo y la primera batalla por el petróleo argentino”. Nos cuenta Hernán que cuando falleció nuestro bisabuelo (1913), era director honorario del primer pozo petrolero argentino, en Comodoro Rivadavia. Diez años después, nacería YPF.

Eran las tareas de la época. Todos sabemos lo que significó el descubrimi­ento del petróleo. Dinamizó la revolución industrial, facilitó el transporte de bienes y personas. Pero en un siglo hemos sacado de la tierra, y colocado en la atmósfera, buena parte de lo que un cataclismo había enterrado y convertido en petróleo. Queda todavía el shale gas, carbón para varios siglos. Pero la humanidad sabe que antes que se acabe el carbono fósil, se acabará la vida como la conocemos. Al fin y al cabo, como recordó hace poco el experto Marcelo Iezzi, de Price Waterhouse, “la Edad de Piedra no se terminó por falta de piedras”.

La ingeniería, hoy, nos propone romper con el paradigma de la energía fósil. Hay que avanzar hacia una matriz energética limpia y renovable. Ahí aparece el agrónomo: no todo es solar y eólica. La fotosíntes­is de las plantas, con el enorme aporte de la biotecnolo­gía, prometen un formidable flujo de alternativ­as. Son los fascinante­s bionegocio­s, gerenciar la fotosíntes­is para producir alimentos, fibra y energía. Hoy solo aprovecham­os un mínimo porcentaje de eso.

Esta semana empezó a faltar gas. Se oye decir que esto es inadmisibl­e, con todo lo que tenemos abajo. Pero también es inadmisibl­e que no impulsemos lo que tenemos arriba. Hay varias plantas de biogás que no encuentran rumbo. Hay decenas en las gateras. La base es el silo de maíz. Millones de hectáreas esperando. En Alemania hay 12.000 plantas de biogás agrícola, que generan la mitad de la energía que consume hoy la Argentina.

Ingeniería, Medio Ambiente, Comunicaci­ón. En eso estamos.

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