El impuestazo al tabaco
El autor advierte que la suba de impuestos al tabaco alienta el mercado ilegal y jaquea a una agroindustria que aporta una recaudación fiscal de $ 30.000 millones al Estado Nacional cada año. Además, asegura que no sirve para lograr que la gente fume meno
La repentina suba de impuestos internos a los cigarrillos decretada por el Gobierno Nacional hace algunas semanas desencadenó un fuerte aumento -de más del 50%- en el precio de los atados. Inmediatamente, los grupos de propaganda antitabaco se embarcaron en una campaña mediática en la que aseguran que el impuestazo al sector es “la medida más eficaz” para que la gente deje de fumar. Una vez más, difunden información tergiversada y sin sustento, embistiendo contra la producción local de un sector que, sólo en 2015, aportó cerca de $ 30.000 millones al fisco.
¿Qué motiva a estas personas, embanderadas supuestamente en el noble fin de luchar por la salud pública, a omitir evidencias para esconder el carácter recaudatorio de la medida? A ellos también los motiva su recaudación. Más de tres millones de dólares provenientes de financistas internacionales fueron desembolsados desde 2007 para que lleven adelante sus campañas.
El negocio de los grupos antitabaco está en crecimiento y amenaza con desmantelar el entramado productivo del sector del tabaco y trasladarle la actividad legal a organizaciones delictivas que se financian vendiendo productos truchos. Es curioso que en los propios países que financian a estas organizaciones -países productores y exportadores tabacaleros- sus ideas no parecieran despertar ningún interés.
El tabaco es una importante actividad económica en la Argentina, que estimula el desarrollo social y productivo de provincias como Salta, Jujuy, Misiones, Chaco, Catamarca, Corrientes y Tucumán.
Se estima que más de 600.000 argentinos se ganan la vida trabajando dignamente gracias a actividades económicas relacionadas con este cultivo. Es uno de los mayores demandantes de mano de obra por unidad de superficie, con hasta 120 jornales por hectárea. Claro que las organizaciones antitabaco ignoran esta realidad en nuestras provincias, o miran para otro lado al embarcarse en campañas para destruir todo lo relacionado al tabaco, incluyendo el trabajo, la producción y desde ya, el Fondo Especial del Tabaco (FET). La mentira del precio alto A diferencia de lo que sostienen los grupos antitabaco, el incremento abrupto de impuestos y de precios, sin tener en cuenta la matriz fiscal y productiva, pone en riesgo al sector en el mediano y largo plazo.
El resultado de estos experimentos en el mundo -y en la propia historia argentina- es evidente y repetido. Lo único que se logra es generar una escalada imparable hacia el contrabando, como sucedió en muchos países como Uruguay, Panamá, España, Grecia y Ecuador, y en la Argentina en los años noventa, e inducir a los consumidores a volcarse a alternativas más económicas que no sólo no reducen el consumo, sino que al no pagar impuestos, nos perjudican a todos.
Es importante trabajar en campañas para generar conciencia y desalentar el consumo, pero los fumadores no dejarán de hacerlo sólo porque encuentren los cigarrillos más caros. Pensar de esta manera sería algo parecido a decir que la “ley seca” fue todo un éxito.
Lo más preocupante es que esos grupos no se contentan sólo con confundir a la opinión pública. También confunden a funcionarios con datos que son de dudosa rigurosidad e imposibles de verificar. Y cuando eso falla, inclusive, pueden llegar hasta a la intimidación a esos mismos actores, con tal de lograr sus objetivos en materia de regulación contra el tabaco. t