De carne somos
En General Conesa, plena cuenca del Salado, los Buzeta hacen cría y engorde con ideas sencillas y flexibles, pero muy eficientes. Personal comprometido, confianza en el crédito y fuerza ante los problemas, algunas de las claves. Dos generaciones, una pasi
La relación de la familia Buzeta con el campo es como un matrimonio fiel: no está libre de desastres, pero con confianza y adaptación al cambio logra sobrevivir a las adversidades.
En 1982, Carlos Buzeta decidió dejar su empresa constructora para volcarse a la actividad pecuaria. Compró un campo de 2.000 hectáreas en General Conesa, a mitad de camino entre la ciudad de Buenos Aires y Mar del Plata, y empezó a aprender desde cero los secretos de la ganadería. “Las vacas, los toros, los terneros… para mí eran todos iguales”, recuerda el hombre en diálogo con Clarín Rural.
En aquel entonces en el campo había apenas trescientos animales. De a poco, los Buzeta fueron arreglando las aguadas, los alambrados e implantaron las primeras pasturas de raigrás, y el rodeo se agrandó hasta llegar a los 2.000 animales. Pero en el 85 llegó el primer gran desafío, una inundación, y en el 92 hubo otra que fue un golpe casi definitivo. Pero lograron levantarse de la lona antes del knock out. “Se rompieron las pasturas que con tanto esfuerzo habíamos ido implantando y hubo que sacar a toda la hacienda que habíamos ido mejorando con el tiempo. En aquel momento pensamos en vender el campo”, dice Mariano Buzeta, hijo de Carlos, que estuvo involucrado en la empresa desde el comienzo y hoy es quien lleva las riendas.
Con esquemas de capitalización, los Buzeta lograron volver a crecer. “Fuimos reconstruyendo nos de a poco; llevó unos cuantos años recomponer el rodeo”, aclara Carlos mientras observa un lote de hembras recién preñadas.
Con toda esta historia, los Buzeta son un ejemplo de productores de la zona, razón por la cual hace poco su campo fue elegido por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), para realizar una importante jornada.
En 1997, los Buzeta compraron 200 vientres Angus colorados, y esa podría considerarse como la segunda fundación de El Recreo. “A partir de ahí se empezó a trabajar en agrandar el rodeo con inseminación y con genética de calidad”, explica Carlos. El campo cuenta actualmente con un plantel de 900 madres y un porcentaje de preñez que ronda el 93%. Y el esquema productivo se adaptó con manejo y recursos forrajeros a los tiempos que corren.
“Históricamente, en este campo se hacían novillos pesados, para terceros o propios. En la medida que teníamos menos vacas teníamos más lugar para hacer ese novillo de exportación con engordes de dos años, pero cuando fuimos aumentando la cantidad de vacas llegó un punto en que decidimos que teníamos que hacer más corto el ciclo de engorde”, explica Mariano.
Mientras acomodaban sus objetivos, en los últimos quince años fueron evolucionando con la introducción de verdeos y otros recursos forrajeros como sorgos para comer en pie. “Después de los sorgos hicimos raigrás, que en algunos lotes ya lleva siete años de promoción”, detalla el productor, y explica que esos cultivos se producen en las 130 hectáreas más altas del campo, a las que llaman “el médano”, porque es arenoso e incluso tiene conchilla. Es que El Recreo está bastante cerca de la costa bo-
naerense, en el extremo sur de la Bahía de Samborombón, y probablemente en algún momento haya estado cubierto por el mar. El resto del campo es un bajo dulce sobre el que van avanzando de a poco con la siembra de agropiros (en partes de inferior calidad) y festucas (en las mejores zonas).
“Combinando las pasturas con la suplementación logramos acortar prácticamente un año el tiempo de engorde”, comenta Mariano. Después, para evitar los problemas que el clima -por húmedo o por secogenera en el momento de engorde, decidieron instalar corrales en la parte alta del campo. “Comprando el maíz y los componentes proteicos descubrimos el feedlot, con lo que nos independizamos del clima. Dos meses antes de necesitar la plata, encerrás y listo”, explica.
Los Buzeta hacen el destete a los seis meses, en marzo, cuando los terneros tienen alrededor de 200 kilos. Después los animales se recrían sobre lotes de festuca o en campo natural, y con 230-250 kilos -a medida que lo demande el presupuesto financiero- entran a los corrales. Según la época del año venden los animales terminados con 320 kilos o hasta con 380 kilos.
Las hembras, por su parte, se seleccionan, se recrían sobre campo natural o en pasturas y algunas -las que llegan a 270 kilos- son entoradas a los quince meses. Otras se entoran en invierno para ser vendidas luego con el valor agregado de la preñez.
“El número de vientres es la base que siempre hay que cuidar -remarca Mariano-. El fusible ante problemas climáticos es el ternero de invernada”. De esta manera mantienen un esquema flexible, adaptable a los vaivenes del mercado y el clima, pero no hipotecan el futuro. Por ejemplo, un lote de terneros que había sido destetado en noviembre y para el que tenían reservado un sorgo en pie, se terminó vendiendo para invernada porque había buen precio, 35 pesos el kilo. “Buen negocio”, dicen.
“El feedlot es una muy buena herramienta financiera porque me permite vender animales gordos todo el año, pero todo depende de la evolución del precio del maíz. Hay que tener flexibilidad. Si en el futuro el maíz se pone muy caro y deja de ser negocio el engorde, venderemos los terneros para invernada”, expresa Mariano. Y la explicación refleja toda la estrategia: medidas simples y flexibilidad.