El agro y Martín Fierro
Hernández escribió el Martín Fierro en 1872. Todavía ayuda a entender nuestra situación actual. Cuando asumió el nuevo gobierno, en diciembre, Argentina estaba en default, con una inflación enorme, comercio exterior paralizado y fuertes presiones de todo tipo. Seguramente el presidente Macri pensaba como Martín Fierro: “Vengan santos milagrosos, vengan todos en mi ayuda, que la lengua se me añuda, y se me turba la vista, pido a Dios que me asista, en una ocasión tan ruda”.
Independientemente de la opinión política, es indispensable reconocer los vaivenes con que vivimos. Posiblemente desde la 125 los estragos hayan sido más notables, pero no es nada nuevo en nuestra historia económica: “El rigor de las desdichas, hemos soportado diez años, peregrinando entre extraños, sin tener donde vivir, y obligados a sufrir, una máquina de daños”.
En sólo 6 meses se han solucionado algunos gravísimos problemas, pero eso “ya pasó”. Aún esperamos con gran ansiedad una caída abrupta en la inflación y una mejora en la actividad económica. Queremos resultados inmediatos, sin reconocer que las dificultades económicas son consecuencias de años de diferentes y cambiantes políticas económicas. Difícil es que un gobierno ejecute políticas económicas sin errores.
El tema es que en economía toda política definitivamente afecta intereses y crea distorsiones. El caso más emblemático es la política de décadas, donde por beneficiar a la ciudad y la industria, se afecta excesivamente al interior y al sector agropecuario. Hay desempleo en las ciudades y para asistirlo la producción de los pueblos debe pagar altos impuestos. El sector agropecuario es el más competitivo del país y carga sobre sus espaldas no sólo un intenso peso impositivo, sino con la dificultad de encontrar gente talentosa que quiera y pueJosé da trabajar en pueblos que casi no tienen infraestructura.
Falta mucho para que el sector pueda desplegar toda su potencialidad, pero reconozcamos que la eliminación o reducción de retenciones y ROEs fue un acto de valentía económica inusual. Pero quitar algunos impuestos no es suficiente.
Sabemos que las regulaciones de todo tipo que pesan en la economía son de difícil cumplimiento. Es notable que quienes no creen en el capitalismo y los mercados, simultáneamente digan que con el “ya no tan alto dólar” debiera ser suficiente para producir. Las lluvias y los aumentos de costos han reducido nuevamente el margen de los productores. Las economías regionales dieron un mero pasito atrás del precipicio y los que se animaron a sembrar o arrendar hoy tienen márgenes muy finitos.
Otro tema relevante es distinguir entre las dificultades de la función pública y el sector privado. No sólo los tiempos son diferentes, ya que hay una gran cantidad de normativas engorrosas que demoran la toma de decisiones, sino que también están los exitosos en el ámbito privado, que tropiezan -o los hacen tropezar- cuando toman decisiones para el sector público: “Yo he visto muchos cantores, con famas bien obtenidas, y que después de adquiridas, no las pueden sustentar, parece que sin largar, se cansaron en partidas”.
Reduciendo la carga impositiva, simplificando el sistema regulatorio y, sobretodo, animando a que haya inversión, no me cabe duda que podremos volver a concentrarnos en lo que todos queremos: largarnos a trabajar. “Y apenas la madrugada, empezaba coloriar, los pájaros a cantar, y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse, cada cual a trabajar”, alienta el Martín Fierro.