La estrategia es clave para sumar rinde
La mejores decisiones de siembra para soja y maíz implican ajustar el manejo a la oferta total del agua. Esto es la clave que maximiza el rendimiento.
La disponibilidad de agua para los cultivos define en gran medida el rinde de los mismos. Por ello, conocerla es clave para definir estrategias de manejo que permitan aprovecharlas y maximizar los rendimientos.
Puede definirse que la oferta actual está conformada por el agua almacenada en el suelo al momento de la siembra y la presencia -o ausencia- de la napa. Asimismo, la oferta futura proviene de las lluvias que pueden ser estimadas a partir de los registros históricos de precipitaciones o pronósticos climáticos.
El agua almacenada en el suelo puede medirse de forma práctica, sencilla y a muy bajo costo, y puede definir el rendimiento del cultivo en una proporción casi tan importante como lo hacen precipitaciones.
Por su parte, la influencia de la napa puede permitir, en muchos casos, “casi” independizar el manejo de lo que ocurra con las lluvias. En términos muy generales, las profundidades de napa óptima (en ausencia de salinidad) se encuentra entre 1 a 2 metros para los cultivos de soja y maíz.
Profundidades menores comienzan a generar reducciones de rinde y riesgos de anegamiento, mientras que profundidades mayores representan menos beneficios para el rinde hasta hacerse nulo. A diferencia de los pronósticos, tanto el agua almacenada en el suelo como la profundidad de napa pueden medirse, sin recaer en la incertidumbre.
Por su parte, los registros climáticos aportan una idea de cuáles son las situaciones más probables a ocurrir, con qué frecuencia pueden suceder determinados eventos extremos (por ejemplo, escasez de lluvias) y cuál es el rango de variabilidad de determinadas variables climáticas.
Con respecto a los pronósticos, “El Niño Oscilación del Sur “(ENOS) es la principal fuente de variabilidad y predictibilidad climática (precipitaciones) para la Región Pampeana. Este pronóstico predice la ocurrencia de tres fases, las cuales se asocian a distintas probabilidades de ocurrencia de precipitaciones en la Región Pampeana (principalmente durante octubre, noviembre y diciembre): Fase Niña, Neutro o Niño, indicando mayor probabilidad de ocurrencia de precipitaciones por debajo, iguales o por encima de lo normal, respectivamente.
Como todo pronóstico, solo indica la probabilidad de ocurrencia de un determinado evento, pero ello no indica el nivel con qué ocurrirá ni tampoco asegura que lo contrario no pueda ocurrir.
En términos de estrategias de manejo que apunten a maximizar los rindes en función de la oferta hídrica, se pueden definir de manera muy amplia dos tipos.
Las estrategias “ofensivas” que buscan capturar la mayor cantidad de recursos posible (agua y luz) y, en general, se toman cuando la oferta hídrica prevista para la campaña es adecuada: siembras tempranas (soja o maíz) y/o en grupos de madurez cortos (soja), híbridos de alto potencial (maíz), entre otras.
En el otro extremo, las estrategias “defensivas” priorizan la captura de agua en relación a la captura de luz y, en general, se plantean cuando se prevé escasez de agua: siembras tardías (soja y maíz), grupos de madurez más largos (soja) e híbridos más “estables” (maíz).
Para la presente campaña se pronostica una alta probabilidad de ocurrencia de fase Niña (poco más del 50%) o fase Neutro (cerca del 40%). Es decir, existe un 90% de probabilidades de que las lluvias sean normales o inferiores a lo normal. Por ello, bajo este escenario lo que define la elección de estrategias de manejo de soja y maíz es la cantidad de agua almacenada en el suelo y la profundidad de napa.
En situaciones con napa entre 1 y 2 metros y suelos cargados de agua se puede pensar en estrategias más ofensivas mientras que en situaciones con ausencia de napa y suelos poco recargados hay que planificar lo contrario. Finalmente, hay que considerar las condiciones del lote (impedancias del suelo, textura o salinidad de napa, etc.) para decidir una estrategia final. t