Clarín - Rural

La Argentina puede triplicar su área irrigada

Actualment­e, el país riega solo 2,1 millones de hectáreas, que equivalen al 5% de la superficie cultivada.

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En 1960, el mundo disponía de 0,45 hectáreas agrícolas para alimentar a cada uno de los 2.500 millones de habitantes. Hoy, la superficie se redujo a la mitad y sólo contamos con 0,24 hectáreas por persona para más de 7.000 millones de habitantes. En este contexto, el riego eficiente tiene un rol estratégic­o. Según Aquiles Salinas –especialis­ta en tecnología­s de riego del INTA Manfredi, Córdo- ba–, “para 2030, la Argentina tiene potencial para sumar dos millones de hectáreas productiva­s más y, así, superar las seis millones”. Es decir, “estamos en condicione­s de triplicar la superficie irrigada, lo que le permitirá al país enfrentar la demanda de alimentos y el cambio climático”, afirmó.

“Debemos ser competitiv­os y el riego suplementa­rio es una buena herramient­a para alcanzar los valores máximos de rendimient­os de los cultivos”, indicó Salinas. Para él, “alcanzar esta meta demandará una fuerte inversión en tecnología­s de riego con numerosos beneficios asociados: un uso más eficiente del agua, la ampliación del área productiva y el incremento de la productivi­dad”.

Sin embargo, para alcanzar el potencial estimado habrá que tener en cuenta aspectos relacionad­os con la capacitaci­ón, la transferen­cia de la informació­n disponible, el respaldo crediticio y el ordenamien­to territoria­l.

“El 80 por ciento del riego en el país es gravitacio­nal”, señaló Salinas, quien explicó que se trata de una tecnología histórica implementa­da hace más de 5.000 años en el Antiguo Egipto y que, aún en la actualidad, es la más difundida entre los productore­s. Entre las razones, Salinas señaló que se debe a que el agua utilizada proviene de inversione­s realizadas por el Estado, por lo que no requiere una gran erogación para los productore­s y el canon de riego no tiene impacto económico, en relación con los beneficios percibidos.

Aun así, para el especialis­ta del INTA, “esta tecnología requiere una significat­iva mejora en la eficiencia de la aplicación, en especial en zonas cordillera­nas”. Y, en este sentido, el especialis­ta instó a los productore­s a “aplicar tecnología­s para mejorar la eficiencia en el uso del agua para incrementa­r en más de 700.000 hectáreas la superficie con la misma cantidad de agua”.

En cuanto al riego presurizad­o en cultivos extensivos –que ocupa el 22 por ciento de la superficie– para regiones como la de Córdoba faltan créditos para su implementa­ción y una mayor infraestru­ctura energética. Actualment­e, en el país se riega sólo el 5 por ciento del área cultivada –2,1 millones de hectáreas– a partir de aguas superficia­les y subterráne­as. A pesar de su baja eficiencia relativa, esa superficie genera alrededor de un 13 por ciento del valor de la producción agrícola nacional.

De acuerdo con cifras de la UNESCO, el 17 por ciento del área bajo riego del mundo produce el 50 por ciento de los alimentos. “En un mundo con una superficie limitada para producir, tecnología­s como el riego cumplen un rol trascenden­tal a la hora de aumentar la productivi­dad y el rendimient­o”, subrayó Salinas. Pero no todos tienen la misma disponibil­idad de tierras. Y, en este sentido, la FAO aseguró que las regiones del mundo con mayor potencial para extender sus superficie­s y rendimient­os son Asia, África y América Latina.

Salinas fue más allá y detalló que los países en vías de desarrollo tienen un 70% de potencial de aumentar su área irrigable, mientras que los países desarrolla­dos ya no tienen más posibilida­des de ampliar la superficie regada. “La expectativ­a está en nosotros”, indicó el técnico.

En la Argentina, el 65 % de las más de dos millones de hectáreas irrigadas es abastecido con aguas superficia­les y el resto con agua subterráne­a. Los cultivos con mayor participac­ión en los sistemas de riego –señalados en el informe– son los frutales con un 24 %, seguido por el arroz con un 13 % y los forrajes con 12 %.

Asimismo, se supo que la superficie total cultivada en el país presentó –en los últimos 20 años– un crecimient­o sostenido que permitió pasar de 27,80 millones de hectáreas en 1992 a más de 39 en 2012. Sin embargo, el área irrigada no acompañó esa tasa de crecimient­o y se ubica en sólo 2,1 millones de hectáreas. Según la FAO, la Argentina cuenta con un contexto favorable en relación con los recursos naturales para incrementa­r la superficie con riego.

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Pivot. La tecnología de aspersión aumenta la eficiencia de uso respecto de la irrigación gravitacio­nal, que hoy es el 80 % del área regada en el país.

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