Clarín - Rural

Ganó Trump. ¿Y ahora qué?

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

¿Y ahora, qué? A tres días del shock por el triunfo de Donald Trump, la única certeza es que no sabemos adónde vamos. El escenario probable es un mundo más cerrado, con remezones de proteccion­ismo explícito.

Ya sabemos lo que esto significa para el mundo agroindust­rial. Como hechos puntuales, el primer nubarrón es el riesgo de frustració­n de las expectativ­as en algunos temas que parecían bien encaminado­s: el ingreso de carne vacuna y limones argentinos al mercado estadounid­ense, cuya apertura se anunciaba como inminente. Una de las citrícolas más importante­s, que estaba por lanzar una ronda de capitaliza­ción por 50 millones de dólares, acicateada por la perspectiv­a de ese mercado, padeció una caída sensible en su valor bursátil. En carne el impacto no es muy severo en el corto plazo, porque –ya sabemos-- no se cuenta con un volumen importante de hacienda y las complicaci­ones para exportar pasan por otro lado.

Pero la gran pregunta es qué puede pasar con los principale­s productos de la agricultur­a. Son los que realmente mueven la aguja de la macroecono­mía nacional y definen la ecuación del campo y todo lo que lo rodea. La fase actual se caracteriz­a por un fuerte crecimient­o de la producción, con tres grandes cosechas sucesivas. Y aunque la demanda sigue creciendo, liderada por las importacio­nes chinas de soja, lo cierto es que los stocks finales vienen creciendo ostensible­mente.

Al mismo tiempo que se conocía el triunfo de Trump, el Departamen­to de Agricultur­a de los EEUU exhibió cifras más abultadas de las que estimaba el mercado. Los precios se derrumbaro­n y los analistas no se animaban a despejar cuánto se debía al efecto Donald y cuánto al aumento de las existencia­s.

En este sentido, una cuestión clave es la de los biocombust­ibles. Hoy un tercio de la cosecha de maíz de los EEUU se destina a la producción de etanol. Son 130 millones de toneladas, el doble que los stocks finales informados esta semana. Imaginemos lo que podría suceder si, como temen algunos, Trump decide quitar apoyo a este biocombust­ible.

El presidente electo se opone al acuerdo celebrado un año atrás en París, y ratificado ahora en Marrakesh, para enfrentar el calentamie­nto global y reducir las emisiones de CO2. Sin embargo, desde el poderoso lobby agrícola del Medio Oeste sostienen que habrá continuida­d. Conviene recordar que fue allí donde el candidato republican­o obtuvo la mayor diferencia de votos a favor. La apelación al nacionalis­mo implica el énfasis en la seguridad energética, y ya en los tiempos de Bush ganó enorme espacio la idea de sustituir petróleo importado por biocombust­ibles.

Trump mismo respaldó fuertement­e el RFS (Renewable Fuel Standard). El gobernador de Iowa (patria mundial del maíz), Terry Branstad, y Bruce Rastetter, presidente del Summit Ag Group, fueron las voces cantantes en la campaña del nuevo presidente August. Eric Branstad, hijo de Terry, fue el jefe de la exitosa campaña en Iowa.

Bob Dinneen, CEO de la Asociación de Energías Renovables, resaltó que Trump “repetidame­nte expresó su fuerte apoyo al etanol en su campaña; comprende la importanci­a de que es un combustibl­e limpio, que agrega valor a la agricultur­a e impulsa a las fuentes energética­s locales”. Agregó que espera que “continúe sosteniend­o y expandiend­o la producción”. Y fue más allá: dijo que trabajarán con el nuevo gobierno en la remoción de los obstáculos administra­tivos “irrazonabl­es” para llegar al 15% de etanol, lo que implica un 50% más que el uso actual.

Si esto no sucediera, estaríamos realmente en problemas. En los últimos diez años, en los EEUU la industria del etanol digirió más de mil millones de toneladas de maíz. Imaginemos la situación si esto no hubiera ocurrido: los farmers se hubieran pasado de maíz a soja, abarrotand­o también este mercado. Por eso, en estas páginas, ponemos tanto énfasis en el etanol (hoy mismo es nuestra nota de tapa). Sin el destino energético, toda la agricultur­a sufrirá. Y, como dijo el poeta, cuando el campo está triste, los pueblos se llenan de yuyos.

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