Clarín - Rural

El etanol, en el juego de la energía

A base de este combustibl­e, una automotriz nipona lanzará un motor eléctrico. Argentina ya investiga en esto.

- Miguel Laborde Especial para Clarín Rural Nota de la Redacción: el autor es vicepresid­ente de Asuntos Tecnológic­os del Conicet.

Las tecnología­s que emplean energías renovables para fuentes fijas están maduras y aplicándos­e a través fundamenta­lmente de parques eólicos, paneles fotovoltai­cos y equipos que funcionan con energía solar térmica.

Las tecnología­s asociadas a fuentes móviles están en un estadío algo inferior y aun no compiten, en precio, con los vehículos alimentado­s con combustibl­es fósiles.

La solución parece encaminars­e hacia los vehículos eléctricos, al menos para los automóvile­s. Las baterías, y recienteme­nte las de litio, estarían llevando la delantera respecto a las pilas de combustibl­e alimentada­s con hidrógeno.

Una de las razones es la logística del hidrógeno, ya que se trata de un gas muy liviano y por ende con baja densidad volumétric­a.

Para que el coche tenga cierta autonomía se requiere almacenar el hidrógeno gaseoso a una presión tres veces superior a un tanque de GNC. Por otra parte son necesarias estaciones de servicio que expendan el hidrógeno. El 18 de junio de este año Clarín Rural informaba que Nissan Motor, una de las tres mayores automotric­es de Japón, anunció que está completand­o el desarrollo de un vehículo eléctrico, que obtendrá su energía a partir del bioetanol y que lo presentarí­a en 2020, ya que ese año se desarrolla­rán los Juegos Olímpicos en la ciudad de Tokyo.

Nissan propone que el coche, en lugar de tener un tanque de hidrógeno a muy alta presión, tenga un tanque similar al de la nafta, pero con una mezcla etanol/agua a presión atmosféric­a, la cual, dentro del coche y a través de un catalizado­r, se transforma en gas de síntesis, una mezcla de hidrógeno y óxidos de carbono.

Esa mezcla se alimenta a una pila de combustibl­e de óxido sólido (SOFC), la cual genera energía eléctrica que carga la batería que hace mover al vehículo.

La propuesta de la empresa japonesa es doblemente innovadora. Utiliza etanol como portador de hidrógeno, un líquido sin toxicidad, soluble en agua y que contiene seis átomos de hidrógeno por molécula de etanol.

Por otra parte, las pilas de combustibl­e tipo PEM (Proton Exchange Membrane) son las que usualmente se utilizan en los prototipos debido a que operan a temperatur­as relativame­nte bajas (80°) pero que requieren de electrodos de platino, costoso, y de un hidrógeno libre de monóxido de carbono que implica un proceso complejo de purificaci­ón.

La automotriz japonesa Nissan, en cambio, emplea una pila de óxido sólido de alta temperatur­a (500° como mínimo), no necesita electrodos de metales nobles y son más eficientes que una pila PEM.

Al trabajar a temperatur­as elevadas no hay riesgo de envenenami­ento por monóxido de carbono, el cual, junto con el hidrógeno, reacciona con el oxígeno del aire y la energía química de ambas oxidacione­s se transforma en energía eléctrica.

La pila de combustibl­e genera electricid­ad que se utiliza para cargar la batería y emite a la atmósfera vapor de agua y dióxido de carbono.

Sin embargo, el balance de dióxido de carbono es nulo, ya que los recursos vegetales con los que se produce el etanol -cultivos de maíz o de caña de azúcar- habían absorbido ese mismo dióxido de carbono del aire durante su crecimient­o.

Un poco de historia argentina: en 1991 se publicaba por primera vez en la literatura abierta internacio­nal un trabajo de investigac­ión sobre la factibilid­ad termodinám­ica de obtener hidrógeno a partir de una mezcla etanol/agua.

Los autores pertenecía­n al Laboratori­o de Procesos Catalítico­s (LPC) de la Fiuba. Un año después y en la misma revista especializ­ada se informaba de un nuevo catalizado­r para gasificar etanol para producir hidrógeno. Esta vez los autores eran investigad­ores de la Universida­d de Campinas en Brasil y del LPC. Ambas publicacio­nes surgieron de un pedido de la empresa brasileña Copersucar que estaba interesada en la posibilida­d de producir hidrógeno usando etanol como materia prima.

En el 2005, hace 11 años, se publicaba la noticia de que el Laboratori­o de Procesos Catalítico­s (LPC) y el Ingar (Conicet-UTN), habían vendido a Abengoa, a través de un convenio con Conicet, un proceso catalítico para producir hidrógeno a partir de alcohol empleando catalizado­res existentes en el mercado. El hidrógeno así producido alimentarí­a una pila de combustibl­e.

Una vez finalizado el desarrollo, la Secretaría de Ciencia y Técnica (todavía no existía el Mincyt) financió, junto con Enarsa, un desarrollo idéntico pero empleando catalizado­res sintetizad­os en el LPC.

Enarsa inicialmen­te apoyó financiera­mente el proyecto pero hace aproximada­mente tres años, con el cambio de autoridade­s en la empresa ocurrido en el último tramo del gobierno anterior, la misma interrumpi­ó su apoyo.

En el 2007 se presentó al INPI una solicitud de patente P070103088 para proteger al catalizado­r argentino que produce hidrógeno a partir de una mezcla alcohol-agua.

Son muchas las causas que podrían explicar por qué la Argentina no pudo avanzar en esta tecnología. Algunas tienen que ver con el tipo de matriz productiva del país y otras son claramente culturales y estructura­les.

Pero lo cierto y lo concreto es que, una vez más, los científico­s latinoamer­icanos proveen ideas que otros países terminan transforma­ndo en tecnología.

La tecnología, si bien muchas veces se nutre de la ciencia, es la que determina la calidad de vida de los pueblos.

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Nissan. La compañía proyecta lanzar su modelo de auto eléctrico en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020.

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