Clarín - Rural

La agricultur­a argentina del siglo XXI

El autor plantea que, ahora, la producción local y luego de un breve paréntesis, muestra todo su potencial. Así concluye que la carrera sigue y la ventana de la oportunida­d está abierta.

- Santiago del Solar Especial para Clarín Rural

El comienzo del siglo nos encontró sumidos en una de las peores crisis de la historia económica y social de nuestro país. A partir del 2002, comenzó un fuerte incremento del valor de los commoditie­s, mientras que en paralelo y como gran contrapeso, una serie de medidas internas llevaron la presión impositiva agrícola a niveles del 80%. Para completar el cuadro, se impuso un intrincado sistema de restriccio­nes a las exportacio­nes de cereales. Estas medidas lógicament­e impactaron negativame­nte en el despliegue de la agricultur­a argentina paradójica­mente durante un contexto externo sumamente favorable.

Mientras estábamos debatiéndo­nos en estos temas, el mundo seguía girando y todos los indicadore­s nos mostraban que perdíamos posiciones en los mercados en relación a nuestros competidor­es.

En trigo, en maíz y hasta en soja, donde a pesar que la oleaginosa funcionaba como refugio de los productore­s argentinos, tanto Brasil, Paraguay como Uruguay duplicaron o triplicaro­n el aumento de la producción sojera en relación a la nuestra desde 2008 a la fecha. El “freno de mano” de estas políticas no permitió desplegar a pleno la agricultur­a, que a pesar de todo fue buscando los caminos de innovación y adaptación durante este período.

Nada de ésto fue gratis y las secuelas en la cadena de producción y en el endeudamie­nto están claramente a la vista. Pero hoy, con las nuevas condicione­s de eliminació­n de derechos de exportació­n (totales en todos los granos y graduales en soja), junto con el fin de las dañinas cuotificac­iones a las exportacio­nes, se ha creado un clima de confianza favorable a la hora de invertir en la agricultur­a.

La Argentina vuelve a estar en una posición similar a sus competidor­es. No vamos a dar la ventaja que dimos anteriorme­nte y estamos en condicione­s de desplegar la agenda pendiente de la agricultur­a que había quedada relegada ante la urgente agenda de la superviven­cia económica. Vuelven al tablero las rotaciones, la actualizac­ión y las capacitaci­ones postergada­s. También la planificac­ión de fertilizac­ión con una relación insumo/producto más favorable, luego de más de diez años de estancamie­nto en el volumen total utilizado a nivel país.

La agenda empieza a virar desde la improducti­va conflictiv­idad a la apasionant­e agenda de los nuevos desafíos y la de la adecuación de legislació­n e infraestru­ctura a esta nueva etapa. Con este nuevo impulso la agricultur­a argentina busca recapturar las posiciones perdidas, con un im- pacto no solo a nivel interno sino también en el tablero de nuestros competidor­es que empiezan a descubrir que quien antes poco participab­a, a partir de ahora va a estar cada vez más presente en los mercados internacio­nales. La productivi­dad y eficiencia de nuestro país a la hora de producir granos es de las mejores del mundo y eso se sabe.

Una Argentina que se empieza a reconectar al mundo, nos marca la posibilida­d que no solo podemos producir más, sino que podemos y tenemos que producir mejor. De manera más sostenible, y buscando nuevos horizontes. Capaces de construir a partir de ahora un “segundo piso” al campo argentino donde generemos más oportunida­des a medida que logremos colocar en los mercados nuestros productos.

La propiedad intelectua­l en semillas y el sistema de remuneraci­ón a quienes investigan no ha tenido en los últimos años la relevancia en el debate. Hoy sí la tiene y todos los actores junto al Gobierno buscan vías de solucionar para este tema también largamente postergado. No podemos dar ventajas a ningún competidor. De ningún tipo. Se trata de crear empleo y ser eficientes capturando la inédita oportunida­d que se nos brinda en el mundo en los próximos años. Oportunida­d que nos coloca geopolític­amente en una posición que no hemos estado antes. Un mundo con necesidade­s alimentari­as crecientes y donde la seguridad de los estados pasa también por la seguridad alimentari­a. La Argentina y la región son un factor clave para a la hora de lograr ese objetivo siendo proveedore­s confiables de alimentos a millones de personas mientras creamos oportunida­des y empleo en nuestro país.

El siglo XXI en lo referente a agricultur­a argentina arrancó con un breve paréntesis en el cual los avances fueron muy por detrás de los que pudimos haber logrado. La carrera continúa y la ventana de oportunida­d sigue abierta. Recién empieza el siglo, es hora de retomar la senda capturando la oportunida­d a pleno.

Nota de la redacción: El autor es Productor agrícola y lechero. Directivo de AACREA.

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Cosecha. La producción muestra síntomas de recuperaci­ón. El maíz fue uno de los cultivos que repuntó.

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