Clarín - Rural

Ahora, barajar y dar de nuevo

- Héctor A. Huergo hhuergo@clarin.com

Cuando la Argentina se encontró frente a la oportunida­d de la carne vacuna, hace un siglo y medio, se organizó para aprovechar­la. Fue la Primera Revolución de las Pampas. Alambramos, dejamos de ser bárbaros. El alambrado llevó a las aguadas y para llenarlas, los molinos. La alfalfa, los tarquinos. Los frigorífic­os y los ferrocarri­les. La prosperida­d difundió por todos los poros de la sociedad. Venían oleadas de inmigrante­s de todo el mundo a abrevar del imponente flujo de riqueza.

Perdimos el rumbo, perdimos también los mercados. Es cierto, el mundo del siglo XX se hizo complicado. Guerras, proteccion­ismo. Pero nosotros contrapusi­mos, a la complicaci­ón, el cambalache. Dejemos eso en el pasado.

El siglo XXI nos pone frente a otra oportunida­d. Lo venimos planteando, machacosam­ente, semana a semana en Clarín Rural. A pesar de todos los intentos por frenar la Segunda Revolución de las Pampas (la de la conquista tecnológic­a), hemos podido retomar el sendero del crecimient­o que se había insinuado desde mediados de los 90. El salto tecnológic­o se concentró fundamenta­lmente en la agricultur­a. Que ahora, soltando amarras, vuelve a crecer a tasas chinas. El fantástico congreso de Fertilizar, que cubrimos en las páginas centrales de esta edición, augura nuevos saltos en los rindes, en la calidad de los granos y, sobre todo, en la salud de los suelos.

Mientras se celebraba este congreso, el presidente Mauricio Macri culminaba su visita a China. Consagró ampulosame­nte su visión de la Argentina como supermerca­do del mundo. Pero con un eje temático muy concreto: la carne vacuna. La misión coincidió con el SIAL de Shangai, el gran evento de la industria alimentici­a global, nada menos que en el mercado más dinámico para las proteínas animales.

Estas pampas se especializ­aron, en los últimos 40 años, en proveer insumos forrajeros. Maíz y sorgo, primero. Luego, soja. Fue una extraordin­aria decisión, orientada por el mercado, y sin planificac­ión alguna que (como suele suceder) distorsion­ara los mandatos del mercado. Hicimos lo que había que hacer. Somos los segundos exportador­es mundiales de maíz (grano forrajero por excelencia) y los primeros de harina de soja. Grandes proveedore­s de sorgo y con extraordin­ario potencial para trigo forrajero, con una dinámica mucho más expansiva que la de trigo pan. Lo mismo hicieron Brasil y EEUU. Lo mismo está haciendo Paraguay y Uruguay, donde nadie habla peyorativa­mente de “sojización”.

Esta orientació­n dictada por el mercado se correspond­e con el fenómeno de la transicion dietética, encarnada por la mejora social en China. La demanda explotó no por crecimient­o demográfic­o, sino por efecto ingresos. Más plata en el bolsillo es mayor demanda de proteínas animales. Empezaron a importar soja a fines de los 90. Expandiero­n su producción de maíz, de la mano de los rindes (porque tierra no tienen más). Crecieron en producción y consumo de cerdos y pescado. No les resultó suficiente. Hace tres años compraron Smithfield, la mayor productora de cerdos de EEUU. Ahora vienen por la carne vacuna. Lo contamos en nuestros tres últimos editoriale­s.

La presencia de Macri en el SIAL es una señal potente a un sector tremendame­nte golpeado por la impericia. La destrucció­n fue fenomenal, desde el stock hasta el auge de las malas prácticas en el comercio y la industria. Ya no se trata de una reconstruc­ción, sino de un barajar y dar de nuevo. Y en este barajar y dar de nuevo, entran todos los fundamento­s. Desde la infraestru­ctura (en especial el manejo del agua) hasta los sistemas de producción y comerciali­zación. Vale la pena.La demanda es infinitaw

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