En La Pampa, una apuesta a la tecnología
Ganadería. En General Acha, una zona marginal que habitualmente es afectada por los incendios, la firma Nirihuau convirtió un campo casi improductivo en un establecimiento de cría y recría con alto potencial.
Para ir desde la ciudad de Buenos Aires hasta La Pampa hace falta atravesar un extenso paisaje en el que las lagunas se imponen. En la zona de la Cuenca del Salado aun se ven lotes de maíz encharcados a la espera de la cosecha y vacas con las patas en el agua. Pero tras unas cuantas horas de ruta, al cruzar la frontera provincial la tierra se seca de golpe y la problemática pasa a ser otra, opuesta pero con similares consecuencias en los sistemas productivos agropecuarios.
Así lo entiende Adrián Vandame, administrador de la firma Comercial y Ganadera del Nirihuau, que cuenta con campos tanto en La Pampa como en la Cuenca del Salado, quien afirma que los problemas son opuestos pero similares en ambas regiones. “En la Cuenca del Salado tenemos exceso de agua, campos muy inundables, cero infraestructura de la provincia… Y acá en La Pampa el problema es que es demasiado seco, también falta infraestructura y por eso los montes se han quemado tanto”, resume desde el borde de un lote donde aun se ven los rastros de las lenguas de fuego que arrasaron en el último verano.
En el partido bonaerense de General Belgrano la empresa tiene un campo exclusivo de cría. Además cuentan con un campo agrícola y una cabaña de Angus -Namuncurá- en la zona de Los Toldos (Buenos Aires), de la cual salen los toros puro controlados para servir al rodeo que hoy ronda las 5.000 madres en total.
Buena parte de esas hembras se encuentran en el establecimiento San Severino, en la localidad pampeana de Perú, partido de General Acha, hasta donde viajó Clarín Rural para conocer las particularidades de la ganadería en una región que todos los veranos es afectada por el fuego, un fenómeno que con algo de planificación por parte de los productores y los municipios puede dejar de ser dañino para transformarse en una herramienta de productividad.
Rubén Marticorena, encargado de San Severino, comenta que allí funcionó una cabaña fundada en el año 1946 que alcanzó cierto renombre en la zona pero que en el 96 dejó de funcionar, y explica que cuando la empresa lo compró, en 2011, encontró un establecimiento casi abandonado, dedicado más a la caza que a la actividad productiva. Se trata de 12.500 hectáreas hoy divididas en 45 potreros donde la firma hace cría y recría a campo. “De a poco vamos recuperando, pero estamos lejos del potencial de productividad”, dice “el vasco”.
Este año, el virulento fuego del verano les quemó unas 3.000 hectáreas, lo que obligó a hacer un ajuste en el consumo de recursos basado en el destete anticipado y un consumo racional de las reservas.
Afortunadamente, los lotes quemados no fueron los más productivos y las consecuencias no fueron peores gracias a que cuentan con un amplio equipo de trabajo. “Los días anteriores habíamos tenido fuego en los alrededores y a nosotros nos tocó un sábado a la tarde, el 16 de enero. Prendió en 14 lugares diferentes de los alrededores. Teníamos las picadas armadas pero el fuego entró en dos lugares. Gracias a Dios tenemos un grupo de trabajo bastante importante -10 personas- que nos permite armar cuadrillas. Para rodear el fuego se tienen que dar las circunstancias de picadas, de vientos y de condiciones climáticas. En un horario de la noche pudimos cerrar el fuego”, recuerda Marticorena.
Vandame explica que una parte del campo está sobre los valles transversales que atraviesan a la provincia y la otra se encuentra en zona de monte, que fue lógicamente la más afectada. El rodeo es de 2.531 vacas que se alimentan en 2.522 hectáreas de pastizales y 1.400 de pasturas. El porcentaje de toros es del 4 por ciento y tener muchos potreros les permite hacer un servicio por categorías, distinguiendo entre vaquillonas de primera o segunda parición. “Tratamos de entorar la vaquillona entre los 18 y 22 meses y el porcentaje de destete es del 94 por ciento de las vacas preñadas”, dice el administrador.
Estos índices y un alto nivel de planificación y racionalización de los recursos les evitaron sufrir consecuencias mayores tras el paso de las llamas. Entre las herramientas de planificación necesarias para aguantar el golpe Marticorena destaca el ajuste de la carga animal, el diseño de usos y descansos de los lotes de acuerdo al estado del forraje, el apotreramiento y el correcto mantenimiento de las picadas cortafuegos y aguadas. Luego agrega que ante el exceso de forraje también está la posibilidad de hacer quemas prescriptas y el rolado selectivo con siembra de especies forrajeras, una práctica puesta en tela de juicio por los ambientalistas pero por el momento avalada por el gobierno de la provincia, siempre que se cuente con el permiso para aplicarla.
Este año, las buenas precipitaciones de marzo hicieron que los lotes quemados empezaran a rebrotar rápidamente, y hoy, a pocos meses, algunas categorías bovinas ya circulan entre las ramas quemadas de un monte que antes del fuego era prácticamente impenetrable. Se trata del “efecto limpieza”, una consecuencia colateral del fenómeno climático que los productores muchas veces agradecen.
Para sumar opciones forrajeras a estos nuevos bocados tiernos, el en-